Fin de las campañas: «imaginémonos cosas chingonas»

No hay plazo que no se cumpla.

27 de junio, 2018

No hay plazo que no se cumpla. Las campañas han llegado a su fin y este domingo 1 de julio los mexicanos elegiremos a quien será el próximo Presidente de la República. Fueron meses agitados que se vivieron a flor de piel. Como dijo Julio César al cruzar el Rubicón: alia iacta est. Uno de los cuatro contendientes se alzará con la victoria e iniciará, espero, una nueva era para nuestro país. La era de la corrupción y de los gobiernos aliados al crimen debe terminar: es un imperativo categórico.

El comediante John Oliver dijo hace unos días en su show Last week tonight, que «los mexicanos están enfermos y cansados del status quo, [que] la aprobación del presidente es tan baja como un 12%, y [que] es muy común que la gente grite al presidente una frase particular…», frase que no voy a reproducir por ser altamente ofensiva. Los comentarios de John Oliver captan bien el hartazgo y la molestia que sienten en este mismo instante millones de mexicanos ante el gobierno de Enrique Peña Nieto y los gobernadores del Nuevo PRI.

Los cuatro candidatos a la presidencia –Anaya, AMLO, Meade y El Bronco– han hecho un esfuerzo titánico. Estos cuatro mexicanos, entusiastas, aguerridos, soñadores, se brindaron en cuerpo y alma durante los largos meses desde que inició el proceso electoral. Soportaron críticas, burlas, agresiones, insultos; soportaron lo peor que puede salir del corazón de un mexicano. Sufrieron temperaturas extremas, lluvias, vientos y huracanes. Nada los pudo detener. Ni las encuestas, ni los medios, ni las marchas, ni Facebook, ni Twitter, ni otras redes sociales; ni siquiera las traiciones ni el hecho de que personas importantes de sus partidos apoyaran a otros candidatos. Estos cuatro mexicanos hicieron un esfuerzo casi sobrehumano. El ritmo de una campaña, y más presidencial, deja a uno completamente exhausto –Meade ha perdido más de ocho kilos–. Se los digo porque sé, porque participé en la campaña de Colosio, allá en el 1994.

Los cuatro candidatos han recorrido el territorio nacional, algunos de ellos varias veces, y han visto el rostro de millones de mexicanos que creen en ellos, que piensan que ahora sí México será un país mejor y que los grandes problemas que nos aquejan –corrupción, impunidad, pobreza, crimen– serán por fin superados. Podemos coincidir o no en sus propuestas, en sus programas, pero todos, absolutamente todos, coincidimos en que el régimen de corrupción e impunidad que actualmente impera debe llegar a su fin. ¿Quién podría decir que AMLO no tiene razón en esto? ¿Quién podría decir que Anaya no tiene razón en esto? El diagnóstico es uno: las cosas no pueden seguir así, y en eso la inmensa mayoría de los mexicanos (si no es que todos) está de acuerdo.

Tres de los candidatos se alzan como heraldos de un gran cambio, un cambio sustancial que supondrá una nueva era: AMLO, Anaya y, en menor medida, El Bronco. Meade nunca pudo deslindarse de ese gobierno tan criticado y vilipendiado que lo convirtió en su candidato, pero aún así está consciente de que la corrupción y la impunidad deben acabar, y ha adoptado ese discurso.

En estos dieciocho años de alternancia, México tocó fondo. Cuando pensábamos que las cosas no podían ir peor, al final de la administración de Calderón, llegó Peña Nieto y… sí: las cosas fueron peor. La nueva generación de priístas que tanto ensalzó Peña, resultó ser algo más allá de lo imaginable. Con la derrota del PRI, el sistema –la corrupción es el sistema– podría llegar a su fin. Ojalá. No quiero pecar de iluso, pero los mexicanos han cobrado consciencia de ello, y va a ser difícil que la corrupción tenga los niveles de hoy, por mucho que los amigos del siguiente presidente se estén frotando las manos ahora mismo al pensar en los negocios que podrán hacer. Las cosas ya no serán como antes.

Vendrá algo nuevo, una nueva etapa de nuestra historia, una nueva era, una transformación. Muchos mexicanos creen que esa transformación tan necesaria sólo la puede traer AMLO; otros más piensan que Anaya; Meade se presenta como sinónimo de continuidad. La verdad es que ninguno de estos candidatos va a transformar al país por decreto ni por arte de magia. Se necesita que todos los mexicanos se sumen a esta tarea. ¿Cómo? Parece cliché decirlo, pero hay que empezar en casa. Si usted es médico, abogado, ingeniero, contador, sea el mejor médico, el mejor abogado, el mejor ingeniero, el mejor contador que usted pueda ser: realice su labor con pundonor y honorabilidad. Si usted es jugador de futbol, sea el mejor. Si usted es escritor, artista plástico o compositor, sea el mejor artista que pueda ser. Si usted es un obrero calificado en una planta industrial o profesor universitario, sea el mejor. Imaginémonos cosas chingonas, como dice El Chicharito, y vaya que tiene toda la razón: no sólo imaginarlas, sino, como él, también realizarlas. Esto quizá pueda sonar a literatura insulsa de superación personal, sobre todo si tenemos en consideración a millones de mexicanos que viven la pobreza extrema y que no tienen ninguna oportunidad de evadir su sino –si les llegamos con un discurso así, nos van a escupir en la cara–; pero lo cierto es que para que las cosas funcionen en conjunto (el país, las empresas, las corporaciones, las asociaciones) hace falta que en lo individual, en la trinchera de cada quien, haya disciplina, preparación, horas de estudio y práctica, mucho trabajo y muchos sacrificios, porque nada va a caer del cielo, ni porque lo diga Dios, ni porque lo mande el presidente. La obligación de ser más competitivo y productivo es individual, de cada uno, no del presidente ni del gobierno. Es una perversión pensar que un gobierno va a solucionar todos nuestros problemas.

Independientemente de por quién vaya usted a votar, lo invito a que aplaudamos a estos cuatro candidatos y reconozcamos su esfuerzo. Son mexicanos y, como usted o como yo, desean lo mejor para México. Podemos tener ideas diferentes, pero estamos todos en el mismo barco. No debemos ser enemigos. No importa quién gane, este país es mucho más grande que sus gobernantes y está llamado a ser la gran nación de este siglo.

Salgamos todos este domingo 1 de julio a votar. Quien resulte ganador tendrá mi apoyo y mi voto de confianza.

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