¿Eligió bien Peña Nieto al candidato del PRI?

Sin duda, una de las mejores decisiones que ha tomado el presidente Enrique Peña Nieto ha sido elegir a José Antonio Meade...

28 de noviembre, 2017

Sin duda, una de las mejores decisiones que ha tomado el presidente Enrique Peña Nieto ha sido elegir a José Antonio Meade para que sea el candidato del PRI a la Presidencia de la República en las elecciones del 1 de julio de 2018 –que si fue “dedazo” o no, eso es irrelevante; el PRI es un partido vertical y así se maneja–. Ha sido, quizá, la mejor decisión en lo que va de su sexenio, y la ha hecho no a propósito de la administración del Gobierno Federal, sino en calidad de jefe supremo de su partido. Pudo haber elegido a otra persona, y seguramente lo pensó, pero al final eligió a Meade y, en mi opinión, acertó.

Hay que reconocer que el presidente Peña Nieto no actuó como todos habrían supuesto, es decir, movido más por la amistad y las lealtades personales. Sabe que su partido enfrenta un verdadero reto: vencer a Andrés Manuel López Obrador.

Con o sin razón, muchos mexicanos creen que de ganar el líder de MORENA, nuestro país entraría en una situación como la de Venezuela. Hemos escuchado a morenistas del círculo íntimo de López Obrador –Yeidckol Polevnsky, Héctor Díaz Polanco, etc.– alabar el régimen venezolano y clamar que eso es lo que necesita urgentemente México. Hemos oído al propio López Obrador decir que las reformas estructurales –que tanto trabajo costaron– serán sometidas a una especie de referéndum para ver si siguen o se echan abajo, y esto causa mucha preocupación si tenemos en cuenta la clase de encuestas y consultas que hace MORENA, como aquella en la que resultó electa Claudia Sheinbaum para abanderar a ese partido en la elección de Jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Si así van a ser las consultas, piensan muchos, entonces todo está perdido.

El presidente Peña sabía que no podía elegir a un priísta de los “impresentables”, por muy su incondicional que fuera, pues ello habría significado la derrota segura del tricolor. Es más, ni siquiera eligió a un priísta, sino a un funcionario, digamos neutro, que no milita en ningún partido, que tiene el reconocimiento de todos por su desempeño en la administración pública, que goza de excelente reputación y que todos lo consideran persona recta, mensurada, austera, sensata y capaz. Peña Nieto eligió bien; los otros dos “finalistas”, Aurelio Nuño y Enrique de la Madrid –Osorio Chong se descartó–, también eran buenas opciones, pero son militantes priístas, y de lo que se trata es que la gente cuando piense en José Antonio Meade no haga la asociación eidética directa con el PRI –aunque Meade no es militante, ese objetivo será muy difícil de alcanzar–, porque cuando las personas comunes piensan en ese partido político, de inmediato les vienen a la mente las imágenes de Javier Duarte, César Duarte, Humberto y Rubén Moreira, Roberto Borge, Fausto Vallejo, Tomás Yarrington, Eugenio Hernández, Emilio Gamboa, Carlos Romero Deschamps, Andrés Granier, Arturo Montiel, Rodrigo Medina y muchos, muchos más; y les vienen también a la mente escenas de corrupción como el socavón del paso exprés, la casa blanca y el simulacro de investigación de Virgilio Andrade, el grupo HIGA, OHL, la estafa maestra, la casa en Malinalco, los sobornos de Odebrecht, y tantos y tantos casos más, todos en este sexenio. Cuando la gente común piensa en el PRI no puede dejar de asociarlo con los escándalos de corrupción más lacerantes ni con los personajes más desacreditados de la historia de nuestro país. Si el presidente Peña Nieto hubiera elegido un candidato que no pudiera deslindarse y desvincularse de estas imágenes, habría condenado a su partido a una terrible derrota electoral. Aún eligiendo al mejor, no está garantizada la victoria.

Ya conocemos al abanderado de MORENA. Ahora hemos conocido al del PRI. Y mientras, el Frente PAN-PRD-MC parece estancado. Veo difícil que el PRD apoye a Ricardo Anaya para ser el candidato; también veo improbable que los panistas acepten que el frente sea encabezado por Miguel Ángel Mancera. Es más factible que el Frente se rompa ante este desacuerdo y el PAN vaya solo con Anaya y el PRD solo con Mancera. Creo que cualquiera de los dos sería buen candidato del Frente, pero dudo que compitiendo cada uno en solitario sea suficiente para ganar la presidencia. Aunque mucho menos conocido que Mancera y Anaya, Moreno Valle podría ser un candidato más neutro para el Frente, uno que logre el consenso de panistas y perredistas. Los candidatos independientes no tienen posibilidades de ganar –me refiero a Margarita Zavala y Jaime Rodríguez “El Bronco”, porque los demás ni siquiera reunirán las firmas necesarias para aparecer en la boleta electoral–, aunque jugarán un importante papel a la hora de inclinar la balanza. Si el Frente no tiene un candidato común, la elección será entre José Antonio Meade y Andrés Manuel López Obrador. Si el Frente logra ponerse de acuerdo, ya sea con Anaya, Mancera o Moreno Valle, entonces la elección se irá a tercios, pero eventualmente el PRI o el Frente se rezagarían: el final sería un mano a mano entre, ya sea el PRI o el Frente, contra Andrés Manuel López Obrador.

¿Quién ganará?

Las bases para que México crezca y se convierta en una gran potencia mundial están ya dadas. Creo que el bienestar para la gran mayoría de los mexicanos está al alcance, a sólo dos décadas de distancia, que en términos históricos es nada. No sé si López Obrador, de triunfar en la elección, vaya a ser tan populista como Maduro o Chávez; él mismo ha querido mostrarse como una persona moderada y ha acogido entre sus más cercanos colaboradores a empresarios y políticos que antes, según sus parámetros, habrían pertenecido a la “mafia del poder”, quizá con la idea –él mismo lo ha dicho– de que quien se acerca a él, por malvado que haya sido, encuentra redención. Lo que sí sé es que un populismo como el de Venezuela sería fatal para nuestro país y condenaría a los millones de mexicanos que ahora padecen pobreza a ser todavía más pobres.

Muchos han criticado al PRI, no sin cierta razón, de ser un partido cupular, vertical, cuyos miembros se cubren las espaldas. Pero en esta ocasión el PRI, a través de Enrique Peña Nieto, actuó de manera diferente. Hay por lo menos cinco funcionarios que son mucho más cercanos y fieles a Peña Nieto que Meade, amén de ser verdaderos priístas; no obstante, el presidente no consideró lo que sería mejor para su propios intereses, alguien incondicional que lo cubriera al terminar su mandato, sino que actuó animado por la máxima strictly bussines: de lo que se trata es de ganar en 2018; el presidente sabe que sólo hay posibilidad de victoria con alguien como José Antonio Meade, aunque ni siquiera sea priísta; es más, sabe que, precisamente porque no es priísta, Meade puede ser competitivo. Y esto es paradójico, porque los demás partidos –con excepción de MORENA, donde también hay disciplina y verticalidad–, no pueden ponerse de acuerdo. El Frente, no ha sido capaz de ponerse de acuerdo porque al parecer pesan más los intereses particulares que el interés general. Y lo mismo le pasó al PAN con la salida de Margarita Zavala.

Lo único seguro es que en 2018 nadie tiene asegurada la victoria.

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