En relación a las “estampitas protectoras” y al “dólar de la suerte” que mostró el presidente López Obrador en la conferencia matutina del miércoles 18 de marzo, me parecen desmedidas las reacciones de muchos. Las respeto, pero me parecen en algunos casos exageradas. Explico la razón.
Los católicos –entre los opositores de AMLO hay muchos católicos– creen en el poder de la oración y admiten la existencia de una entidad maligna a la que suele llamarse Satanás, que obra en el mundo. También creen en la existencia de demonios y posesiones demoníacas, y al efecto citan sendos pasajes del Nuevo Testamento en los que Jesucristo los combate y los expulsa. Los católicos creen en la Virgen de Guadalupe y sostienen que es una madre amorosa y protectora que nos ama, nos cuida y se preocupa por nosotros (¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?).
Millones de mexicanos usan y portan toda clase de estampas, imágenes, amuletos y demás parafernalia religiosa, y se encomiendan a Dios, a Jesucristo, a la Virgen y a los Santos; algunos incluso se encomiendan a entidades malignas como la Santa Muerte o el Santo Malverde. Cuando alguno enferma o está en problemas, se organizan cadenas de oración para socorrerlo y millones están convencidos de su eficacia. Es más, el papa Francisco ha dicho que Satanás anda desatado en México porque no soporta que la Virgen de Guadalupe nos quiera tanto, y por eso el demonio procura toda clase de males a nuestra nación, de ahí la horrible ola de violencia y muerte que nos lacera (Pontifex Dixit).
¿Quién no porta su Virgencita, San Juditas, San Chárbel, San Ignacio, San Antonio, San Francisco, un crucifijo a al Arcángel Gabriel? ¿Quién no trae su dólar de la suerte, o trébol, u ojo de venado? Si es uno el que lo trae, uno tiene razón de traerlo, pero si es otro el que lo porta, pues ese otro es un supersticioso.
Hay que criticar al presidente por cosas serias. Y hay que ser congruente en las críticas. Me parece que la reacción del gobierno frente al coronavirus ha sido lenta y pasiva, y lo he dicho. 10 gobernadores, entre ellos el de Veracruz, que es morenista, al parecer también lo creen, de modo que han decidido suspender clases en todos los niveles y tomar medidas antes de la fecha establecida por el gobierno federal. Insisto: hay que criticar al presidente por cosas serias, no por una cuestión baladí.
El enemigo de Cristo es Satanás, y todos los cristianos (católicos, evangelistas, ortodoxos, pentecostales, etc…, vaya, hasta los seguidores de Marcial Maciel y de Naasón Apóstol de Jesús Cristo) hacen renuncia expresa del diablo. No veo conflicto en que el presidente diga “detente enemigo, que el corazón de Cristo está conmigo”, más si se sabe que es cristiano (no sé si católico o evangélico, aunque me inclino más por lo primero). Y no vayan a salir ahora con que eso atenta contra el Estado laico, por favor. El Estado laico no significa que una persona creyente esté imposibilitada a presidir el gobierno. Fox y Calderón, por ejemplo, son muy devotos.
Por otro lado, un cristiano, en cualquiera de sus denominaciones, sabe que es verdad que el mal no tiene poder sobre quien es verdaderamente bueno, y el bueno es justo, como dice la Biblia, y el justo es honesto. Cualquier teólogo de cualquier forma de cristianismo podría argumentar teológicamente que el mal es impotente frente al bien, el bien vence al mal, y los buenos son los justos, los honestos. Hasta una mente tan retorcida como la de Marcial Maciel adoptó como lema de los Legionarios de Cristo la sentencia que aparece en Romanos 12:21: “No te dejes vencer por el mal, al contrario, vence al mal con el bien” (Vince in bono malum). Así las cosas, desde el punto de vista teológico, es verdad que la honestidad y la justicia son un escudo protector contra el mal. De modo que no entiendo por qué tanto escándalo con las palabras del presidente, si cualquier adepto a cualquier forma de cristianismo sabe que son verdad. En lo personal yo no me creo a pie juntillas estas cosas de la teología, pero conozco de teología y sé que un creyente las suscribiría aunque las dijera el más odiado enemigo. Lo único que hizo el presidente fue decir una verdad de Perogrullo. La mujer u hombre que son verdaderamente buenos, no deben temer al mal, ni físico ni moral. Si usted es cristiano, debe creerlo, aunque lo diga Andrés Manuel López Obrador. Yo no me lo creo, porque no profeso ni practico ninguna religión.
No creo en el poder de las imágenes ni de los objetos religiosos, soy bastante incrédulo tratándose de cosas divinas, así que estoy seguro que las estampitas del presidente no van a ser efectivas contra el coronavirus ni contra otros males que aquejan a nuestra nación, como ironiza un agudo meme de la Iglesia de Satanás que circula en la red: la imagen de unas manos cuyas palmas están unidas en posición de oración, con una leyenda que dice: “esto únicamente funciona con jabón y agua”. Así que los escudos protectores sobrenaturales del presidente no le van a servir de nada, por correcta que sea su postura teológica; ni en lo personal, para evitar contagiarse, ni en lo público, para sortear la inminente crisis que causarán el coronavirus, la devaluación del peso y la caída del precio de la mezcla mexicana de crudo. No sé desde cuándo porte AMLO el dólar de la suerte (ese sí no tiene sustento teológico), pero es claro que no le ha funcionado para detener la devaluación de nuestra moneda, que ya rebasó los 24 pesos por dólar.
En la medida en que los opositores no eleven el nivel de la crítica, en esa medida están condenados al fracaso. Hay que criticar al presidente y a su gobierno por la frivolidad en el manejo de la pandemia. Hay que criticar que el llamado a abrazarnos, mientras todos los países llaman al distanciamiento social, es irresponsable. Hay que criticar que no puede seguir culpando al neoliberalismo ni a los conservadores de todos los males (que sí son culpables de muchos). Hay que criticar que sus expectativas de crecimiento económico son irreales considerando la tormenta perfecta que se está creando a nivel internacional. Hay que criticar muchas cosas, pero no hay que insultarlo ni odiarlo por unas estampitas del sagrado corazón en las que él, quizá ilusamente, cree, como ilusamente usted o yo podemos creer en muchas cosas. No cabe insultarlo ni odiarlo por una verdad de Perogrullo en el ámbito teológico, que pronunció en una de sus conferencias, haya estado consciente o no del sustento teológico, ni aun bajo el supuesto de que uno no crea en las cosas de la teología ni de la ciencia divina (mire usted que en universidades como Oxford, ranqueada entre las mejores del mundo, hay una Escuela de Divinidad –School of Divinity– y una Facultad de Teología y Religión, así que haría usted muy mal en menospreciar a quienes sí creen en las cosas de Dios… y del diablo).
Recuerde: si usted es de los que pasa por una iglesia y se persigna, lleva su cruz u otras imágenes religiosas en el bolsillo, hace sus debidas oraciones antes de dormir y al despertar, o responde cada vez que alguien dice algo: “amén”, “alabado sea el señor”, o “Dios te bendice”; recuerde que para otro que no crea esas cosas, usted podría parecer tan ilusamente supersticioso como el presidente y sus estampitas.
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