Hace muchos años leí un poema de León Felipe: “Vieja Raposa”. Yo era muy joven, manipulable, inexperto e inmaduro –lo sigo siendo, pero en menor medida, espero–, de modo que me dejé llevar por esa tremenda y furiosa invectiva en contra de la Gran Bretaña y sus retoños americanos: “Son un trust de mercaderes”, grita León Felipe iracundo. En aquel tiempo yo no entendía la Historia –no es que ahora la entienda–, pero creo que mi comprensión global del devenir humano ha mejorado desde entonces.
Supongo que los días 4 de julio resultan especialmente chocantes a los que detestan a “El Imperio”, desde yihadistas misóginos y homofóbicos, entusiastas de la teorías de la conspiración, marxistas nostálgicos, hasta antisemitas, detractores del mundo libre y (odio el neologismo) chairos, que piensan que la “Vieja Raposa” de la que habló León Felipe –si es que saben quién es León Felipe y si es que han leído sus poemas– se ha encarnado en los Estados Unidos. Y no es que nuestros vecinos del norte sean hermanas de la caridad, ¡que va!, pero yo estoy convencido que el verdadero espíritu de los Estados Unidos –ese que los ha hecho grandes– está en un Abraham Lincoln o en un Martin Luther King y no en un Trump o en el KKK.
Mi visión de la historia –defectuosa y limitada– me permite comprender que la era que comenzó con el gobierno conjunto de los reyes católicos, allá en 1469, sobre Castilla y Aragón, y que terminó con el desmantelamiento del imperio soviético en 1991 (por cierto, otro “Imperio”), la Era Europea, ha llegado a su fin. Ya hablaré de este tema en otra ocasión. La era de hegemonía europea terminó, y –oh, sí: malas noticias para los detractores de “El Imperio”– la Era Americana apenas está comenzando. La hegemonía europea duró más de quinientos años. Yo creo que la hegemonía estadounidense, que apenas inicia, durará no menos de ocho siglos. Así que, estimados lectores, dispongámonos a vivir junto a la gran e incontestable potencia del milenio.
A diferencia de lo que dijo Porfirio Díaz («Pobre México: tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos»), yo creo que nuestra posición geográfica nos da una ventaja competitiva insuperable. Yo veo que México está en un proceso irreversible que lo llevará a ser una de las cinco potencias del siglo XXI junto con los Estados Unidos. No obstante, mientras mantengamos complejos de inferioridad y envidias frente a nuestros vecinos del norte, en esa medida estaremos destinados al fracaso. El mejor aliado que puede tener México, en todos los sentidos, es Estados Unidos, no Corea del Norte, Cuba, Venezuela o Irán. Si aprovechamos bien esa relación, si somos inteligentes y sacamos lo mejor de ella, sin duda saldremos muy beneficiados: más nosotros de ellos, que ellos de nosotros, como bien apunta el presidente Trump.
Por cierto, el 4 de julio no es tanto el Día de la Independencia, como todo mundo cree, sino el día de la Declaración de la Independencia. Los británicos no se quedaron cruzados de brazos. Una guerra comenzó. Pero esa es otra historia que ya tendré ocasión de comentar.
A todos nuestros amigos estadounidenses: les deseo una excelente celebración del Independence Day.
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