Huauchinango, Puebla: Municipio asentado en la alta montaña de aquel estado, en colindancia con Acaxochitlán, Hidalgo. En los últimos años ha cobrado importancia como destino turístico. Por las empinadas callejuelas de sus poblaciones caminan grupos de turistas nacionales y extranjeros, deteniéndose ocasionalmente para admirar alguna fachada o una vitrina de negocios típicos de la región. Al centro de la cabecera municipal, su plaza principal, frente al Palacio municipal, da cuenta de esas poblaciones soñolientas en las que el tiempo avanza tan despacio, que parece detenerse. Después de la salida de los contingentes escolares, las calles se quedan como suspendidas.
Daniel Picazo, joven abogado, quien fungió hasta marzo de este año como asesor en la Cámara de Diputados, gustaba de adentrarse en estas poblaciones poco renombradas para así capturar la esencia de México. Ese México al cual aprendió a amar desde pequeño. Puebla es una de las entidades que ofrece al turista una variedad interminable de lugares para visitar; artesanías; gastronomía; folclor e historias locales, que vuelven atractivas las poblaciones que aparecen, como de la nada, detrás de alguna alta montaña, conforme se avanza por la carretera. Daniel había aprovechado el tiempo para conocer Papatlalzolco, simpático lugar, sin imaginar el curso que tomarían los hechos a partir de su arribo al lugar. Sus pobladores, en general tranquilos y hasta tímidos, se encienden en un momento ante determinados hechos. Se había corrido la voz de que había individuos ajenos a la comunidad buscando robar niños pequeños. Alguno de los pobladores dio la voz de alarma de que Picazo pertenecía a ese grupo de robachicos. En cuestión de minutos aquella noche se integró un contingente que llevó al despistado turista hasta la cancha municipal, lo ató a un poste y lo sometió a una salvaje golpiza. Posteriormente lo roció con gasolina y le prendió fuego, hasta que murió. Los cuerpos de salvamento intentaron intervenir, sin embargo, los pobladores lo impidieron. Para cuando pudieron aproximarse al sitio de la tragedia, el abogado ya no presentaba signos vitales.
De momento me recordó aquel sonado caso ocurrido en septiembre de 1968 en otra población rural de Puebla, en el municipio de San Miguel Canoa: Un grupo de cinco trabajadores de la BUAP intentaban escalar el Volcán Malintzin. Una fuerte tormenta les impidió avanzar, por lo cual buscaron guarecerse esa noche en el pueblo a las faldas del volcán. El párroco dio por hecho que se trataba de agitadores relacionados con los movimientos estudiantiles que culminaron con los sucesos del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. El mismo prelado hizo correr la voz de que se trataba de agitadores; los pobladores se congregaron para lincharlos. De los 5 trabajadores 2 murieron, además de una persona ajena al grupo de alpinistas.
Es impresionante descubrir la fuerza que tiene la palabra, máxime cuando proviene de personajes con ascendencia sobre un grupo determinado. Esa voz inicial va cobrando vigor en el boca a boca, hasta que se convierte en una verdad absoluta para el grupo, que los lleva a actuar de forma precipitada, atendiendo a los significados que esa voz señala. En una charla reciente con el escritor coahuilense Vicente Alfonso, veíamos la diferencia entre “realidad” y “verdad”. La verdad varía de persona a persona; proviene de la interpretación de la realidad que cada individuo da, conforme a su experiencia personal y sus expectativas. Así entonces, la primera voz que señala su verdad, si tiene los elementos necesarios para lograrlo, se difunde entre el contingente y sucede, como en este caso, que mueve a la acción colectiva ya sin detenerse a pensarlo. La misma energía grupal provoca una euforia que lleva más rápidamente a la acción.
Lo anterior es muy delicado, máxime en estos tiempos cuando “los de a pie” percibimos que las fuerzas armadas no parecen cumplir con su deber: En el estado de Guerrero pasa una procesión de vehículos paramilitares frente a un retén del Ejército que simplemente observa sin actuar. En el puerto de Manzanillo (Colima) llega un grupo de criminales, comienza a revisar contenedores, de 90 elige 20, los gancha y se los apropia. Una operación que duró 10 horas y la Marina, aparentemente, ni se enteró. Ello nos coloca en posición de querer tomar la ley en nuestras manos, con resultados catastróficos, como el caso del abogado linchado. Más bien nos corresponde, como ciudadanía, hacer valer el Estado de Derecho por el cual pagamos con nuestros impuestos.
México es un país maravilloso para explorar, conocer y disfrutar. No permitamos que la sombra de la delincuencia organizada opaque sus grandes maravillas. Actuemos de manera organizada para restituirle todo su esplendor.
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