Una mirada por el retrovisor…   

Yo creo que esta vez Dios quiso darme la oportunidad de mirar por el retrovisor y de darme cuenta del extraordinario don que es la vida; apreciar que Su AMOR jamás me ha faltado.

7 de julio, 2023

Las gotas de la incipiente lluvia veraniega  resonaban sobre el techo del Renault Alpine que conducía Paco Jiménez Laimon, hermano de mi entonces novia, Gloria. 

Iba yo como su pasajero porque mi coche estaba en el taller y yo tenía cita con el Doctor Luque para revisarme una molestia en la rodilla izquierda.

Al ir bajando de las alturas de Contreras, al sur de la Ciudad de México, Paco fue incrementando la velocidad, atravesando la recién nacida colonia de Fuentes del Pedregal.

De pronto, todo comenzó a transcurrir en cámara lenta. Un inmenso lagarto verde oscuro irrumpió sobre la avenida, pero mi amigo no redujo la velocidad. Instantes después, estaba yo de pie, sintiéndome desubicado sin entender por qué nos habíamos detenido.

No nos habíamos detenido. Habíamos chocado a toda velocidad contra  el inmenso lagarto verde, que no era otra cosa que un camión de volteo cargado de grava que permanecía incólume, detenido en mitad de la calle.

De pronto escuché una voz femenina que invitaba a mi ánima cristiana a salir de este mundo ¡a gozar de la paz eterna!

De pronto reaccioné ante las oraciones de la dama diciéndole,

  • ¿Por qué me quiere usted mandar al otro mundo? ¿Dónde está mi saco?
  • Muñequito, olvida tu saco; voy a llamar a la Cruz Roja.
  • ¡No!, por favor llame a casa del Doctor Gustavo Baz, y él me manda al Coronel Grajales para que nos lleve al hospital.

Por fortuna mi memoria funcionaba perfectamente y le di el número telefónico del doctor.

  • Ya viene en camino el coronel que dijiste.

La dama me resultaba conocida, pero no sabía bien de dónde. Muy poco tiempo después, llegó el Ford negro, cuatro puertas del Doctor Baz, y mi amigo y yo nos colocamos en el asiento trasero. Para mi gran sorpresa, la dama que nos había  ayudado, se acomodó en el asiento delantero, y fue entonces que la reconocí.

  • ¡No me diga que usted es Rosy Mendoza!

Con simpática coquetería, y halagada por ser reconocida incluso en circunstancias tan adversas, me dijo que sí, que ella era.

  • He soñado con conocerla desde que me acuerdo, y la vengo a conocer así… 
  • No te preocupes, bebé, pronto vas a estar recuperado y puedes ir a verme a Las Galaxias, para que te dedique mi show.

La hermosa vedette se quedó en casa de Don Gustavo, mientras el Coronel Grajales nos llevaba al Hospital Inglés.

Era el día de San Pedro y San Pablo. Entre ese día y el 7 de julio fui atendido por el Doctor Eduardo Luque, hasta que finalmente se hizo cargo de reconstruirme el Doctor Ramón Rosado Castro, al que aprecio y admiro y con el que he vuelto a tener contacto después de tanto tiempo.

A los 27 años, me sentía inmune a cualquier cosa; “lo tenía todo”, especialmente vanidad. Aunque agradecí a Dios haber salido tan bien  librado, no me di cuenta de la magnitud del milagro que Dios me había obsequiado; había yo recibido yo  la oportunidad de NACER DE NUEVO.

NO ME DI CUENTA

La semana pasada, estaba yo cómodamente sentado en la sala de mi casa, cuando de repente mi brazo izquierdo comenzó a moverse por su cuenta, ¡sin que yo lo moviera intencionalmente!

Siendo como soy, hijo de médico, y de un médico extraordinario además, supe de inmediato que algo no andaba bien con mi cerebro…

Mi temor se confirmó cuando traté de decirle a Dominique, que no me sentía bien. Domi se acercó a mí, dominando su miedo, y rezamos encomendándome a Dios. 

Habiéndome encomendado a la Misericordia Divina, Dominique llamó a los servicios de emergencia, y en pocos minutos llegaron dos ambulancias con 5 médicos y paramédicos, que siguiendo el protocolo aplicable a los derrames cerebrales, me canalizaron y comenzaron a suministrarme los medicamentos necesarios, inmediatamente. A pesar de la confusión del momento, se me quedó grabada la cara de ansiedad de mi muy amada Dominguita.

Gracias a Dios, la prontitud con la que Domi reaccionó, no solamente me salvó la vida, sino que evitó que me quedara hemipléjico, cuadripléjico,  descerebrado, o como un vegetal, incapaz de trabajar y en consecuencia, convertido en una carga.

Ahora, 45 años después de aquel accidente al sur del Distrito Federal, sigo teniendo 27 años, pero en “espejo”; es decir, 72…

Menos de 48 horas después de haber sido hospitalizado en la unidad de terapia intensiva del hospital de Singen, ya podía yo hablar con absoluta normalidad.

Mi memoria no se vio afectada, ni mi capacidad de asociación de ideas, ni ninguna capacidad motriz. Fue así que, hablando con el equipo de neurólogos y cardiólogos que me habían estado atendiendo, les conté que 45 años antes, PERO EN LA MISMA FECHA, había yo estado también a punto de morir.

Por si no fuera suficiente “coincidencia” numérica, me encontraba yo internado en la Unidad de Terapia Intensiva # 14. ¿Por qué importa el 14? Importa porque nací un 14 de marzo.

Tuve la suerte de que mi confesor, el padre Paul Kawang de Tanzania, fue a verme al hospital para darme la Sagrada Comunión y los Santos Óleos. Yo creo que esta vez Dios quiso darme la oportunidad de mirar por el retrovisor y de darme cuenta del extraordinario don que es la vida; de apreciar que Su AMOR jamás me ha faltado y de que Dominguita es la presencia del amor de Dios en mi vida.

Ya llevaba algún tiempo mirando hacia atrás, examinando mi conciencia y tratando de responder algunas preguntas sobre mi conducta de mis 72 años de vida.

Todo esto que les cuento, tiene que ver con un episodio que me sucedió yendo en camión  guajolotero de McAllen a El Paso en Tejas.

En esa ocasión, el sol resplandecía abrasador más allá de su cenit; el viento movía nuestro camión dando la impresión de que podríamos despegar como avión en cualquier momento.

Iba yo absorto en mis pensamientos cuando a mi derecha vi un letrero a la orilla del camino que decía: PECOS.

Yo dejé de ser Julio desde que tenía 3 años para convertirme en PECOS porque mi abuelita (mamá Chichin) me regaló un outfit de cowboy con dos pistolas y un sombrero tejano.

Nada más al verme, dijo,

  • Pareces Pecos…

Y desde entonces he sido PECOS.

Mi nickname se arraigó tanto, que mi querido y admirado maestro Don José Gómez Gordoa, que presidió el jurado de mi examen profesional, dio inicio a su discurso tras la conclusión de mi examen, diciéndome:

  • ¡PECOS, ¡YA ERES ABOGADO!

Un kilómetro adelante sobre la derecha del camino, en mitad del desierto, vi otro letrero que decía: WE GOTTA TALK.

Menos de un kilómetro más adelante, el siguiente letrero solamente decía GOD.

Yo interpreté los tres letreros como un mensaje de Dios que con su singular sentido del humor: me hacía saber que necesitábamos hablar, más bien que yo necesitaba escucharlo. SOY TODO OÍDOS.

Yo creo que después de aquella invitación que leí en el desierto de Tejas, Dios finalmente dispuso que este 29 de junio, tuviera yo la oportunidad de escucharlo Y PRESTARLE ATENCIÓN. 

El final de este  mes de junio cambió mi vida en verdad. No tengo seguro médico, pero mi admirado amigo y compañero Luis Cervantes Muñiz me tendió la mano salvándome la vida por segunda vez.

Espero tener la oportunidad de abundar sobre su generosidad en el libro que pienso escribir con el título: “27/72 UNA MIRADA POR EL RETROVISOR”.

Quiero aprovechar para agradecer a los amigos que han rezado por mí; a los que se han preocupado por informarse sobre mi mejoría; a los que con su cariño consuelan y animan; especialmente a Javier Alvarez de la Peza, que mandó decir tres misas por mi recuperación. 

Y SOBRE TODO, QUIERO DARLE GRACIAS A DIOS, y a nuestra madre, la VIRGEN DE GUADALUPE, así como a mi ángel de la guarda, que bien merece un break entre tanto sobresalto.

AGRADEZCO A DIOS QUE HAYA PUESTO EN MI VIDA A DOMINGUITA, A LA QUE LE DEBO LA VIDA DE MIL MANERAS DIFERENTES.

Ella me ha enseñado que el amor no es un sentimiento sino la esencia de nuestra alma, y me lo ha demostrado desde que tuve la fortuna de encontrarla hace casi 24 años. 

A usted le doy las gracias por la paciencia de leerme. Es una bendición escribir de nuevo aquí; es una bendición que mi brazo izquierdo me obedezca y que mi mano izquierda junto con la derecha, corran sobre el teclado, mientras veo aparecer las palabras con las que le he compartido aquí mi experiencia, y expresado mi gratitud.

    

Para mis hijos Rodrigo y Julio que siempre tengo conmigo.

Stahringen am Bodensee

Baden Wurttemberg, Alemania

Julio 7 de 2023.

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