Es un disparate lo que se dice en algunas columnas y/o mesas de análisis político y que permea a la gente poco avezada en temas políticos: que López Obrador deja a Claudia Sheinbaum para ser el poder detrás del trono. De entrada, todo intento presidencial por intentar continuar en el poder ha terminado sumamente mal, y el que mejor lo sabe, apasionado conocedor de la Historia de México, es justamente el presidente Andrés Manuel López Obrador. Desde Obregón, que acabó asesinado en sus afanes reeleccionistas, hasta los disparates de los dos presidentes panistas de llevar a la silla presidencial a sus esposas.
Aunque haya sido aquello una obscenidad, sí sucedió, pasando por los laberínticos intentos de Salinas de Gortari, Miguel Alemán e incluso Don Plutarco Elias Calles, que no obstante el periodo del “Maximato”, donde por medio de interpósitas personas (tres presidentes consecutivos) logró seguir mandando durante un sexenio, el primero en nuestra Historia, a la postre acabó siendo llevado al exilio a los Estados Unidos por órdenes del General y ya presidente Lázaro Cárdenas, donde ni su pijama le dieron tiempo de quitarse al conducirlo hasta las escalinatas del avión. Parecido es el caso de Luis Echeverría con López Portillo, que ante la inusitada actividad política del ya expresidente, por consejo de Don Jesús Reyes Heroles, su secretario de gobernación, fue enviado como embajador a las antípodas (Australia, Nueva Zelanda e Islas Fiji).
Fruto prohibido es, pues, en México el tema de la reelección presidencial. Así que, ante la natural preocupación de AMLO de que sus obras se vean truncadas y aún en supuesto, pero lejanísimo caso que el rumbo de Nación ya marcado fuese desviado, no intentaría influir en política. Pero eso sí, nos dejó a los Ciudadanos una herramienta que aún no se aquilata como es debido, que es el ejercicio democrático de revocación de mandato, con el cual, mediante las urnas, el pueblo elector tiene la posibilidad de quitar de su encargo al presidente en funciones, y es ahí a donde sí colocó una especie de candado, no sólo para evitar ver truncado su legado, sino para también, ante cualquier tipo de abuso y/o ineptitud por parte del presidente en turno, tener la posibilidad de relevarlo a la mitad de su sexenio, esto sin la necesidad de golpes de Estado, revueltas sociales o cualquier tipo de evento violento que ponga en riesgo la estabilidad política y social del país.
Serpientes léperas, y no me refiero a algún otro candidato, servidor público y/o aspirante a la presidencia al 2024, sino a todo aquel que, con negras intenciones, sugieren, faltándole el respeto a la doctora Sheinbaum, que necesita de algún titiritero para que gobierne el país de 2024 a 2030. Estemos confiados en que lo hará y muy bien, mejor que no pocos varones exponentes de la política mexicana, al tiempo que nuestro México rompe ese llamado “techo de cristal”, que por cierto, ya en ese renglón íbamos atrasados respecto a la mayoría de los países de la América Latina y el resto del mundo.
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