El estilo de Donald Trump ya lo conocemos, dado su peculiar característica que le permite la Constitución de su país de haber sido ya tanto candidato como presidente. En México sabemos que hay dos Trumps: uno en campaña y otro ya en funciones de primer mandatario. El primero se vende a su base, les dice lo que él sabe que los estimula, sin filtro alguno. El otro, ya presidente, es capaz de incluso pasar de la ofensa a la abierta adulación. Y así lo constatamos todos con su trato a Andrés Manuel López Obrador: de sobajar a México, sus líderes y su población a aplaudir y llenar de elogios a AMLO luego de su discurso pronunciado en su visita aquella a Washington; de vociferar en contra del TLCAN a firmar otro acuerdo comercial aún con más ventajas, en su conjunto (directas e indirectas) para nuestro país.
Ahora en esta oportunidad, ya no se mete con el acuerdo comercial trilateral, al contrario, pero si continúa con su cantaleta de los mexicanos como “invasores, narcotraficantes” y otras linduras, como la de prometer deportaciones masivas, que sabemos ya que no las habrá (así cómo no construyó un solo metro se su famoso muro), dado que en buena medida a la economía de ese gigante la mueven millones de trabajadores mexicanos allá radicados.
Está bien que se le haya respondido, por parte de Marcelo Ebrard y la presidenta electa Claudia Sheinbaum ante un fragmento de un discurso que se manipuló quizás, presentando sólo un fragmento o que simplemente se malinterpretó con eso del “IQ menor a 50”. El mensaje no era para Marcelo (tampoco nos pensemos tan importantes para la política estadounidense) sino, según se escucha, ya sin edición en sus peroratas, para el todavía presidente Joe Biden.
¿Qué va a pasar con México si Trump gana? Nada extraordinario, y el que esto escribe lo adelantó desde su campaña al periodo en el que fue ya el inquilino de la Casa Blanca. A lo mucho es que haga que pongamos, echando mano de nuestras fuerzas federales un tapón en el río Suchiate, frontera con Guatemala (cosa que también ya sucedió), y así pueda presumir si le da la gana que “dobló al gobierno mexicano”, que no pasa de ser retórica vacía, frente a una relación bilateral indisoluble ya, al constituir un bloque comercial junto también a Canadá.
La problemática de convivir con ese vecino tan poderoso ya la conocemos de sobra y desde hace no pocas décadas. En fin, no podemos comprar a Donald Trump pleitos de esa forma, tan baratos, algunos (como la falsa alusión a Ebrard) de plano gratis, a la manera (por ejemplo) que el Vicente Fox presidente le compró los pleitos al entonces Jefe de gobierno de la CDMX, López Obrador, que uno de los frutos que cosechó Fox con eso fue el de hacer crecer su figura, la de AMLO, como la espuma, que es lo mismo que se ha hecho en México con el Trump candidato, desde tiempos de Luis Videgaray, Canciller, hasta los de Claudia Sheinbaum, presidenta electa.
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