“Si confiamos a unos analfabetos (políticos) el poder de decidir sobre cuestiones de las que no saben nada, entonces ¡pobre democracia y pobres de nosotros!” –Giovanni Sartori1
Las elecciones de 2024 se acercan. Oficialmente, estamos en la etapa de precampaña y el fulgor de los embates políticos-electorales ya es palpable. De acuerdo con el INE1 , en el 2024 estaremos votando por 500 diputadas y diputados –300 por voto directo–; 128 senadoras y senadores –64 por voto directo–; y, por supuesto, una presidenta o presidente –aunque todo indica que será la primera vez que una mujer alcance el cargo presidencial en la historia del país–3. Aunque durante el 2023 se han develado escándalos, discusiones y mucha polémica típica de nuestra política mexicana, no cabe duda que estas elecciones serán las más importantes de esta primera mitad del siglo XXI.
Votar es una responsabilidad esencial de nuestra vida política. Se ha trivializado al esparcir la idea de que el voto no funciona, que todo está comprado o que simplemente es una formalidad. Así, muchas ciudadanas y ciudadanos optan por no prestar la debida atención y –en el peor de los casos– ni siquiera emitir un voto en la urna. Tal realidad no es –como suele defenderse– un acto de castigo político. Al contrario, es una falta de comprensión de la realidad política y del deber que tenemos como ciudadanos de la república. Para empezar, rara vez se menciona que votar sí es un derecho, pero –y lo más importante– es un deber. El artículo 36, fracción III, de la Constitución, dice explícitamente que es una obligación “votar en las elecciones, las consultas populares y los procesos de revocación de mandato en los términos que establece la ley». Lo cual –como he mencionado en otros artículos– es un compromiso tácito con lo establecido en el artículo 40, «es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica y federal…”.
Así, una de las distinciones fundamentales de una «república» es, precisamente, la defensa de los derechos –libertades– de todos sus ciudadanos. Tal como explicó en su momento Kant:
“La constitución republicana es aquella fundada, en primer lugar, según los principios de libertad de los miembros de una sociedad (como seres humanos); en segundo lugar, según los principios de la dependencia de todos de una legislación común (como súbditos) y, en tercer lugar, en conformidad con la ley de la igualdad de la misma (como ciudadanos del Estado)”4. Lo que nos está explicando es que, en la república, se buscan defender aquellas libertades –derechos– propios de los seres humanos en tanto personas. Para ello, se distribuye el poder para tener una ley que aplique a todos para garantizar que todo ser humano pueda ser tratado como tal. Ahora, uno de los mecanismos más importantes para asegurar la estabilidad de la República son los famosos pesos y contrapesos constitucionales, donde ningún poder estatal amase más influencia por encima de otro. Tomando en consideración que el poder soberano emana siempre de las y los ciudadanos, aquí es cuando el voto se torna crucial. Pues, para que la democracia republicana se preserve, se han de cuidar estos mecanismos de pesos y contrapesos, ya que “si no se vigila el trayecto, si en la transmisión del poder los controlados se sustraen al control de los controladores, el gobierno sobre el pueblo corre el riesgo de no tener nada que ver con el gobierno del pueblo”5.
De esta manera, el voto cobra su importancia fundacional en la defensa de la vida democrática. Hacerlo a la ligera, vender el voto, o abstenerse, son –en realidad– una vulneración a esta obligación que todas y todos poseemos. Ojo, y no sólo es votar, si no –usando una expresión harta común del mundo empresarial– darle seguimiento. ¿Qué ha hecho la o el candidato? ¿Cumplió o quebrantó su promesa electoral? O –como dicen ahora– ¿resolvió o no falló?: “Insisto: participación es ponerse en marcha por uno mismo, no que otros te pongan en marcha no que te movilicen desde arriba”6.
Con el objetivo de ofrecer un criterio objetivo que permita facilitar y tomar una decisión más consciente de por quién se ha de votar, presentó un triple criterio sencillo que ayude a las y los lectores a que puedan analizar su realidad y elegir con mayor objetividad.
Todo servidor o servidora pública debe trabajar hacia el “bien público”
Toda comunidad política se constituye para alcanzar y proveer todos aquellos bienes con los cuales las comunidades puedan realizar su vida en plenitud. ¿Qué quiere decir? Que todo servidor público debe favorecer aquellas acciones que, realizadas en conjunto con otros órganos del Estado –así como con la ciudadanía–, permitan a todas las personas desarrollar buenas vidas en comunidad:
“[…] el hombre encuentra la unidad en el orden social y político como una exigencia ética proyectada espontáneamente por su misma naturaleza racional. De aquí que el Estado y su poder no tengan su origen ni justificación en el mero consentimiento, sino en la necesidad de una autoridad regulante que brota de la naturaleza misma de seres inteligentes y libres que requieren de una jerarquía de funciones para alcanzar mejor su fin”7.
Naturalmente, para que este criterio funcione, es necesario cuestionarse las siguientes variables: la trayectoria –acciones– políticas de la persona; el partido –su historia, logros y fallas–; la viabilidad de sus propuestas –reales, no deseos–; y, muy importante, preguntarse no sólo como miembro de una clase social a la que se pertenece, sino como miembro de la comunidad. Por ejemplo, si dice que va a fortalecer las clases medias también se ha de examinar qué pretende hacer con los menos privilegiados; lo mismo del otro lado de la moneda, si quiere defender a los «pobres», ¿qué piensa hacer por las otras esferas sociales? Como se citó arriba, la democracia es construcción de todos y para todos. La exclusión de algún derecho, de algún sector, siempre será indicativo de una política perversa.
Todo candidato o candidata que aspire a políticas autoritarias queda automáticamente fuera del juego
El criterio no necesita mayor explicación más allá de poder identificar –objetivamente– a los autoritarios, autócratas –e incluso, posibles fascistas– que andan vestidos de ovejas y afilando sus colmillos. Hay muchos estudios al respecto. Sin embargo, considero que Steven Levitsky y Daniel Ziblatt lo han resumido con claridad en los siguientes puntos que parafraseo8. Antes de votar, pregúntese si el o la candidata presenta estos rasgos:
- Rechaza –tanto en su discurso como en acciones– las reglas democráticas del juego.
- Niega la legitimidad de sus oponentes.
- Tolera o alienta la violencia.
- Expresa una voluntad de restringir libertades de sus opositores –o los califica negativamente sin ninguna evidencia–.
Entonces, ¡es un político o política autoritaria! La democracia es el gobierno del diálogo, desacuerdo y consenso. Cualquier persona que aspire a un cargo público es porque va a defender las instituciones, que son expresión del bien público. Por ello, si desacredita organismos que fortalezcan los contrapesos de poder, sin evidencia alguna, así como incitar la violencia a raíz de señalar a ciertas personas o sectores de la sociedad casi como monstruos o villanos, tal candidata o candidato no tiene ningún interés en el bien público, que es –en palabras de Luis Villoro– un gobierno que no excluye a nadie. La libertad política «sirve para proteger al ciudadano de la opresión. ¿Pero cómo? Lo decía con espléndida concisión, hace más de dos mil años, Cicerón: “somos siervos de la ley con el fin de poder ser libres”9.
Cuando no hay más opciones, el voto de castigo se convierte en la solución más práctica
¿Qué significa esto? La democracia es un proceso que debe ser “tamizado”. Una meta de cualquier democracia sana es tener los mejores políticos y partidos. Para ello, hay que ir excluyendo –por medio del voto– aquellos que han probado ser ineficientes, corruptos o autoritarios. Al final, se reduce a esto. Si se está conforme con la gestión actual, se da el voto de confianza. Si se está insatisfecho o inconforme –analizables a través de los dos primeros criterios–, se deberá votar a favor de la oposición.
1 Sartori, Giovanni: La democracia en 30 lecciones, trad. de Alejandra Pradera, (México: Penguin Random House, 2018), p. 40.
2 Consultado en la página oficial: https://www.ine.mx/voto-y-elecciones/elecciones-2024/eleccion-federal-2024/.
3 «“Ambas tuvieron que enfrentar y derrotar un sistema hecho por y para hombres. Que dos mujeres se hayan abierto camino en este deporte de contacto tan rudo como es la política mexicana tiene un gran mérito que hay que valorar”, coincide el experto en comunicación política Luis Antonio Espino». “Quiénes son Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, las dos aspirantes a convertirse en la primera presidenta de México”, redacción de Marcos González Díaz, BBC News Mundo en México, 7 de septiembre de 2023. Disponible en: https://www.bbc.com/mundo/articles/cevzjyy02kko.
4 Kant, Immanuel: Hacia la Paz Perpetua, trad. de Gustavo Leyva, (México: FCE, 2018), p. 11. Énfasis original del texto.
5 Sartori, Giovanni: La democracia en 30 lecciones,… p. 21. Énfasis original del texto.
6 Ibídem, p. 35.
7 González Uribe, Héctor: Teoría política, (México: Porrúa, 2017), p. 247.
8 Cfr. Levitsky, Steven y Ziblatt, Daniel: Cómo mueren las democracias, trad. de Gemma Deza Guil, (México: Ariel, 2020), pp. 33-35.
9 Sartori, Giovanni: La democracia en 30 lecciones,… p. 68.
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