Además del “Caralibro” que abrí hace unos 12 años solo he tenido dos cuentas más: la de mi negocio que solo yo manejo y una a la que mando todos mis textos porque siempre me estresa perderlos en alguna mudanza. En los últimos 15 días me han llegado mensajes, tanto a la página de mi negocio como a mi refugio literario, provenientes de perfiles de dudosa credibilidad. Me informan que supuestamente infringí delitos cibernéticos y que esa cuenta será bloqueada si no entro a tal o cual link para aclarar el tema, lo que es imposible porque yo únicamente publico los horarios de servicio.
Mientras escribo esto entran a mi teléfono llamadas de números desconocidos cada quince minutos sin exagerar. Jamás los contesto pero si lo hago me transfieren a otro conmutador en donde me informan que ya me toca hacer cambio de equipo en mi compañía telefónica o que he sido ganadora de un premio o bono por mi historial crediticio y que tengo que mantenerme en la línea y dar mis datos personales para gestionar la entrega de mi premio.
A mi SMS llegó antier un mensaje informándome que una empresa de paquetería intentó entregar en mi domicilio dos veces un paquete sin éxito y que necesito depositar $3.00 para que me lo vuelvan a enviar, piden los datos de alguna tarjeta para hacer el cobro. Llegan también mensajes de mi banco informándome que se rechazaron pagos y que los autorice o que la compañía de transporte que usan mis hijas me cobra un peso cada tanto tiempo o que tengo descuentos y regalos pendientes en ser enviados.
Francis me cuenta que en YouTube le llegó un mensaje del propio presidente de México invitándola a invertir en acciones de Petróleos de México. En Facebook e Instagram el empresario más prominente del país promete compartir su secreto para ser millonario si entras a un enlace que viene allí. A finales del año pasado estuvieron llegando a mi Messenger, y por lo visto al de muchos conocidos, el mismo tipo de solicitudes de ayuda por parte de amigos o familiares en aprietos que prometían pagar la cantidad al siguiente día por encontrarse en ese momento imposibilitados para obtener dinero de otra forma y resolver un problema gravísimo.
En mi noticiario de confianza advierten todo el tiempo sobre los fraudes telefónicos haciéndose pasar por el bancos, pidiendo información para evitar cargos no autorizados y de otras tantas modalidades de extorsión como llamadas de familiares en apuros, secuestrados o en problemas; o pidiéndoles a las personas trabajadoras del hogar medidas urgentes para ayudar a los miembros de la familia como sacar las joyas o los objetos de valor y llevarlos a algún punto en donde supuestamente estarán las personas esperando para venderlas y remediar la emergencia.
Pirámides, fraudes telefónicos y cibernéticos, empresas fantasma, estafas a través de páginas de citas y un sin fin de variantes hacen de nuestra vida cotidiana un verdadero estanque lleno de cocodrilos. Dicen que los adultos mayores son los más proclives a caer en los engaños, pero la realidad es que todos estamos expuestos y somos vulnerables. Y es que pareciera que el mal llamado “dinero fácil” fuera la única salida para muchísimos delincuentes que no escatiman en tiempo y creatividad para inventar un tipo de estada tras otro y digo que no es dinero tan fácil porque se requiere de más esfuerzo idear formas tan novedosas cada día para engañar a la gente; desarrollar incluso aplicaciones y conformar empresas para llevar a cabo los fraudes en vez de buscar algún trabajo honesto ocupando ese mismo talento. Parece que el dinero sabe mejor y vale más cuando se le quita a otra persona a la mala.
Esto no es nuevo, yo recuerdo en aquellos lejanos años anteriores al internet que llegaban por correo a las casas o empresas anuncios o invitaciones a participar en pirámides, una especie de multiplicar la inversión en pocos días o notificaciones sobre viajes regalados o herencias de algún familiar lejano; en la sección de clasificados de los periódicos se ofrecían todo tipo de servicios que muchas veces no existían o eran métodos para atraer a personas ingenuas que mordieran el anzuelo y cayeran en la trampa de la promesa de encontrar el negocio Perfecto.
No hay tregua en este círculo vicioso.
La trampa es tan antigua como la humanidad y las formas de estafar son tantas como peces en el río. Ahora incluso las nuevas generaciones obedeciendo a su impulso de clasificar y nombrar todo las ordenan por tipos con nombres en inglés como si desde siempre no supiésemos todos que este tipo de crimen organizado toca a nuestra puerta todo el tiempo.
¿La solución? El escepticismo, la única forma de no ser víctimas de fraudes es dudar de absolutamente todo, no dar seguimiento a llamadas, no seguir ningún tipo de enlaces ni responder mensajes, no compartir con nadie nuestros datos personales y estar conscientes de que la posibilidad de que un millón de dólares llegue a nuestras manos de la nada es completamente imposible.
Como decía Hector Suárez: ¿Qué nos pasa?
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