Como he comentado en mis anteriores columnas, muchos médicos, enfermeras, odontólogos, fisioterapeutas, técnicos, laboratoristas y rehabilitadores en México no han sido vacunados por ser personal sanitario, sino por cumplir los requisitos del grupo de edad que su entidad federativa esté vacunando al momento. Muchos, afortunadamente, ya han empezado o concluido su esquema de vacunación, pero varios otros no han podido ser vacunados por no cumplir este condicionante impuesto para tener un control en el manejo de las vacunas. Pero tomando en cuenta la gravedad que las nuevas variantes del virus SARS-CoV-2 son para los grupos vulnerables (donde actualmente se encuentran los jóvenes y los no vacunados), muchos mexicanos han tenido la penosa necesidad de acudir a un gobierno extranjero para poder recibir el esquema de vacunación tan pronto como sea posible, y entre éstos, yo.
A principios del mes de julio tuve la oportunidad de viajar a la ciudad de Miami para poder vacunarme. Decidí esta ciudad por tres factores: 1) los vuelos estaban a un precio accesible (comparándolos en ese momento con ciudades como New York, Houston, Las Vegas y Los Ángeles); 2) los extranjeros tenían mucho mayor acceso a ser vacunados sin necesidad que algún tipo de documentación (según varios testimonios que tuve la oportunidad de investigar); y 3) la forma de moverse en la ciudad y hospedarse fue accesible, con transporte en el sistema del metro y camiones del condado de Miami-Dade y con la reservación de un Airbnb cercano al aeropuerto.
Saqué cita una semana antes en Costco, Walmart y CVS para poderme vacunar con la vacuna diseñada por el laboratorio Johnson & Johnson, conocida como “Janssen”, dado a que quería prevenir cualquier contratiempo que hiciera que no me pudiera vacunar y que mi viaje fuera sin propósito. Al momento de arribar al aeropuerto, no habíamos salido de la sala principal posterior al proceso migratorio, cuando más de 20 trabajadoras del condado nos ofrecían vacunas de los laboratorios Pfizer-BioNTech y Johnson & Johnson a diestra y siniestra, pareciéndose a lo que un mexicano experimentaría al visitar el Mercado de Jamaica en busca de flores de cempasúchil el primero de noviembre de un año pre-pandémico. Simplemente impresionante: vacunas por todos lados y con simplemente llenar un cuestionario (con múltiples idiomas a elegir) que te arrojaba un código QR (y sin preguntar más que nombre, edad, datos de relevancia médica y síntomas relacionados al COVID-19) te podían aplicar la vacuna que quisieras. Te sentabas, te la ponían, esperabas 15 minutos en caso de presentar un efecto adverso, y te entregaban tu comprobante de vacunación de la CDC y podías salir del aeropuerto. Me quedé anonadado.
Saliendo del aeropuerto, ya estaba vacunado, con mis maletas y cancelé todas mis citas de vacunas que tenía para días posteriores. ¿Y qué quedó por hacer los otros 2 días que estuve en Miami? Disfrutar, con las medidas de seguridad establecidas por la CDC a los no vacunados (uso de doble cubrebocas, no permanecer en espacios no ventilados y el lavado de manos constante), de la ciudad, la cual hasta el momento que estuve pareció un mundo completamente diferente al que estamos viviendo en México. Todos sin cubrebocas, totalmente vacunados y viviendo como si fuera 2019.
Mientras tanto en mi querido país, con datos del Actuario y Doctor en Ciencias Matemáticas, el Dr. Arturo Erdely (que se encuentran sustentados y accesibles a todos en su cuenta de Twitter @ArturoErdely), a fecha del 02 de agosto del 2021, hay 18 944 760 dosis de dosis de vacunas sin aplicar, siendo el 21.89% del total de vacunas que han arribado al país. ¿Por qué no han sido aplicadas en el país que ha presumido año con año el éxito de sus programas de vacunación? ¿Dónde están? ¿Qué hace un quinto de las vacunas totales guardadas? En el país donde se proyecta por el mismo doctor una tercera ola con más de nueve millones de infectados activos, y cuyo pico de contagios será solamente un par de semanas antes del retorno “llueva, truene o relampaguee” de clases presenciales y que ha donado más de 400 000 dosis a países de Centroamérica, hay casi 19 millones de vacunas sin aplicarse, mientras que en nuestro vecino del norte, regalan vacunas como si fueran las sobras de la cena de anoche.
A seguirse cuidando, que lo peor no ha llegado.
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