Sociedades polarizadas: la nueva normalidad

Luis Miller Investigador Científico, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC) No hace mucho tiempo, proliferaban los debates académicos y sociales acerca de la polarización política. Nos preguntábamos qué era ese nuevo fenómeno, qué países...

9 de abril, 2025 Cuando hablamos de polarización hablamos de, al menos, tres procesos sociales que se retroalimentan. Voy a detenerme en cada uno de ellos con los datos más recientes sobre España.

Luis Miller Investigador Científico, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC)

No hace mucho tiempo, proliferaban los debates académicos y sociales acerca de la polarización política. Nos preguntábamos qué era ese nuevo fenómeno, qué países estaban más polarizados o qué consecuencias podía tener la polarización sobre la estabilidad de las sociedades democráticas. Sin embargo, los debates sobre la polarización ya no están tan presentes, no porque estemos menos polarizados, sino porque hemos asumido que la polarización es el estado natural de nuestro tiempo político.

Pero ¿qué es esa polarización que ya hemos normalizado? Y, sobre todo, ¿hacia dónde nos lleva la investigación sobre el tema?

Cuando hablamos de polarización hablamos de, al menos, tres procesos sociales que se retroalimentan. Voy a detenerme en cada uno de ellos con los datos más recientes sobre España.

La polarización ideológica implica que nuestra ideología determina nuestros posicionamientos sobre cualquier tema.

Así, en España una mayoría de las personas que votan a partidos considerados de derechas creen que “los inmigrantes deberían ser obligados a integrarse en nuestra cultura” o que “habría que aumentar el gasto en defensa”; las personas que votan a partidos considerados de izquierdas se muestran mayoritariamente en contra de estas afirmaciones.

Por el contrario, la inmensa mayoría de los votantes de izquierdas creen que “el Gobierno debería poner tope al precio del alquiler” o que “se debería poder abortar sin restricciones”, mientras que la mayoría de los votantes de derechas, no. La polarización ideológica en torno a estas medidas ha ido en aumento en las últimas dos décadas, tanto en España como en otros países occidentales.

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Compartir voto nos une emocionalmente 

Además de en lo ideológico, en los últimos años hemos asistido a un aumento de la polarización afectiva. Según los resultados aún no publicados del proyecto Norpol, financiado por la Agencia Estatal de Investigación, la política genera hoy más sentimientos a favor y en contra que cualquier otra identidad social. Es decir, nos sentimos más unidos emocionalmente a aquellos con los que compartimos voto que a aquellos con los que compartimos creencias religiosas o acerca de cuestiones como el género, la orientación sexual o el cambio climático. Esto es algo de lo que también llevamos hablando una década , pero que hoy se hace aún más evidente en España y en otros países occidentales.

Finalmente, empezamos a tener evidencia sólida de lo que he denominado polarización cotidiana, es decir, la diferenciación social, demográfica y geográfica creciente de los votantes de los diversos partidos. En nuestro día a día vivimos en burbujas rodeados de personas que son y piensan como nosotros. La división entre personas y grupos con distinta afinidad partidista trasciende lo ideológico o emocional y alcanza cuestiones como los gustos, los estilos de vida y los lugares de residencia.

La comida ecológica y vegetariana, la música indie, el blues o el jazz, así como asistir a conciertos de música actual o visitar museos, se asocian con el voto a partidos de izquierda. Al contrario, el flamenco, la música latina, los deportes de motor o ser seguidor del Real Madrid se asocian con el voto a la derecha.

Lo importante es que estos tres tipos de polarización se refuerzan entre sí: los partidos se hacen cada vez más homogéneos ideológicamente, las emociones positivas y negativas inundan las evaluaciones políticas y la segregación social y espacial explota también ejes ideológicos.

Las personas vivimos en lugares donde compartimos gustos estéticos, aficiones e ideología con nuestros vecinos, y esta homogeneidad hace que tengamos una opinión cada vez más distorsionada y caricaturizada de las personas que piensan distinto a nosotros.

Compartimos valores aunque no estemos de acuerdo

¿Hacia dónde se dirige el debate sobre la polarización política? Los dos temas centrales de los debates académicos más recientes sobre la polarización tienen que ver con sus causas y consecuencias.

En el terreno de las causas últimas de la polarización política, empieza a estar claro que esta se ha disparado por la ausencia de normas sociales que nos prevengan de ella.

Al contrario de lo que ocurre con la hostilidad relacionada con cuestiones raciales o de género, que está fuertemente sancionada por normas sociales, no existen las correspondientes presiones sociales en el caso de la hostilidad partidista. Es decir, hoy no aceptamos en el debate público insultos o actitudes discriminatorias hacia personas de distintas razas u orientaciones sexuales, por ejemplo, pero sí que hemos normalizado el insulto y los malos modos en política.

Las discusiones académicas sobre las consecuencias de la polarización ponen el foco en la violencia política. Una de las preguntas recurrentes en el clima de polarización política actual es cuándo la hostilidad en opiniones y actitudes se transforma en comportamientos hostiles que en el extremo alcanzan la violencia política.

Una de las conclusiones de estudios recientes es que la mayoría de la ciudadanía está dispuesta a aceptar algún nivel de violencia política si considera esta legítima o de acuerdo con su orientación ideológica.

En los últimos años se abre tímidamente paso la cuestión de las soluciones a la polarización, e incluso se empieza a hablar de despolarización. Esta se produciría cuando la mayoría de los miembros de una sociedad aceptara que, aunque las personas no estén de acuerdo en un tema, comparten los valores que lo sustentan.

En última instancia, el debate ya no es si estamos más o menos polarizados, sino qué consecuencias tiene la polarización y cómo podemos revertir sus efectos más dañinos para la política y la vida social.


La versión original de este artículo ha sido publicada en la revista Telos, de Fundación Telefónica.

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