Sobrevivientes, cada quién su cordillera

Ayudando y no pisando, trabajando y no colonizando ni sometiendo, compartiendo y no acaparando es como una sociedad se hace mejor y más funcional.

16 de abril, 2024

Barbara Lejtik

Este fin de semana, animadas por mi cuñada “Spanish Girl” cuarto fervientes admiradoras y verdaderas conocedoras de la historia de los sobrevivientes de Los Andes tuvimos el privilegio de asistir a una de las cientos de conferencias presenciales que ha impartido alrededor del mundo Roberto Canessa, uno de los multimencionados supervivientes.

De hecho es uno de los dos principales responsables de que hayan encontrado al resto del grupo y de que hoy el mundo entero pueda conocer esa historia extraordinaria de vida.

Sucedió el año en que nací, siempre escuché la historia de un montón de voces distintas. Mis papás estaban impresionados y vieron la primera película mexicana (muy mala, por cierto). Recuerdo que se les acusaba de canibalismo y muchas cosas más, que el Papá Pío Vl los perdonó por haber recurrido a la antropofagia y que eran un referente en el tema de la resistencia humana y el trabajo en equipo.

Tras el estreno de la última película sobre el tema (“La sociedad de la nieve),” se revivió el tema lo que me parece por demás afortunado. Es importante que el mundo conozca esta historia, que nuestros jóvenes la conozcan, que la escuchen, que pregunten más cosas sobre los 72 días que este grupo de personas que volaban de Argentina a Chile en un vuelo que duraría 20 minutos quedaron atrapados en el espacio más inhóspito y remoto de toda la cordillera de Los Andes. Que eran jóvenes, deportistas, amigos previos, que dividieron tareas, que tenían mucha fe, que recurrieron a acciones inimaginables con tal de sobrevivir es lo que se cuenta una y otra vez. El escuchar la propia voz de uno de esos increíbles sobrevivientes ha sido una experiencia para mí invaluable.

Desde el sábado que no dejo de pensar en el tema, me imagino los momentos que debieron haber vivido y de los que nadie habla, la irritabilidad y ansiedad que sufrían, los episodios de desesperación y angustia y también el enorme esfuerzo de cada uno de ellos por sobreponerse a lo malo y trabajar en pro del bienestar y la supervivencia del grupo. No es un evento único en la historia, aunque sí uno de los más románticos. La vida está llena de historias sobre retos de supervivencia humana, Justo en situaciones parecidas nuestros ancestros recorrieron miles de caminos buscando los mejores espacios para habitar, con mucho frío y con mucho calor, con inclemencias climáticas y con amenazas mortales como depredadores, falta de alimento, enfermedades y falta de conocimiento sobre lo que hacían.

También pienso en los sobrevivientes de las guerras, de el Holocausto, de la esclavitud, naufragios, de las pandemias y hoy mismo en este momento de los millones de migrantes que atraviesan las situaciones más agresivas inimaginables para el ser humano con tal de encontrar un espacio para vivir.

Los seres humanos sin duda estamos hechos para esto, todos hemos vivido historias de situaciones límite que nos han puesto a prueba, enfermedades, accidentes, violencia, discriminación, falta de oportunidades etcétera.

Como queda claro en “La sociedad de la nieve”, la única forma de llegar a mejor puerto es trabajando en equipo y siendo considerados, empáticos y compasivos con el de al lado, no entiendo por qué en la historia nos hemos empeñado en hacerlo del modo contrario.

Aun pensamos que invadiendo y sometiendo es como se enriquecen los imperios y esto es completamente,m. Basta solo con preguntarnos qué queda de la gran Alejandría, del Poderoso Imperio Otomano, de los terribles Romanos, Los Piratas del Caribe, el reino Aragonés, en la mayoría de los casos sólo monumentos muy antiguos y viejas historias de batallas épicas por tierra y riqueza en las que se dieron a cambio millones de vidas inocentes y la felicidad y el bienestar de poblaciones enteras a lo largo de muchísimas generaciones. (Atención: Estados Unidos, Rusia, China, Israel).

¿De verdad gana más el que más tiene o el que mejor y más feliz vive en comunidad?

Una pregunta que deberíamos tener todos respondida sin tener que pensarlo. La fuerza del amor al prójimo y del instinto de supervivencia es lo más profundo con lo que contamos las personas, también el espejismo de que solo pasando sobre del otro se nos puede considerar mejores y poderosos, lo que nunca será suficiente y topará con un nuevo reto a vencer para que no se nos desmorone la imagen que nos hemos hecho de ser los mejores y más fuertes.

La verdadera inteligencia de una comunidad, creo yo, consiste en proveer a cada miembro de la tribu de los elementos básicos para su supervivencia en la infancia y de oportunidades para que cuando sea autónomo pueda vivir con lo mínimo indispensable sin dejar nunca de trabajar por el resto del equipo, como en todo siempre habrá gente más talentosa y más trabajadora que genuinamente aspira a tener mejores condiciones lo que no nos exime de que por querer vivir mejor haya que despojar a los menos favorecidos y carentes de fuerza o talento de lo que como miembros de la misma especie les corresponde.

Ayudando y no pisando, trabajando y no colonizando ni sometiendo, compartiendo y no acaparando es como una sociedad se hace mejor y más funcional. Aquí tenemos tantos ejemplos de esperanza, fe, perseverancia y lucha para corroborarlo.

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