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Si no se procesa a Calderón y EPN, MORENA lo pagará muy caro

4 de noviembre, 2020

Ya nos ha quedado bien claro a todos los mexicanos que de 2000 a 2018 tuvimos, a grandes rasgos, a tres vulgares criminales sentados en la silla del Águila. Los resultados: un país en el caos. Pero todo ha llegado a un punto, muy complicado para el gobierno, de definiciones. El electorado no entiende, ni tendría por qué las detenciones de García Luna y Salvador Cienfuegos han sido fruto de una relación bilateral fluida y vigorosa en cooperación mutua con EEUU. Para el mexicano de a pie, las detenciones las hizo el país del norte, y punto. No hay más.

Ahora, el hecho de que el gobierno mexicano no detenga y refunda en la cárcel, de por vida, a cualquiera de estos tres rufianes (Fox, Calderón y Peña Nieto) supondrá, sino es que ya mismo lo hace, sentar el peor precedente de impunidad en la Historia de México. Ello equivaldría al “la corrupción es parte de nuestra Cultura” de Peña Nieto. Dicha declaración aumentó la permisividad para delinquir desde el gobierno, sabiendo que no hay castigo posible.

La salvación simplemente, y en el último de los casos, está en no pisar nunca el país de las barras y las estrellas. “¿Quién necesita ir al imperio?” dirán con sorna los grandes sátrapas, para seguir disfrutando sus obscenas fortunas. Una patente de corso, pues, sin tener que abundar aún más.

Es imposible que la gente se crea el que García Luna y Cienfuegos actuaron al margen de sus jefes, sencillamente porque es imposible. Para el ciudadano mexicano, la detención del abogado Juan Collado no significa casi nada, a pesar de su enorme importancia; la de Rosario Robles, si bien más que merecida, es vista ya cómo un acto de Justicia selectiva, basada en una emoción tan primitiva como lo es la venganza.

El Gobierno, la UIF, la SSP, y la FGR se deben coordinar ya para la detención de un expresidente. Esto bien puede ser la diferencia en que el proceso histórico de la cuarta transformación siente sus cimientos, o se quede en el mismo patético sitio en el que quedaron los famosos, y a la postre inexistentes, “peces gordos” de Pancho Barrio, durante el tristemente recordado foxismo.

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