El pasado 15 de julio fue aprendido el famoso narcotraficante Rafael Caro Quintero quien es acusado por la DEA de ser el autor intelectual del secuestro y asesinato del agente Enrique Camarena en 1985. Esta recaptura se da apenas unos días después de la reunión de trabajo binacional entre el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) con Joseph Biden, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. De inmediato se especuló sobre el nivel de participación de la agencia antidrogas norteamericana en el operativo realizado en Choix, Sinaloa donde la marina aprendió al delincuente.
Aunque la directora de la DEA, Anne Milgram aseguró que su agencia participó en forma activa en la captura del cofundador del cártel de Guadalajara, el cónsul norteamericano Ken Salazar negó esta información y aseguró que ningún personal de la DEA participó en la operación táctica. Asimismo, ofreció condolencias a los 14 marinos muertos por la caída del helicóptero y se congratuló por el exitoso trabajo conjunto en la captura.
El gobierno norteamericano busca la extradición de Caro Quintero para sentenciarlo por la muerte del agente Camarena. Lo consideran el asesino directo y aunque podría no ser juzgado dos veces por el mismo delito, su historial criminal da para ser encontrado culpable de miles de muertes. Los abogados del narcotraficante lograron un amparo para que no pueda ser extraditado de forma exprés, por lo que tendría que realizarse un juicio para su entrega a la justicia estadounidense.
Tras su liberación el pasado agosto del 2013 por una argucia legal, el capo había cumplido apenas 28 años de una sentencia de 40 por el asesinato de Camarena, se comentaba que aún mantenía el control de su organización criminal. A su salida de la cárcel se dice que lo protegió el Mayo Zambada con quien se enemistó después al buscar recuperar el poder y territorio perdido en Sonora.
Informes señalan que fundó el cártel de Caborca, que peleó de forma sangrienta contra los hijos del Chapo Guzmán y del propio Zambada, en la busca de garantizar las rutas millonarias de trasiego de drogas. Aunque no pudo rearmar el imperio construido en los años ochenta, el denominado “narco de narcos” siempre estuvo en la mira de las agencias norteamericanas que no perdonan la tortura y muerte de su agente en los inicios de la lucha contra el narco.
Caro Quintero se hizo una celebridad internacional luego de las populares series de streaming que cuentan las historias de los capos más peligrosos de México. Incluso un sketch radiofónico le atribuyó al narcotraficante el ofrecimiento de pagar la deuda externa del país a cambio de que se le dejara traficar narcóticos en forma impune. Mantuvo un increíble romance con Sara Cosío Vidaurri Martínez, sobrina de Guillermo Cosío Vidaurri, exgobernador de Jalisco.
La historia de colusión entre fuerzas federales y las primeras generaciones de narcos mexicanos aliados en una federación comandada por el desertor policía Miguel Ángel Félix Gallardo, fue una realidad que superó las ficciones presentadas en las series y películas. El increíble crecimiento de las actividades ilícitas de traficantes locales para llegar al impresionante poder que tienen las organizaciones criminales actuales, es un reflejo del fracaso del Estado de derecho mexicano que prefirió aliarse con la mafia delictiva en lugar de combatirla.
Las difíciles condiciones geográficas de muchos estados fronterizos, con la lacerante pobreza, la falta de oportunidades reales y las complicidades de actores políticos conocidos en sexenios pasados, hicieron posible la idealización de figuras delictivas como la de Caro Quintero.
La crueldad con la que se torturó, castró y enterró vivo al agente Camarena fue un detonante que cambió para siempre la lucha contra el narcotráfico en el mundo. Aunque se especula que las rutas clandestinas de tráfico de estupefacientes también eran utilizadas por los servicios secretos estadounidenses para apoyar con armamento a los movimientos golpistas en Centroamérica. Estas acciones han desnudado la doble moral norteamericana, que por un lado se autoproclama como el garante de la democracia y la legalidad y por otro lado es el país de mayor consumo de drogas en el mundo.
La entrega de Caro Quintero al gobierno estadounidense sería un logro importante para la administración del presidente López Obrador, le haría ganar puntos en la siempre complicada relación bilateral. Para la justicia norteamericana el sentenciar al mítico capo mexicano de por vida, es una cuenta pendiente que añora saldar y que ahora está más cerca de cumplirse.
Sin embargo, para México la estrellita en la frente por la extradición del narco de narcos significaría muy poco, como lo fue la entrega del Chapo Guzmán, ya que el negocio de la droga y del crimen organizado sigue sin poder ser controlado por las instituciones de justicia nacionales, empantanadas en la corrupción ancestral.
La rentabilidad económica del narcotráfico, su lavado en bolsas de valores, hacen que perseguir la ruta del dinero ilícito sea mucho más complicada, que en los tiempos de los primeros narcos. La paradoja de esta realidad es que para las economías mundiales el dinero generado desde las asociaciones delictivas también representa importantes activos económicos en las finanzas globalizadas.
El negocio del narcotráfico evolucionó desde hace décadas a la imagen estereotipada del capo con educación básica y sin visión empresarial. Alrededor de las cúpulas mafiosas se encuentran verdaderos profesionales de las finanzas que logran maquillar los espectaculares ingresos monetarios que genera la actividad delictiva, sumado a que el narcotráfico tiene una base social que idealiza a los criminales que logran destacar en el mundo delincuencial.
La imposible lucha contra el narcotráfico ha dejado una estela interminable de asesinatos de delincuentes, muchos actores políticos, policías y agentes, además de enormes recursos económicos invertidos infructuosamente para combatir a sus cabecillas más visibles, que solo lograron una balcanización del crimen organizado que es cada vez más cruel y sanguinario en sus métodos.
La lógica pragmática marcaría que la única opción viable para la erradicación del narcotráfico sería la legalización de todas los estupefacientes, pero esa acción contundente no es apoyada desde EEUU, ni por las poderosa industria armamentista que le da igual vender arsenal a policías, milicias, grupos delincuenciales que a los agentes encargados de pelear una lucha interminable e imposible de ganar.
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