¿Quién ganó las elecciones? Cómo leer los resultados del 6 de junio

Empiezo este análisis enunciando la que para mí es la regla de oro del espíritu democrático: no menosprecies, y menos aún desprecies, a quien no vota ni piensa como tú. Quien la viola, a mi juicio no...

10 de junio, 2021 ¿Quién ganó las elecciones? Cómo leer los resultados del 6 de junio

Empiezo este análisis enunciando la que para mí es la regla de oro del espíritu democrático: no menosprecies, y menos aún desprecies, a quien no vota ni piensa como tú. Quien la viola, a mi juicio no es demócrata. Voy a analizar los resultados del 6 de junio: primero la elección de diputados federales, luego la Ciudad de México, y finalmente las gubernaturas estatales.

La elección federal de diputados

El presidente, Morena y sus aliados se quedaron lejos de alcanzar la mayoría calificada de las dos terceras partes. Pero antes de explicar esto, quisiera dejar en claro las clases de mayoría que existen, pues noto una confusión no solo en muchas personas, sino incluso entre analistas, periodistas y especialistas. El mismo presidente está confundido en este rubro, y aunque su palabra es ley para sus seguidores, lo que dijo en la conferencia matutina del martes 8 de junio es inexacto. El diario El Financiero también está confundido y emitió una información equivocada sobre los conceptos de mayoría en su edición del 7 de junio.

Mayoría simple es aquella que, sin llegar a la mitad más uno, es la fuerza mayor entre varias. Esto ocurre cuando el todo se divide al menos en tres o más partes: sin llegar a la mitad, una de las partes es mayor que las demás. Supongamos que una parte tiene 40%, otra 35% y otra más 25%. Ninguna de ellas tiene la mitad más uno, pero la primera tiene mayoría simple. Aunque similar, no se confunda mayoría simple con mayoría relativa. La diferencia es que en el primer caso hablamos desde el contexto de cuerpos legislativos conformados por muchas personas, y en el segundo caso hablamos de un tipo de votación electoral (300 diputados federales, 64 senadores y el presidente de la república se eligen por mayoría relativa: en un distrito, Estado o todo el país, respectivamente, gana quien tenga más votos, aunque no llegue a la mitad). Para fines prácticos, en nuestro congreso una mayoría simple no sirve de nada.

Existe también la mayoría absoluta, que equivale a la mitad más uno. Si de un cuerpo legislativo de 500 integrantes una fuerza tiene al menos 251, tiene la mayoría absoluta.

Finalmente, existe la llamada mayoría calificada. Como su nombre lo indica, consiste en un porcentaje mayor del 51%. Diferentes constituciones en el mundo establecen, para ser reformadas, distintas mayorías calificadas. En nuestro caso, la constitución ordena que, para modificarse, se requieren las dos terceras partes de los legisladores en cada cámara (habiendo quórum). (Pero además exige la aprobación de la mayoría absoluta de las legislaturas de las entidades federativas. Como son 32 entidades, se requieren 17 legislaturas que aprueben.)

Pues bien, en virtud de los resultados del 6 de junio, Morena por sí sola es una mayoría simple, con sus aliados es una mayoría absoluta, pero se queda lejos de ser mayoría calificada. ¿Qué significa esto? 

Para crear o reformar leyes ordinarias que caigan dentro de la competencia del Congreso de la Unión, se requiere la mayoría absoluta (la mitad más uno). Así, Morena y aliados podrán crear o modificar cualquier ley ordinaria, como lo han hecho. El presidente podrá ordenar a su mayoría absoluta en cada cámara que aprueben, sin mover una coma, sus iniciativas, como ha sucedido. Desafortunadamente, en ese afán de proponer lo que sea sabiendo que se lo aprobarán, se han creado normas anticonstitucionales, como la reforma eléctrica, la ley de hidrocarburos, los datos biométricos, la extensión de la presidencia del ministro Zaldívar en la Suprema Corte, etcétera. En todos estos casos –así ocurrirá también con la extensión de la presidencia de Zaldívar–, el poder judicial de la federación ha declarado la inconstitucionalidad. Si el abuso legislativo del presidente y sus legisladores persiste, seguirán perdiendo en los tribunales.

Ahora bien, la Cámara de Diputados es la única facultada para aprobar el presupuesto de egresos, y éste se aprueba por mayoría absoluta (la mitad más uno). El dinero es muy importante para los programas sociales y para la infraestructura que propone el presidente. Morena sólo tiene mayoría simple, pero logra la absoluta con sus aliados, así que seguirá el presidente teniendo control total del presupuesto y de los dineros, a menos que se le volteara el Partido Verde. Y para el dinero que entra, la ley de ingresos, como toda ley ordinaria, requiere mayoría absoluta en cada cámara, así que el presidente también tendrá control total de los ingresos vía impuestos, a menos que, como el caso anterior, se le voltee el Verde. El Verde se convertirá en el objeto del deseo del oficialismo y de la oposición. Y si el Verde se le voltea al presidente, con el apoyo de Movimiento ciudadano alcanzaría la mayoría absoluta y, por ende, el control de los dineros. Así, Verde y Naranja serán esa gorgeous-person que todos quieren llevar a la alcoba. Orange is the new Green.

El quid es que el presidente no cuenta con mayoría calificada en ninguna de las cámaras. En la nueva cámara de diputados, que entra en funciones el 1 de septiembre, los diputados sumados de Morena, PT y Verde son 280. Faltan 54 para alcanzar los 334 de la mayoría calificada. Supongamos que MC se une al presidente. Los diputados sumados de Morena, PT, Verde y MC son 303; o sea, 31 abajo de la mayoría calificada. Tampoco le alcanza al presidente. Todavía más: supongamos que no sólo MC, sino también el PRD se une a Morena. Los diputados sumados de Morena, PT, Verde, MC y PRD son 316; es decir, 18 abajo de la mayoría calificada. Tampoco le alcanza a Obrador. Esto significa que todo queda en manos del PRI y del PAN.

Obrador se verá obligado a “convencer” o “reclutar” diputados de la alianza opositora, como ya dijo. Si el PRI y el PAN se mantienen firmes, el presidente nunca alcanzará la anhelada mayoría calificada. Si esa alianza legislativa se quiebra, entonces cualquier cosa puede suceder. Y esto es fundamental, porque la cuarta transformación es inviable sin una serie de profundas reformas constitucionales. Por ejemplo, AMLO quiere echar para atrás la reforma energética de 2014, pero, como dice la canción de Christian Castro, no podrá. Quiere también desaparecer el INE y otros organismos autónomos. No podrá. Tampoco podría promover, si lo deseara, una reelección o extensión de su mandato. En todo aquello que requiera mayoría calificada el presidente se queda sin poder. Por eso es válido decir que sin oposición no habrá transformación.

Y ese fue uno de los errores y vicios de origen del actual régimen: una “transformación de la vida pública” excluyente que considera traidor a quien piensa diferente. El presidente podrá contar con 55-60% de popularidad, pero eso no lo faculta a implementar una “transformación” que excluya y satanice al otro 40-45%. Es monstruoso e inviable. Ni aunque tenga uno el 90% de aprobación puede ni debe uno excluir al 10% restante. Y por eso la cuarta transformación está, de origen, destinada al fracaso. No se puede transformar un país como México dividiendo. 

La derrota de Morena y aliados en la CDMX

El resultado en la Ciudad de México podría ser el “Waterloo” de Claudia Sheinbaum. Si no me equivoco, desde 1997 ningún gobierno en la ciudad había tenido un resultado electoral tan adverso como el de hoy. Desde que hay democracia en la ciudad, año 1997, sólo ha gobernado la izquierda: ni Cuauhtémoc Cárdenas, ni Rosario Robles, ni el mismo Obrador, ni Encinas, ni Ebrard, ni Mancera, ni Amieva, vaya, ninguno había sufrido un descalabro tan grande como el del pasado 6 de junio. Claudia Sheinbaum y Obrador acusan que se debe a una campaña de desprestigio, con lo cual estarían descalificando a todos los que no votaron por Morena; estarían sugiriendo que los que votaron por la oposición, que son muchísimos, fueron manipulados, lo cual implicaría considerarlos estúpidos. Creo que es un exceso decir: si gano, el pueblo demuestra que es sabio; si pierdo quiere decir que hubo un complot (campaña de desprestigio) y que manipularon a los tontos votantes de las clases ricas y medias. Eso es a todas luces inválido. ¿Este resultado podría costarle a Sheinbaum sus aspiraciones presidenciales? ¿Usted qué opina?

La ciudad quedó dividida en este y oeste. La polarización es clara. Los ciudadanos de la parte oeste votaron masivamente por Obrador y por Sheinbaum en 2018, pero ahora no. ¿Por qué? Hay muchas razones que lo explican, y una de ellas es el mal gobierno. Si un alcalde gobierna mal aquí en la ciudad, pierde la elección. Si el partido de Sheinbaum y Obrador perdió hasta Cuauhtémoc, una demarcación que siempre ha sido de la izquierda, es que algo están haciendo mal. Vaya, perder Cuauhtémoc es como si el PAN perdiera Benito Juárez. Quizá un cacicazgo como el de Dolores Padierna (que ya se sentía, junto con su marido René Bejarano, Jefa de Gobierno en 2024) no era la cara más pulcra que ofrecer para sustituir a un alcalde morenista que fue malo y posiblemente corrupto. Pero los morenistas, en la orgía del poder, pensaron que la ciudad les pertenecía y que podían hacer lo que quisieran. Yo esperaba que la oposición ganara espacios, pero no que arrebatara a ese grado la ciudad a Obrador y a Sheinbaum.

Desde que el presidente presentó la elección como un plebiscito de su gestión, una toma de posición entre buenos y malos, no se imaginó que la ciudad más cosmopolita, libertaria y progresista del país le iba a dar la espalda: Azcapotzalco, Miguel Hidalgo, Cuajimalpa, Álvaro Obregón, Magdalena Contreras, Cuauhtémoc, Benito Juárez, Coyoacán y Tlalpan. No sólo se quedaron sin alcaldes, sino también perdieron muchos de los diputados locales y federales que se eligen en esas alcaldías. Si el presidente y Sheinbaum creen que ellos están bien y que media ciudad está mal (que es tonta y que fue manipulada por una campaña de desprestigio de los medios), yo creo que los que están mal son ellos dos… con el debido respeto.  

Un lector se molestó conmigo porque dije que la oposición podría ganar importantes espacios en la CDMX y que Sheinbaum y el presidente se llevarían una desagradable sorpresa. El tamaño de la sorpresa: Palacio Nacional va a quedar en una alcaldía que será gobernada por la oposición.

La elección de 15 gubernaturas

En los Estados que eligieron gobernador, la victoria del presidente y su partido fue grande y no se puede demeritar. Ganaron 11 de 15 gubernaturas, y lo hicieron, como dice la canción de Thalía, arrasando. Ahora Morena y aliados son la fuerza que tendrá más gobernadores en México. El resultado es maravilloso para ellos, pero no es relevante para las reformas constitucionales que pretendía –o pretende– el presidente. Es decir, tener tantos gobernadores no le servirá al presidente para llevar a cabo las reformas constitucionales de su cuarta transformación. Y esto no lo digo para demeritar la épica victoria –que reconozco y admiro–, sino para acentuar el punto fino de la realidad: estoy seguro que el presidente habría preferido ganar la mayoría calificada en la cámara de diputados que arrasar en los Estados.

Corolario

Hay temas interesantes que habría que analizar, pero no puedo seguir extendiéndome. Uno de ellos es el gobernador Cabeza de Vaca, que ha perdido la mayoría en el congreso tamaulipeco, así que bien podría sufrir un desafuero. Otro tema es, por un lado, la debacle que sufrió el PRI perdiendo todos los Estados donde gobernaba y, por otro lado, su recuperación en el Estado de México, en el cual sucedió, a menor escala, algo similar a lo acontecido en la CDMX. Habrá que ver también qué fuerzas dominan los diferentes congresos locales. Dignas de análisis son las victorias de Samuel García en Nuevo León y de Evelyn Salgado en Guerrero. También digno de análisis es el agradecimiento público que hizo Obrador al crimen organizado “por haberse portado bien” el 6 de junio, cuando todos sabemos que desde que iniciaron las campañas fueron asesinados 36 candidatos, lo cual demuestra que el crimen organizado nunca se porta bien y cada vez está más inmiscuido en los procesos electorales, lo que propiamente es un indicador de que México se convierte en un narco-estado (si no es que ya lo es). Y, sin duda, el tema más trascendente: el 6 de junio empezó la carrera presidencial de 2024. Conforme avancen los meses, lo importante ya no será Obrador, sino su sucesor, tanto si es de Morena, como si es de la oposición. Así llegaremos al ocaso del sexenio en un abrir y cerrar de ojos. No cabe duda que la figura más importante de la política mexicana en el último cuarto de siglo ha sido López Obrador. Pero nada es eterno y su figura y proyecto se irán extinguiendo, porque para los Ebrards, Monreales, Delgados, Sheinbaums y Noroñas que ya se vieron portando la banda presidencial, Obrador empezará incluso a ser un obstáculo.

Quisiera terminar este análisis subrayando que cada quien ve lo que quiere ver. Para los que loan al régimen, el 6 de junio fue una victoria épica y consolidó al presidente y a la 4T; para los que vilipendian al régimen, fue un descalabro mayúsculo para Obrador. Como siempre, la verdad se encuentra en algún punto entre dos extremos irreconciliables, solo que la polarización –que, como las Erinias, nubla la inteligencia– impide ver la verdad. Y aquí viene a colación una cita de Harold Nicholson que aparece en el célebre tratado de Lógica de Copi y Cohen: «He notado que cuando avanzamos por ambos flancos, al enemigo lo describimos como ‘rodeado’, pero cuando el enemigo avanza por ambos flancos, se nos dice que ‘hemos abierto una brecha’ en su ejército.»  Ahora usted respóndase: ¿quién ganó las elecciones?

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