Buena parte del trabajo de quien esto escribe es seguir las noticias y publicaciones en redes sociales de los organismos y funcionarios educativos de México. Acabo de escuchar al profesor Alfonso Cepeda, dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación decir “El apoyo del gobierno de la República a las maestros y maestros se ha traducido en la redignificación del magisterio”. Esta declaración, por muy cuestionable que sea, permite ilustrar una realidad de la cultura política mexicana y, de paso, de la educación.
En México ya estamos acostumbrados a desconfiar de los políticos y funcionarios. Casi por sistema, les negamos crédito a sus palabras o acciones, porque sospechamos que detrás de la propaganda, sólo se esconden actos de manipulación, de corrupción o de engaño. De hecho, los mexicanos ya tenemos las palabras de “demagogo” y “populista” bastante incorporadas a nuestro vocabulario, aunque no siempre las usamos con propiedad.
De acuerdo con el Centro Europeo de Estudios (ECPS, por sus siglas en inglés) sobre el Populismo, podemos entender al populismo como la corriente política que basa su discurso en contrastar la imagen del colectivo de personas definidas como “pueblo” en las antípodas de otro colectivo conocido como “élite”. El pueblo constituye una mayoría de personas, y en su artículo The Rise and Rise of Populism Jan-Werner Müller explica que los líderes populistas siempre se autodefinen como representantes del “pueblo verdadero”, los que conocen y defienden los “sentimientos de la nación” frente a un conjunto de personas que sólo viven para satisfacer sus propios intereses, para enriquecerse a costa de las penurias del pueblo y para mantener a la gente sometida gracias a su poder e influencia en la industria, medios de comunicación y gobierno.
Si esto sucede en realidad o no, poco importa. Para los populistas el mundo puede entenderse como una constante lucha entre el pueblo sufrido y numeroso que vive oprimido por los potentados siniestros contra los que se debe luchar. Esta forma de interpretar al mundo puede caer fácilmente en los terrenos de la demagogia.
La demagogia es una disfunción del gobierno identificada ya desde la Antigua Grecia. Aristóteles, entre las muchas áreas del conocimiento que exploró, dedicó una parte de su obra al estudio del gobierno. Darin McNabb (2017) lo explica con detalle: Para Aristóteles, la democracia tenía la ventaja de que, mientras más personas participaran, había posibilidad de tomar mejores decisiones. Esto funcionaba correctamente siempre y cuando se respetara la ley. Sin embargo, el sabio griego advertía del peligro de que el pueblo llegara a pensar que su voluntad estaba por encima de la ley ¿Quiénes podían instigar esta idea? Los demagogos.
Los demagogos pueden definirse como aquellas personas que tergiversan el espíritu de la democracia. En vez de que se lleguen a acuerdos y que se represente los intereses de los distintos grupos, los demagogos conducen a la gente con base en sus caprichos, falsas promesas, miedos y prejuicios. El demagogo apela a las vísceras, no a la razón.
Hemos tomado este pasaje conceptual para describir dos males que parecen consustanciales a la política. Pero ahora veamos el caso de México y de la educación. Tenemos un discurso oficial que establece que hay un conflicto ancestral entre el pueblo mexicano y los grandes potentados que saquean las riquezas del país y que buscan imponer su cultura y valores. Los anatemas son la “lógica de mercado”, “la privatización” y “el individualismo”. Todos estos son vicios de una élite oscura a la que se le identifica genéricamente como “la derecha”.
Traslademos este discurso político a la educación. Tenemos a una Nueva Escuela Mexicana y las reformas educativas de 2019 y 2022 que se formularon para “dignificar la profesión docente”, “renovar la educación pública” y desterrar las prácticas de organismos neoliberales internacionales como “la formación de recursos humanos” y las “evaluaciones estandarizadas”. La lógica se mantiene, un pueblo, en este caso, los jóvenes estudiantes mexicanos, a quienes hay que proteger de las influencias negativas que busca imponer la élite.
Hasta ahí podemos decir que cualquier gobierno tiene derecho a defender sus posiciones. Pero el problema es que la educación ha sido gestionada a fuerza de discursos, no de acciones ¿Recuerda usted la pandemia? Escuelas cerradas durante dos años, ninguna clase de seguimiento a los aprendizajes ¿Evaluaciones? Absoluta secrecía en cuanto a los resultados de las pruebas nacionales, rechazo completo a cualquier ejercicio de nivel internacional ¿Nuevos planes de estudio? Programas educativos publicados a destiempo en incumpliendo de la ley ¿Libros de texto? Errores de forma y fondo tanto en su diseño como en su publicación. Pero eso sí, tenemos a personajes como el Director de Materiales Educativos quien en su alocución del 1 de febrero dijo “Hoy, la Nueva Escuela Mexicana no se mide bajo estándares de productividad, de ganancias redituables. Sus libros de texto gratuito son el resultado de humanizar las políticas públicas y del acto revolucionario de confiar en el pueblo. Hoy, aunque les duela a algunos, los libros de texto gratuito son la sonrisa del magisterio indignado y el ceño fruncido de quienes solo aspiran a comercializar a la educación”.
Sin embargo, las palabras palidecen frente a los números. Juan Carlos Yáñez lo resume así: “En estos 4 ciclos el sistema educativo perdió un millón de estudiantes, al pasar de 35 millones 729 mil 114 estudiantes en el ciclo 2019-20 a 34 millones 681 mil 699 en el 2022-23”. Ninguna autoridad de la Secretaría de Educación Pública puede demostrar que la educación mexicana es mejor hoy de lo que era hace cinco, diez o quince años. Lo que sí vemos es una narrativa que busca demostrar que los gobiernos pasados humillaron y persiguieron a los docentes, que trataron a los estudiantes como productos, que buscaron volver a la educación un negocio y que ahora la Nueva Escuela Mexicana nos ha liberado de las cadenas de la colonización cultural. ¿Populismo? ¿Demagogia? Juzgue usted.
Referencias
ECPS (s/f) Populism https://www.populismstudies.org/Vocabulary/populism/
McNabb, D. (2017). La demagogia y el fascismo contemporáneos: lecciones desde aristóteles. Stoa, 8(16), 93-104.
Muller, J. (2018) The Rise and Rise of Populism. En: The Age of Perplexity: Rethinking the World We Knew, Open Mind. https://www.bbvaopenmind.com/en/articles/the-rise-and-rise-of-populism/Yañez, J (2024) Educación en la 4T: ¿avanzamos o retrocedimos?. El Comercio, Febrero 26 2024 https://elcomentario.ucol.mx/?p=66838
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