Un nuevo año inicia, ¿nos comportaremos como lo hicimos en 2020?, ¿intentaremos nuevos esquemas que permitan resolver los problemas creados por la pandemia de 2020? Por los indicios y declaraciones realizadas tanto por el presidente López Obrador, como por los miembros de la oposición, todo apunta a que seguiremos en el México de la polarización, ese México en donde solo se descalifican las acciones del opositor sin proponer un programa de acciones que permitieran que en el nuevo año 2021 se revertieran eficazmente los resultados sociales y económicos provocados por la pandemia de 2020.
Las primeras declaraciones de López Obrador reflejan su incapacidad para reconocer las razones de la pérdida de empleos de la economía mexicana en 2020. Ante la reducción de 227 000 empleos al terminar la temporada navideña, el comentario del presidente fue: “En diciembre, que es un mes atípico desde que está el famoso ‘outsourcing’, la subcontratación, se despide a muchos trabajadores inscritos en el Seguro Social para no pagarles prestaciones, para no entregarles aguinaldos”. De esta manera muestra una vez más su desconocimiento sobre la realidad del mercado de trabajo en el país, atribuyendo la reducción de empleos a un método de contratación utilizado a nivel mundial. Con ello se cofirma que seguirá el intento del gobierno de eliminar esta modalidad de contratación en cuanto se reinicien las actividades del Congreso mexicano para la reforma laboral bajo discusión respecto al “outsourcing”.
Por su parte, el sector patronal mantiene su propuesta para modificar el PTU que consiste en establecer, según el rango salarial, el monto máximo en el reparto de utilidades el cual estará topado hasta 60 días para quienes perciban entre uno y cnco salarios mínimos, y quienes tengan como salario 42 salarios mínimos solo recibirán 1.5 días como parte de la prestación. Ante este panorama, es previsible que la discusión de febrero próximo no conduzca a soluciones que puedan mejorar la creación de empleos en este año.
¿Cuál podría ser una mejor discusión? Un artículo reciente en el NYT (Peter S. Goodman, “Co-ops in Spain´s Basque Region Soften Capitalism´s Rough Edges”) describe el esquema de cooperativa empresarial del grupo Mondragón vigente en España. Este grupo cuenta con una plantilla total de más de 80 000 trabajadores y un ingreso anual por ventas de 14 500 millones de dólares. Compuesta por 98 cooperativas, 6 141 filiales, ocho fundaciones, un mutual, 10 entidades de cobertura y siete servicios internacionales, sus actividades están repartidas en cuatro áreas: finanzas, industria, distribución y conocimiento. En su planeación del año 2020, el grupo Mondragón puso como objetivo para su nuevo modelo de desarrollo “innovación M4Future” un nuevo plan de cuatro años centrado en la transformación digital, la sustentabilidad y la atracción de talento, todos objetivos que muestran una visión moderna de crecimiento en concordancia con los retos de una sociedad del siglo XXI. Enfrentada a la pandemia y sus impactos sobre el empleo, el grupo Mondragón muestra la efectividad de una empresa cuyos objetivos son en verdad los llamados “beneficios de stakeholders, no solamente de shareholders” pregonados como relevantes por los 181 empresarios miembros de la “Business Roundtable de EUA” en 2019. Mientras que estudios realizados en 2020 para verificar si este compromiso se había cumplido ante la pandemia encontraron que no hubo tales resultados en las empresas estadounidenses del Business Roundtable, los resultados de las empresas Mondragón muestran un resultado muy diferente.
En reacción a los impactos negativos de la pandemia sobre sus ventas (caída del 25% de la capacidad de producción previa a la pandemia), el Grupo Mondragón logró mantener los niveles de empleo gracias a una reducción generalizada del 5% en los salarios de todos sus empleados. Esto fue posible gracias al modelo de empleado/dueño prevaleciente entre quienes ahí laboran, modelo que permite a todos los empleados acceso a información financiera de la empresa y participación en las decisiones necesarias para conservar la generación de utilidades y sostener el crecimiento e inversiones en nuevas tecnologías de acuerdo con el plan de desarrollo de la empresa. Según expresa el artículo del NYT, el grupo Mondragón esperaba tener resultados positivos al final del año 2020 gracias a esta estrategia.
Las preguntas que deberíamos hacer tanto al gobierno de AMLO, como a los empresarios mexicanos por lo tanto son:
¿Qué impide a un gobierno preocupado por la generación de empleo y una distribución justa de la riqueza –como argumenta que lo es el de AMLO– pensar en estos esquemas?
¿Por qué le es impensable que sean esquemas privados como el del grupo Mondragón los que en verdad deberían ser incentivados en lugar de sus esquemas de dádivas a la población que no puede conseguir empleos?
¿Por qué los empresarios mexicanos no proponen esquemas de apoyo a “stakeholders” en lugar de seguir impulsando esquemas que favorecen a sus “shareholders”?
Quizá si nos dedicáramos a pensar en el bien común, en lugar de nuestros intereses individuales, podríamos lograr que la 4T se convirtiera realmente en la transformación que necesita México para el beneficio de todos sus ciudadanos. En este año ese sería un objetivo loable para todos.
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