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País De instituciones y de leyes

Ningún país puede ser viable si desmantela sus instituciones de gobernabilidad, ni puede cederle a un solo individuo la totalidad de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

11 de febrero, 2022

Julio Chavezmontes Messner

Poquísimos mexicanos tienen algún conocimiento de la Historia de México y, especialmente del periodo posterior a la muerte de Venustiano Carranza a raíz de lo cual, llegó al poder el llamado grupo Sonora encarnado por Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. Para su mala suerte, Álvaro Obregón creyó que podía pasar por encima del principio revolucionario de la NO REELECCIÓN para dar lugar a un nuevo “Porfiriato”, aprovechando que el invicto general sonorense era muy joven todavía en 1928; no había cumplido siquiera los 50 años de edad.

A mí como católico y como mexicano, NO me simpatiza ni Obregón ni Calles, pero tengo que reconocer que este último, tuvo la visión política y la dimensión de estadista indispensable para reorientar a México por un rumbo sin los sobresaltos de la constante pugna por el poder. El gran legado de Plutarco Elías Calles a México y los mexicanos, fue la creación del Partido Nacional Revolucionario que le rindió a México varios grandes beneficios:

La formación de cuadros de dirigentes políticos formados en la disciplina, la seriedad, la lealtad, y sobre todo la INSTITUCIONALIDAD. Los sectores campesino, popular y obrero (CNC, CNOP Y CTM) junto con la creación de los tribunales agrarios y laborales integrados al Poder Ejecutivo, garantizaron una alianza permanente y diaria entre “la revolución hecha gobierno” y las grandes bases populares.

Gracias al surgimiento del partido único, nació el Banco de México, el Instituto Mexicano del Seguro Social, el Instituto Politécnico Nacional, el INFONAVIT, la UNAM y todas las grandes instituciones nacionales que fueron dándole estructura y rumbo al Estado Mexicano.

Cuando la ambición desmedida que alentaba Álvaro Obregón lo llevó a desafiar el principio de la NO REELECCIÓN, NO fue víctima de un asesino solitario llamado Jose León Toral; Obregón fue ejecutado por cuando menos cinco distintos tiradores, puesto que su cadáver presentaba 21 orificios de entrada de balas de cinco diferentes calibres.

A Obregón lo liquidaron “las corcholatas” que en 1928, querían llegar a la Presidencia de la República, y no se pensaban esperar a que Obregón buenamente se cansara del empleito, (como le decía a la presidencia).

Y esas corcholatas que le ofrecieron el banquete en el restaurante La Bombilla donde degustaron “tamalitos de chipilín”, decidieron revocarle el mandato alcanzado atropellando los principios revolucionarios de no reelección, y teniendo en mente lo que había hecho Obregón en 1927 al asesinar a su compadre y cuñado Francisco Serrano (al que le debía la vida) y a Arnulfo R. Gómez, que se le opusieron como candidatos antirreeleccionistas.

Las palabras de Plutarco Elías Calles, pronunciadas el primero de septiembre de 1928, al rendir su último informe de gobierno, abrieron el horizonte hacia el que México transitó desde 1928 hasta 2018. En las siguientes líneas, podemos encontrar la verdadera fundación de lo que luego fue PRM y finalmente PRI.

Dijo en su informe Plutarco Elías Calles:

“Hay que advertir, en efecto, que el vacío creado por la muerte del señor general Obregón, intensifica necesidades y problemas de orden político y administrativo ya existentes…

“…serenada, decíamos, por el triunfo, la contienda político-social, hubo de iniciarse, desde la administración anterior, el período propiamente gubernamental de la Revolución Mexicana, con la urgencia cada día mayor de acomodar derroteros y métodos políticos y de gobierno a la nueva etapa que hemos ya empezado a recorrer…

“Todo esto determina la magnitud del problema…

“…la falta de caudillos, debe permitirnos, va a permitirnos, orientar definitivamente la política del país por rumbos de una verdadera vida institucional, PROCURANDO PASAR, DE UNA VEZ POR TODAS, DE LA CONDICIÓN HISTÓRICA DE PAÍS DE UN SÓLO HOMBRE A LA DE NACIÓN DE INSTITUCIONES Y DE LEYES”.

Transcurrieron exactamente 90 años entre la muerte de Obregón ocurrida el 17 de julio de 1028 y el advenimiento de López Obrador, el domingo 6 de julio de 2018. A partir de ese momento, se fueron al carajo las instituciones, tal y como lo había anunciado el político tabasqueño.

Ningún país es ni puede ser viable si desmantela sus instituciones de gobernabilidad; ningún país puede cederle a un solo individuo la totalidad de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, incluso suponiendo que se tratara de un superdotado nunca visto. Obregón quiso reelegirse porque estaba convencido de ser el único capaz de gobernar a México, hasta que 21 salvas de pistolería lo ubicaron en la realidad.

Estamos teóricamente a tres años de tener un nuevo presidente de la República. Será necesario reacondicionar la residencia oficial de Los Pinos, asegurándose por medio de una ley federal, que ningún nuevo presidente pueda incorporarle lujos y caprichos como ocurrió con el paso del tiempo.

El nuevo presidente de México no deberá vivir como rey en un palacio, sino como presidente en la residencia oficial que deberá quedar a salvo de las aficiones decorativas de urracas, gaviotas, zopilotas y demás mujeres totalmente palacio.

El Estado Mayor Presidencial deberá volver a ocupar el Cuartel de Molino del Rey. Tendremos que reconstruir las instituciones desmanteladas por este régimen. El actual caudillo todavía tiene bajo la manga sorpresas que darnos.

Fracasó la ley Bonilla; fracasó la Ley Zaldívar, PERO el referéndum de ratificación de mandato, disfrazado de “dizque revocación”, bien puede ser interpretado como un NO TE VAYAS NUNCA, y dar lugar a la prórroga del sexenio hasta que las corcholatas postergadas lo inviten a La Bombilla, o las taquicardias lo manden a consultar los espíritus con Francisco Madero.

No me cabe duda de que cuando pase esta tormenta, México volverá a encaminarse como lo hizo en 1928, para dejar de ser tierra de caudillos, y nación de un solo hombre, para ser finalmente, país de instituciones y de leyes. Los daños acumulados en los últimos tres años, son incalculables; el precio a pagar por esta demencia será costosísimo, pero México lo vale.

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