Agradezcamos a la Academia Sueca la bocanada de aire fresco que nos trae con la designación de Bob Dylan…
Agradezcamos a la Academia Sueca la bocanada de aire fresco que nos trae con la designación de Bob Dylan para el premio Nobel.
La controversia desatada con tal designación viene a refrescar los temas de conversación abrumados por las pésimas noticias que invaden los medios de comunicación y se enfocan hacia temas de mayor altura.
En mis primeros escarceos en la música, con toda la soberbia de la juventud, me expresé con desdén de la música tropical; mi papá me preguntó si había escuchado “Tu Voz”, cantada por Celia Cruz, a lo que respondí con un inseguro “probablemente”. Él me dijo que seguramente la había oído mas no escuchado y me sugirió hacerlo.
Dos o tres días de sintonizar la cascabelera y cosquilleante Radio AI me permitieron intentar escucharla y después de la primera impresión, busqué en la rockola de la tortería, cuyo sonido invadía nuestro departamento a todas horas, la susodicha canción y le invertí las monedas que formaban mi capital.
No me explicaba cómo, el señor a quien no se le podía interrumpir cuando escuchaba sus discos con La Traviata, admirador de Ferruccio Tagliavini, Mario Lanza, Rimski Korsakov, que recorría la sala Chopin hasta encontrar Old Man River o la colección de Mazurcas, que empeñó su reloj para completar la entrada a Bellas Artes para ver dirigir a Kachaturian, o estaba al pendiente de la XELA cuando transmitía a Dvorak o a Vivaldi y lindezas por el estilo, me sugería escuchar a Celia Cruz, la que me atosigaba con su Isla del Encanto y su comercial de Jarritos que buenos son.
Lo platiqué con él y me enseñó que la belleza de la música se podía encontrar en cualquier género, que en las obras de los clásicos también hubo piezas fallidas o deleznables y que lo que había trascendido era lo mejor de cada género y artista, por lo que teníamos que estar atentos a las nuevas expresiones sin encasillarnos en cartabones establecidos; buscando la belleza sin prejuicios la encontraríamos en tantos más lugares que nos sorprenderíamos.
Aceptó bajarse de su pedestal, reconoció el valor de la guitarra eléctrica que en principio le desagradaba, escuchó el rock and roll, juntos descubrimos el bossa nova, me enseñó que tanto Gardel como Cole Porter estaban siendo reciclados y alcanzó a escuchar y disfrutar lo mejor de Los Beatles.
La variedad de la literatura es equiparable a la de la música y, en tanto expresiones artísticas, tienen oportunidad de conjugarse para expresar la misma belleza, podemos escuchar un poema sinfónico y encontrar la musicalidad de un soneto, la canción expresa la belleza de una manera diferente y estremece las cuerdas sensibles de cualquier alma dispuesta.
Poeta, dramaturgo, novelista, cuentista, todos son trabajadores de la literatura y los mejores de entre ellos, conforme el criterio de la Academia, han sido galardonados; mas no son todas las especialidades en las que se ha dividido el trabajo literario; existen los letristas, Gabriel García Márquez reconoció su incapacidad de componer la letra para un bolero, existen los moneros, ¿Quién le negará a Gabriel Vargas la categoría de relator costumbrista a su Familia Burrón?; si agregamos a Yolanda Vargas Dulché con su Memín y a Rius con sus Supermachos y Agachados, integran ya una legión, que se refuerza con los autores de Chanoc, Fantomas, los Supersabios y los importados: Pequeña Lulú, Walt Disney, Hombres X y tantos más que no caben aquí, pero que han trascendido como género.
No cometo el sacrilegio de sugerir un galardón para ellos, ni los trascendentes Quino y su Mafalda o Schults y sus Peanuts, con todo y su calidad y profundidad, no los considero merecedores de tal gracia, mas quedo abierto al futuro reconocimiento de alguno que llegue a la calidad de Bob Dylan.
En el improbable caso de que llegara a tener una opinión válida para sugerir candidato al Nobel de literatura, apoyaría a Lynne McTaggart, en especial por su obra “El Experimentode la Intención”, y sucedería que la mayoría de los lectores ni idea tendrían de quien es esta persona ni de la temática de su obra, tal como se ha dado en muchas ocasiones con los escritores galardonados.
Hoy los puristas del idioma se escandalizan, mañana tal vez haya que abrir nuevas categorías de Nobel para la mejor presentación en video o a la técnica de enseñanza en tercera dimensión que permita, a través del teléfono inteligente, sacar del analfabetismo literal y/o intelectual a pueblos enteros, permitiéndoles con ello cerrar las brechas culturales que cada día se hacen mayores.
Preparémonos para recibir estos avances hoy impensables y fomentemos estas discusiones que enriquecerán la temática diaria y nos permitirán soslayar el lodo informático que nos ahoga.
Los tiempos están cambiando y la respuesta está en el viento. Tengamos apertura de mente para recibirlos.
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