La noche del pasado 24 de enero, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) informó en sus redes sociales que se había contagiado de Covid-19 por lo que se encontraba en tratamiento con síntomas leves y aislado. Durante la conferencia del pasado lunes 25 de enero, encabezada por la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, aseguró que la salud del primer mandatario era estable, estaba aislado y mantenía el control de los asuntos del país, al menos hasta el pasado 26 de enero. Es de destacar que también el magnate mexicano Carlos Slim estaba contagiado y se atendía en el Instituto Nacional de Nutrición.
Desde la noche del pasado domingo, la noticia corrió en las redes sociales donde la polarización desnudó a los malquerientes del polémico presidente a quien le desearon la muerte, otros acusaron falsedad en el contagio, con el común denominador de mezquinas actitudes de odio. La red social de Twitter México debió salir a advertir que sancionaría los mensajes que incitaran el deseo de daño o letalidad ante una enfermedad.
La salud de un presidente es simplemente una cuestión de seguridad nacional, no importa las animadversiones que pueda provocar o las pasiones de sus seguidores. Que un primer mandatario muera a causa de Covid-19 traería enormes desventuras económicas y una crisis política a su país. En el caso de México cualquier ausencia del presidente AMLO desataría una prolongada crisis de liderazgo en medio de la peor contingencia en cien años.
Es lógico que los cuidados y tratamientos del primer mandatario son excepcionales y no están al alcance de los ciudadanos normales que desafortunadamente siguen contagiándose y muriendo por esta terrible enfermedad. La realidad es que para el adecuado desarrollo de un país, la recuperación de un gobernante es crucial, demuestra de forma trágica que la vida de un presidente es más importante que la de muchos de sus votantes. Aunque no deja de ser controversial que se decidiera no informar sobre el estado clínico de la evolución del presidente.
En su momento otros mandatarios tildados de populistas ya pasaron por el contagio, tanto Donald Trump como Jair Bolsonaro, son personajes impresentables, pero la gravedad de que hubieran fallecido por el nuevo virus acarrearía consecuencias funestas para sus respectivos países.
Si el presidente y su gabinete no han estado a la altura de las difíciles circunstancias de la crisis mundial por el manejo de la pandemia pueden ser juzgados y su mandato revocado, gracias a los nuevos instrumentos legales que existen en las leyes mexicanas. Antes de la llegada del presidente AMLO al poder público, no había opciones de juzgar a un extitular del ejecutivo o de efectuar una consulta para su revocación.
Es indudable que la crisis sanitaria está desbordada en el país y en el mundo, desde hace más de cinco semanas el semáforo epidemiológico nacional se encuentra en rojo, por lo que todo ciudadano que enferma y requiere de una cama de hospital padece un verdadero viacrucis. Se sabe que México es el segundo país con exceso de mortalidad en el mundo al registrar más de 274 mil decesos por la pandemia o por factores relacionados indirectamente en el año 2020. Desafortunadamente muchos connacionales fallecieron en casa, víctimas de la imposibilidad de atenderse en un nosocomio ante la saturación del sistema nacional de salud.
Todos los mexicanos saben de la cercanía de un familiar contagiado, amistades y sobre todo de muertos por este terrible mal. A nadie le es ajeno las medidas de sana distancia, el uso correcto del cubre bocas, lavado constante de manos y la necesidad de consumir una dieta balanceada para mantener en estado óptimo el sistema inmunológico. Sin embargo, muchos ciudadanos totalmente irresponsables y temerarios con la salud personal y colectiva, desafían la alta transmisibilidad del virus y siguen sus rutinas como si nunca hubiera existido una pandemia mundial. Es común ver denuncias en las redes sociales de fiestas clandestinas en casas o eventos masivos como los de Chiapas y Estado de México.
La voracidad de los acaparadores del oxígeno medicinal es una triste realidad, el precio del vital gas medicinal se ha ido por las nubes y conseguirlo es una verdadera hazaña para los familiares que tienen la desdicha de tener un paciente infectado en casa. El lucro con la situación de emergencia llegó al robo de varios tanques de oxígeno con la finalidad de revenderlos, las redes sociales están llenas de anuncios fraudulentos que ofertan la renta y compra de tanques y concentradores. Incluso se registró noticias de la venta de un tanque de helio que hicieron pasar por oxigeno medicinal. Pero también existieron ejemplos de heroicidad, como el policía que devolvió una mochila con 30 mil pesos al dueño que la extravió en un baño público de la colonia Doctores, dicho recurso económico estaba destinado a la compra de un tanque de oxígeno.
Es incuestionable que el mandatario no fue lo suficientemente coherente en la promoción de las medidas de contención de contagio, era lógico que por su descuido terminara infectándose en medio de la terrible ola de contagios que azotan al país. La crítica y señalamientos son correctos, sin embargo, el deseo de verle incapacitado o como una víctima letal más, es simplemente ser presa de una miseria intelectual descomunal.
La recuperación del presidente AMLO es crucial y necesaria para que el país retome el difícil camino para superar la crisis económica, sanitaria y de seguridad que padece en estos tiempos tan desesperanzadores. Apostar por los mensajes de odio es abonar a la división, no ayuda a los mexicanos que están padeciendo difíciles momentos. Solo el espíritu de colectividad podrá reencaminarnos a enfrentar el gigantesco reto, creer que la desventura del otro nos hará inmunes de padecerla, es ser simplemente miope y miserable.
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