¿México sin estadistas?

“El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. -Winston Churchill

16 de marzo, 2023 México sin estadistas

El título de esta colaboración podría ser una triste afirmación, pero la dejo como interrogante porque aún hay esperanza: la remota esperanza de que existan estadistas con suficiente talante, prudencia, gran saber y experiencia para dirigir los destinos de México. Políticas y políticos y, por qué no decirlo, ciudadanas y ciudadanos que tengan visión de Estado para construir un futuro promisorio para las generaciones presentes y venideras. Mujeres y hombres que sean virtuosos en los quehaceres públicos, sociales y económicos, que den certeza legal, que construyan Unidad Nacional con las minorías y las mayorías, y sobre todo que no tengan la mentalidad cortoplacista, donde solo piensan en elecciones, en los cargos y en saldar los conflictos políticos que tienen con las instituciones o con quienes las dirigen. 

El estadista en su actuar da valor y honra su palabra. Dignifica en todo momento a la política, al acuerdo y es leal con los principios constitucionales y democráticos, con los cuales accedió al poder. Sabe que su cargo tiene un inicio y un final; sabe que debe cumplir a cabalidad dos funciones principales para su país: el gobernar con justicia para todas y todos, imparcialidad, calidad, estrategia, eficacia, eficiencia, integridad, firmeza, prudencia y reflexión; así como buscar la concordia al hacer política, independientemente de la ideología con cada actor relevante de la vida pública, social, política y económica, lo cual es clave para construir un país próspero con gobernabilidad, gobernanza, seguridad y estabilidad económica en beneficio de las y los ciudadanos. 

 

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El estadista es quien no se erige como líder perpetuo, no se asume como un salvador y mucho menos que tiene la verdad absoluta. Se erige como un constructor del diálogo permanente en favor del Estado, teniendo como metas el fortalecimiento de la autonomía de las instituciones garantes del marco constitucional, de los derechos humanos, de la transparencia, de la rendición de cuentas y de la democratización de los procesos electorales, porque sabe que son las bases para establecer un Estado moderno, con libertad de expresión, controles, equilibrios y con participación ciudadana vigorosa, donde se garantice la posibilidad de la alternancia en el poder, lo cual denotaría un país con salud democrática con derechos y libertades, y no uno donde se descalifica y se restringen abiertamente o de manera simulada las ideas, las voces, el voto y el derecho a disentir, creando un clima de intolerancia que deja de lado el debate democrático y a la razón. 

El estadista fortalece a la democracia, no la vuelve frágil, asimismo, asume la crítica ciudadana, la de los medios de comunicación y la de sus pares con profunda reflexión, mas nunca con ataques sistemáticos, porque sabe que las voces detractoras son el mejor indicador de su actuar, lo cual lo considera y lo convierte de manera asertiva en estrategia para revertir el malestar y la crítica generada; en este sentido. Un estadista se asume como un ciudadano más, dando el ejemplo y no con demagogia, retórica y narrativas, sobre todo no culpa al pasado, porque tiene la claridad que por las fallas de sus antecesores, las y los ciudadanos optaron por elegirlo. El verdadero estadista hace de la crítica una reflexión para fortalecer el Estado. 

El estadista entiende que el pragmatismo excesivo y mal encausado hace que la política pierda dignidad frente a las y los ciudadanos; hace que la credibilidad de la clase política pierda valor al adaptar y viciar su ética en la toma de decisiones. Por ello, para el estadista son más importantes los ideales democráticos y los resultados tangibles. Porque sabe que las fórmulas de simulación, pragmáticas y populistas en la mayoría de los casos se dirigen a satisfacer proyectos personales e intereses de grupos, que están muy lejanos a resolver las grandes necesidades que enfrentan a diario las y los mexicanos. 

Después de las anteriores reflexiones a la interrogante ¿México sin estadistas?, se puede referir a que no se ve a primera vista a una política o político emanado de la 4T que tenga la capacidad de articular una posición y narrativa diferente a la que se dicta en Palacio Nacional para el próximo sexenio. Esa posición y narrativa que a diario divide a las y los mexicanos; mientras en la oposición, la realidad, la indecisión, la fragmentación interna y el tiempo les ha alcanzado y no se ve quién pueda cargar en sus hombros los destinos de una candidatura presidencial sólida para el 2024. No se ve quién pueda inspirar, entusiasmar y hacer reflexionar el voto de las y los ciudadanos .  

Por tal motivo, México enfrenta una de sus peores crisis de liderazgos políticos por la falta de estadistas. La clase política se ve incapaz, sin argumentos, sin oficio político y sin visión de Estado para contrarrestar el discurso y la narrativa de división que se orquesta a diario desde Palacio Nacional. Este discurso de división y denostación intenta acotar los equilibrios constitucionales y democráticos que dan autonomía a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al Instituto Nacional Electoral, a la libertad de expresión y a todo quien no coincida con la política que se asume como transformadora.   

Al día de hoy, no se ve quien pueda llenar los zapatos de un estadista; un estadista que pueda gobernar con el llamado al acuerdo y a la unidad, y no con rencores, revanchismos y polarizando la vida pública mexicana. México es un país al que le urge entre muchos temas: reducir las desigualdades, la pobreza y la inseguridad, así como garantizar el abasto de medicamentos y dar servicios de salud de calidad.  

Sería excelente para México que la clase política y quien aspire a un cargo de elección popular se asumiera como estadista. Si fuera así, México tendría la esperanza de un verdadero cambio; un cambio que deje atrás a la política del “no”, a la política de la “promesa”, la política “ficción” y la política “populista” que le ha restado dignidad, valor y credibilidad a la política de nuestro país. 

Al respecto, cito a Luis Donaldo Colosio Murrieta: “México no quiere aventuras políticas. México no quiere saltos al vacío. México no quiere retrocesos a esquemas que ya estuvieron en el poder y probaron ser ineficaces. México quiere democracia, pero rechaza su perversión: la demagogia”. Y concluyo agregando: México no quiere más fórmulas populistas. México quiere y necesita una clase política estadista con liderazgo y valores, que tome decisiones acertadas, que dignifique a la política y esté dispuesta a dar el rumbo democrático, de derechos y de libertades a nuestro país, alejado de fanatismos y posturas del pasado. 

Twitter: @ChristianCB06

 

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