En la novela Palabras Mayores de Luis Spota (más que referente respecto al asunto sucesorio en México, con especial énfasis en las décadas del PRI hegemónico, donde el Presidente tenía un peso específico abrumador respecto a dicho asunto), se menciona el hecho de que el presidente aún en funciones debe “torear con la mano izquierda; utilizar el arte del engaño” y mucho más. Hemos visto en el ejercicio de las giras de “las corcholatas” que uno de los hermanos de Andrés Manuel se ha alineado abiertamente con Claudia (José Ramiro) y otro más con Ebrard (Pío).
Casualmente, ninguno lo ha hecho con el que sería el natural su paisano y amigo de décadas: Adán Augusto López Hernández. Bien pudiera tratarse de una de las jugadas que a manera de carambola de tres bandas le gusta ejecutar a AMLO. Y es que si lo es, mataría entonces varios pájaros de un tiro. De entrada y si lo de las encuestas va en completa consonancia democrática y se respetarán sus resultados a pie de juntillas, los López Obrador “caerían parados” fuese quien fuese el próximo Presidente desde día uno de octubre de 2024: uno con Claudia, otro con Marcelo y uno más (el propio Andrés Manuel) con Adán Augusto.
Encuestas: el “Diablo” está en la metodología
Cómo mencioné recientemente en otra columna para este medio, dudo que el presidente López Obrador renuncie a su potestad metaconstitucional de decidir a su sucesor, esto, aprovechando la enorme fuerza que tiene como Jefe del Poder Ejecutivo, de modo que la clave no se encuentre, ni de lejos, en las ingenuas encuestas de las encuestadoras que vemos a diario en los medios, y que sirven, en parte, para dar aún más cobertura mediática a dicha dinámica. La única encuesta será el ejercicio que ejecute el partido MORENA, y el secreto, muy posiblemente, se encuentre en la metodología de la misma, que no será telefónica, como las que publican las encuestadoras en los medios, sino territorial (de casa en casa), donde el presidente tiene a la mano información en forma de mapas qué documentan, a detalle, las secciones y distritos electorales adictos a tal o cual aspirante, reservándose a sí mismo la decisión de las rutas qué serian el alma de dicha metodología definitoria.
Al final pues, el hecho de que los dos hermanos aquí citados del presidente, bien podrían estar jugando el papel de despiste, de señuelo, para que (quizás) en el supuesto de ganar un tercero en discordia (Adán Augusto, en este caso), se active otra de nuestras lindas tradiciones políticas mexicanas: la famosísima cargada en torno del aspirante favorecido. Todo esto, claro, está a reserva de algún tipo de berrinche y ruptura del tipo de la de Manuel Camacho en el tristemente recordado año de 1994.
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