Hace dos semanas, se publicó el QS World University Ranking, una de las principales listas de las consideradas como las mejores universidades del mundo.
La Quacquarelli Symonds (QS) es una compañía inglesa especializada en ofrecer diagnósticos de las instituciones de educación superior para que los estudiantes elijan la universidad con mejores cualificaciones. Recordemos que la educación superior es también un negocio y buena parte de lo que atrae a estudiantes (clientes) de todos los países es el prestigio y reconocimiento a la calidad de una institución y de sus programas.
Cada año, QS publica una clasificación de las universidades en un índice o ranking donde clasifica a las universidades asignándoles una calificación promedio con base en seis criterios principales: Reputación académica, Reputación entre empleadores, Proporción de estudiantes por facultad, Proporción de personal internacional por facultad, Proporción de estudiantes internacionales, Redes internacionales de investigación, resultados de empleabilidad y sustentabilidad.
Con base en estos criterios, QS mide hasta qué punto una institución está integrada en la economía global del conocimiento. Por supuesto, no faltan quienes acusen a los rankings internacionales de mercantilizar a la educación o de imponer criterios neoliberales para evaluar un bien intangible como es la educación. Sin embargo, las universidades modernas son parte de una red de conocimientos global y muchos gobiernos e instituciones invierten fuertes cantidades de dinero en contar con programas de internacionalización y desarrollo de proyectos conjuntos (Moshtari y Safarpour, 2024). Hay regiones con una gran cantidad de estudiantes ansiosos por matricularse en las mejores instituciones, tales como África septentrional, India y China, mientras que las universidades de Europa y Estados Unidos se disputan la atracción de talento.
Podría reducirse esto a una simple operación mercantil, pero lo cierto es que estas carreras, títulos y certificaciones forman parte de la generación internacional del conocimiento, sector en el que diferentes países intentan apuntalar su desarrollo.
Podemos pensar en ejemplos como los de Japón y Corea del Sur para ilustrar los casos de los países pobres que se desarrollaron con una fuerte inversión en ciencia y tecnología, o cómo es que Estados Unidos mantienen su preeminencia en la ciencia, la tecnología, la industria editorial e incluso los deportes gracias a sus ambiciosos programas universitarios.
Sin embargo, también podemos hablar de las historias opuestas, de países como los de la región latinoamericana, que no han conseguido ni desarrollo económico ni desarrollo tecnológico, a pesar de contar con las universidades más antiguas del hemisferio occidental, como lo son las de Santo Domingo y la Pontificia Universidad de México, ahora conocida como la Universidad Nacional Autónoma de México.
Causa y Correlación no son lo mismo, pero llama la atención constatar que, de acuerdo con la clasificación de QS, los países de Latinoamérica no están ni entre las economías industrializadas y tampoco con universidades que figuren a nivel internacional. Podemos revisar con rapidez las mejores 10 universidades según QS para constatarlo:
- Massachusetts Institute of Technology (Estados Unidos)
- Imperial College London (Reino Unido)
- University of Oxford (Reino Unido)
- University of Harvard (Estados Unidos)
- University of Cambridge (Reino Unido)
- Stanford University (Estados Unidos)
- ETH Zurich (Suiza)
- National University of Singapore (Singapur)
- University College London (UCL)
- California Institute of Technology (Estados Unidos)
De entre las clasificadas como las 100 mejores, Estados Unidos cuenta con 25 instituciones, Reino Unido, 16, Australia, 10, China (incluyendo a Hong Kong), 10, Alemania, 5; Corea del Sur, 5, Francia, 4 Japón con 4 y Canadá con 4. Es decir, tres cuartas partes de las mejores universidades del mundo se concentran en nueve países.
¿Cómo les fue a las universidades latinoamericanas? La Universidad Autónoma de Buenos Aires fue la mejor calificada al aparecer en el puesto 74, seguida de la Universidad de Sao Paulo (92), la Pontificia Universidad Católica de Chile (93) y la Universidad Nacional Autónoma de México (94).
Si nos vamos al caso mexicano, después de la UNAM, las instituciones mejor evaluadas fueron el Tecnológico de Monterrey, la Universidad Panamericana, el Instituto Tecnológico Autónomo de México, el Colegio de México y el Instituto Politécnico Nacional. Pero solo el Tec pudo aparecer entre las mejores 200.
Ahora, es importante no caer en falsas interpretaciones. La cantidad de universidades en un ranking internacional no es un reflejo fiel de la robustez de un sistema educativo, pero resulta preocupante que las instituciones más prestigiosas del país apenas figuren en el concierto internacional. México es una de las mayores economías del mundo y tiene un rol estratégico como socio en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (ahora T-MEC). Sin embargo, el subsistema donde se preparan y certifican a sus profesionales apenas cuenta con una institución reconocida por su calidad.
Contar con educación superior para toda la población es un imperativo para el desarrollo del país, pero abrir varias universidades y conseguir la ansiada cobertura del 100% en estudiantes matriculados no será suficiente. Las universidades deben ofrecer la máxima calidad en enseñanza, investigación, vinculación social y difusión del conocimiento. Algo no se ha hecho para que las universidades mexicanas no sean un polo de atracción de ciencia e innovación ni siquiera entre las regiones vecinas.
Mientras en México la educación universitaria siga adoleciendo de una inversión insuficiente y de una persistente confusión de criterio entre calidad y cantidad, el desarrollo científico del país seguirá estancado. Ya tuvimos una muestra de esto con el chasco de la vacuna PATRIA que no pudo estar lista a tiempo para atender la emergencia sanitaria de COVID-19. No dejemos que los llamados por Pablo Latapi “templos del saber” que son las universidades, se conviertan en nidos de ignorancia. Las universidades mexicanas deben ser un eje de desarrollo y prestigio para el país, no fábricas de diplomas.
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Moshtari, M., & Safarpour, A. (2024). Challenges and strategies for the internationalization of higher education in low-income East African countries. Higher Education, 87(1), 89-109.
Presupuesto educativo. Obras y no buenas razones
Si quieres conocer el valor del dinero, trata de pedirlo prestado – Benjamín Franklin
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