Las redes sociales como estructuras narrativas

“La narración es lo único que abre el futuro, al permitirnos albergar esperanzas” –Byung-Chul Han, La crisis de la narración (2023, P. 35).

12 de enero, 2024

Las redes sociales someten nuestras publicaciones a la estructura y tipos de expresión aprobados por la plataforma. Esto conlleva a que las narraciones dejen de serlo para convertirse en una acumulación de datos que es lo que las empresas comercializan. 

Las redes sociales son, en sí mismas, estructuras narrativas, que generan herramientas tecnológicas, códigos, algoritmos, maneras de construir publicaciones y parámetros para los contenidos de tal modo que la estructura de la propia plataforma moldea tanto el mensaje como el tipo de interacción que lleva a cabo el usuario. 

Aun cuando se les llama genéricamente «redes sociales» no todas funcionan igual. Twitter, TikTok, Facebook, Instagram, cada una tiene su concepto y sus formas específicas que incentivan la interacción entre el usuario y la plataforma. 

Las redes sociales no son foros abiertos cuyo objetivo es la libre comunicación entre los miembros sino que se trata de espacios virtuales, propiedad de empresas privadas con fines de lucro, cuyos ingresos dependen de recabar los datos que los propios usuarios aportan a partir de sus preferencias, y de los anunciantes que ven en dichas plataformas la posibilidad de promover servicios y productos. Para lograr su propósito, cada red social está diseñada para mantener la atención de un cierto tipo de usuario. Incluso, como lo desarrolla Shoshana Zuboff con amplitud en su libro La era del capitalismo de la vigilancia, “los procesos automatizados llevados a cabo por máquinas no sólo conocen nuestra conducta, sino que también moldean nuestros comportamientos en igual medida”*. Y uno de los mecanismos más eficaces que las empresas digitales tienen para dirigir nuestros comportamientos está en la estructura misma de la red social. 

Ninguna de las mencionadas plataformas son hojas en blanco donde es posible plasmar lo que se desee. En cada una de ellas hay determinados comandos, se alientan cierto tipo de acciones y desalientan –o impiden– otras, poseen características, posibilidades y énfasis específicos que estructuran y perfilan la interacción. Esto deviene en que cada plataforma tiene maneras concretas de crear narrativas: alguna se centra en las imágenes amables, otra en declaraciones verbales breves y polémicas, otra más en el vínculo personal, alguna más en productos audiovisuales. Generar un espacio para 280 caracteres, y crear ciertas condiciones específicas para la réplica y contrarréplica facilita un determinado tipo de expresión, genera un tono y un ritmo y evita el resto. Describirse en fotografías o en videos breves produce un resultado diferente que hacerlo con frases o textos donde se exponen opiniones acerca de los eventos de actualidad o de nuestras preferencias y costumbres. Cada una de estas formas de atraer usuarios aporta información distinta sobre diferentes perfiles de consumo que, gracias a esas estructuras tecnológicas creadas por los diseñadores de las plataformas al momento de conceptualizarlas, le permite a las empresas capitalizar el supuesto servicio gratuito que ofrecen. 

Cuando abrimos un perfil en cualquiera de las redes sociales aceptamos someter nuestros relatos a la estructura y tipos de expresión aprobados por la plataforma, así como al tono, tipo de contenido y dinámica que la propia red genera y que el algoritmo de cada aplicación premia. Esto, lo que conlleva es que las narraciones dejen de serlo para convertirse, debido a la camisa de fuerza intencionada que rige a cada una de las plataformas, en una acumulación de datos que es justamente lo que las empresas comercializan. 

Web: www.juancarlosaldir.com

Instagram: jcaldir

X: @jcaldir   

Facebook: Juan Carlos Aldir

*Zuboff, Shoshana, La era del capitalismo de la vigilancia. La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder, Primera Edición, México, Paidós – Planeta, 2021, Pág. 21

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