No siempre podemos construir el futuro de nuestra juventud, pero podemos construir a nuestros jóvenes para el futuro.
– Franklin D. Roosevelt (1882 – 1945), expresidente de Estados Unidos.
Aunque todos sabemos que la pandemia no ha terminado, cada vez son más las actividades que podemos retomar con relativa seguridad y que además son necesarias para fortalecer o reconstruir la economía, la estabilidad social y, de manera más que importante, la salud emocional de todos.
Sin embargo, ante el retorno a las clases presenciales y cuando podríamos pensar que el factor que más resistencia podría causar sería el miedo a los contagios, nos damos cuenta de que vivimos un fenómeno que tiene mucho más que ver con niños y jóvenes que no quieren dejar la zona de confort a la que se habían acostumbrado, en una fatal combinación con padres que no se perciben capaces de gobernar en sus propios hogares.
¿Por qué sucede esto?
Las razones son muchas, pero la realidad es que volver a la rutina implica también nuevas pérdidas: debemos cambiar horas de sueño por levantarnos temprano, asearnos, vestirnos y salir al mundo; los refrigerios, la televisión y los juegos ya no estarán tan a la mano, y, lo más importante: nuestros comportamientos deben volver a ajustarse a las normas de convivencia que habíamos hecho a un lado.
¿Y cuáles serán las consecuencias?: “A la pereza le sigue la pobreza”
De acuerdo con las palabras que el doctor Francisco Moreno repite en sus interesantes conferencias, es un hecho que las generaciones actuales (en la mayoría de los casos en el mundo) no han tenido que lidiar con guerras, hambrunas, plagas o verdaderas depresiones económicas, muchos de quienes las integran jamás han debido caminar por horas para llegar a sus escuelas y en muchas ocasiones no saben ni siquiera de dónde provienen los alimentos que consumen o el agua que beben. Son niños y jóvenes “educados” por padres permisivos, complacientes y temerosos de perder el amor de esos seres que poco a poco van convirtiéndose en pequeños tiranos.
¿Y qué sucedió entonces con ellos durante el confinamiento? ¿A dónde nos puede llevar eso?
En la etapa temprana de la pandemia mundial, por supuesto ante el temor de contagios y resultados catastróficos, nos encontramos con niños completamente aislados del mundo, pero lo relevante es que, descubrimos también que esto se convirtió en una manera de “esconderlos” de la realidad, cortarles la posibilidad de aprender a enfrentar situaciones de crisis e impedirles convertirse en parte activa de la solución y en seres responsables de su propio cuidado por el tiempo que sigamos teniendo que convivir con un virus que, sin lugar a dudas, llegó para quedarse.
A la larga, y como también lo menciona el doctor, estas generaciones podrían volverse incapaces de actuar ante problemas mayores que se presenten en el futuro y de ahí la importancia de empezar a tomar cartas en el asunto. Debemos formarlos para evitar el miedo y pasar a la acción para hacerse conscientes de sus responsabilidades y para que llegado el momento sean capaces de resolver problemas desde la productividad en lugar de la pasividad.
La escuela es mejor en la escuela
Nuestra excelente psicóloga, Lorena Guerrero, como parte de las conferencias que ofrece a padres y maestros, nos comparte que el concepto de “escuela” nace como una necesidad de crear un lugar donde niños y jóvenes aprendan, además de conceptos y contenidos, todas las habilidades necesarias que les permitan enfrentarse al mundo de manera sana y efectiva.
La escuela se convierte entonces en un “ensayo de la realidad” en todos los ámbitos y de manera especial, en términos socioemocionales. Los niños necesitan estar ahí, adquirir los procesos que les permitan desarrollarse como seres sociales, aprender reglas y volverse tolerantes ante sus conductas y las de los otros y, por supuesto, reconocerse como parte de un mundo en el que todos debemos actuar en pro del bienestar de los demás. “La escuela es mejor en la escuela –nos dice Lorena Guerrero– porque lo que ahí sucede, no puede replicarse en ningún otro lugar”.
¿Enumerar los daños o crear soluciones?
México es uno de los países en el que más tiempo de clases se perdió, lo cual no es sólo un dato meramente estadístico, sino que, evidentemente, nos da un indicador de cuánto trabajo nos queda por hacer. Recuperarnos del rezago académico será, sin duda, un reto, pero el verdadero desafío se centra en las habilidades socioemocionales y en la reconstrucción del sentido de responsabilidad.
¿Queremos escuelas seguras? Necesitamos personal directivo y académico y familias dispuestas a diseñar y cumplir protocolos estrictos.
¿Queremos alumnos que salgan de la zona de confort? Necesitamos padres que salgan de la zona de confort y que sepan guiar asertivamente las conductas de sus hijos.
¿Queremos un país próspero en términos educativos, sociales y económicos? Necesitamos ciudadanos dispuestos a cumplir con su responsabilidad social desde el lugar que les corresponda. Aprendimos del pasado, estamos viviendo el presente y tenemos en las manos todas las herramientas para diseñar el futuro que queremos para nuestro país. Actuemos ahora.
Contáctanos y conoce por qué somos un colegio que está a la vanguardia, ofreciendo a nuestras familias todo lo que necesitan para enfrentar los retos que nos presenta el mundo de hoy y del mañana.
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