Por fin las elecciones llegaron a término, no quiero fatigar al amable lector con un análisis político, ahora mismo hay muchos de ellos, algunos escritos por plumas mucho más capacitadas que la de este servidor, pero podemos intentar una lectura diferente, lo sucedido el domingo 6 de junio es, a todas luces, una interesante manifestación cultural. Para los que no vivieron la época anterior al INE o al IFE, pensar que los mexicanos sabíamos con seis meses de antelación quién iba ganar las elecciones presidenciales o que los nuevos diputados hacían planes aún antes de ser electos, aquellos días les resultarán una especie de ficción kafkiana; el hecho es que así funcionaron las cosas durante décadas porque eran una manifestación más de nuestra manera de ser en el mundo; mientras tanto, soterrada bajo el manto paternalista de un gobierno que en todo estaba menos en lo que debía, se fue gestando aquel raro germen que conocemos como conciencia ciudadana.
En este ejercicio electoral quedó de manifiesto que ni las diatribas del presidente ni las amenazas de candidatos airados, mucho menos de la violencia política pudieron contener a los ciudadanos que se la jugaron con sus instituciones votando libremente; aquellos hechos desafortunados quedaron para el anecdotario y la picaresca, aunque a más de uno les costó el puesto y la esperanza. Desde luego, el primer ganador es el instituto Nacional Electoral que recibió el apoyo y la confianza de los ciudadanos y por lo tanto su derecho de garantizar su sobrevivencia más allá de cualquier coyuntura política, pero también somos los ciudadanos quieres ganamos porque logramos convertir las elecciones en algo más que un proceso para asignar cargos públicos, las urnas hoy son un termómetro de nuestra conciencia y e identidad culturales.
Entre broma y broma la verdad se asoma, decía mi abuela la mujer sabia, y lo digo porque hoy por la mañana me llegó un meme que comparaba a la ciudad de México con el Berlín de la Guerra Fría, nuestro muro imaginario divide en dos mitades la ciudad entre las alcaldías ganadas por la coalición y las que obtuvo Morena y su alianza, desde luego la metáfora es inexacta, pero nos lleva a pensar la manera en que estamos viéndonos a nosotros mismos, como una sociedad dividida por conflictos de clase.
Contra lo que muchos pensaron, ni el gobierno federal ni Morena quedaron abatidos, tampoco las opciones opositoras salieron fortalecidas, tal vez el hecho se explique porque la oposición no ofreció proyecto reales y viables y la ineficiencia e impericia del gobierno quedó subsanada por la potencia de las preguntas que ha lanzado sobre nosotros mismos, nuestra cultura y nuestra identidad.
La desgracia de la Línea 12 del Metro, la ineficiencia en el gobierno y la lentitud del proceso de vacunación así como el pésimo manejo de la pandemia entran, para el ciudadano, en una misma bolsa de agravios; sin embargo, morena se mantiene como la primera fuerza dentro del congreso y aunque deberá recurrir a alianzas para completar la mayoría simple le queda muy lejos la calificada; lo cierto es que sus cuestionamientos en materia de igualdad, marginalidad identidad y expectativas aún no ha sido resueltas; su vocería como izquierda está cuestionada porque no atinan a dar contenido ideológico a sus alternativas, es decir, no explican lo que somos, lo que queremos y el destino al que aspiramos.
La clase media anestesiada por el sistema neoliberal, vendedor de expectativas y de aspiraciones le hizo creer que estaba más cerca de Carlos Slim que de los obreros, le vendió la idea de que con un pequeño esfuerzo, la movilidad social era posible e ilimitada pese a décadas de crisis, de la caída constante de sus ingresos y de la merma de sus expectativas, no parecía haber una toma de conciencia de clase dentro ellas, hasta que no tuvieron enfrente quien les señalará a su enemigo, pero el enemigo resultó ser el prójimo con quien comparte las mismas penurias, el mismo gobierno ocurrente y la misma imposibilidad de la movilidad social.
Para ser francos, los partidos políticos, ninguno de ellos, se presentó como una opción de representatividad y votamos porque era nuestro deber y porque de esa manera expresamos nuestras ideas y nuestros sentimientos, sobre todo estos, respecto del momento político e histórico que vivimos, pero no queda nadie, ni uno solo fuera de las estructuras partidarias, que con sinceridad se siente representado por algún partido político, incluso el que presenta mayor cantidad de votos se llama movimiento y no partido.
Estas señales en el tiempo nos hacen pensar que lo que los mexicanos hemos empezado es la búsqueda, que esperemos sea la final, de nuestra identidad y valores, que consigamos margen de igualdad suficiente, que resolvamos nuestras contradicciones íntimas, nuestra pasión pigmentocrática frente a nuestro malinchismo congénito, nuestra fraternidad frente a nuestros prejuicios de clase, nuestra esperanza frente a las exclusiones de lengua, color, idioma y sobre todo que nos haya quedado muy claro, como al menos parece haber indicios, de que ningún gobierno, ningún mesías cierto o falso hará nada por salvarnos si no es que nosotros, el conjunto silencioso que se manifestó este domingo, construimos el mañana que muchos estamos soñando y muchos más están están ya construyendo.
@cesarbc70
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