La verdad sobre el Litio, la reforma eléctrica que no pasó, y la traición a la patria

El debate ha sido intenso estos días. El lenguaje emocional ha adquirido tonos amenazantes y se habla de traición y de traidores. ¿Qué fue lo que sucedió con la reforma eléctrica y el litio?

26 de abril, 2022 La verdad sobre el Litio, la reforma eléctrica que no pasó, y la traición a la patria

Uno de los puntos de partida lo encontramos en una fecha tan lejana como febrero de 2014. En un mitin, López Obrador anunció que había presentado una denuncia contra el presidente Peña Nieto por “traición a la patria”. Según López Obrador, tenía pruebas contundentes que demostraban que la reforma eléctrica de Peña Nieto se había pactado en Washington y en Londres, que era en perjuicio de México y que, por tanto, se había hecho con “traición a la patria”, además de que los legisladores se habían dejado sobornar para que dicha reforma pasara. Anunció en ese momento que cuando llegara al poder revertiría la reforma energética de Peña Nieto.

El tiempo pasó, López Obrador llegó al poder y, en efecto, puso manos a la obra para desmantelar la reforma eléctrica de Peña Nieto. No acabo de entender por qué no lo hizo al principio del sexenio, cuando tenía muchos más legisladores que los que ahora tiene y cuando su poder parecía incontestable. Se esperó hasta la segunda mitad del sexenio, con un Morena y aliados debilitados en las elecciones federales de 2021 (aunque desde aquel lado ellos insisten en que son más fuertes que nunca, que es un momento histórico, y todas esas cosas). Y entonces sucedió lo que parecía “bola cantada”, para hablar en términos del béisbol: el desmantelamiento de la reforma eléctrica de Peña Nieto no fue posible.

Lo primero que intentó López Obrador, para evitar el arduo mecanismo de reforma constitucional, fue modificar la Ley de la Industria Eléctrica. Para ello le bastaba la mayoría absoluta que tiene en el Congreso federal. El problema fue que al entrar en vigor se registró una lluvia de amparos y los legisladores de oposición interpusieron una acción de inconstitucionalidad. Hace unos días, la Corte resolvió el asunto y no se alcanzó la mayoría de ocho votos para declarar la inconstitucionalidad, lo que el presidente anunció ante sus simpatizantes como un gran triunfo y un día histórico. 

En ese momento yo escribí que una cosa es que la Corte declare la inconstitucionalidad de una ley, o otra distinta es que la falta de esta  declaración implique que la ley sea constitucional. Parece que así lo entendieron los seguidores del presidente (el presidente no lo entendió así, porque él es hábil y es muy difícil tomarle el pelo). Siete ministros encontraron que la Ley Eléctrica (técnicamente modificaciones propuestas por el presidente a la Ley de la Industria Eléctrica) era inconstitucional… y lo es. Tan es así que el gobierno no podrá cancelar contratos otorgados a particulares así nada más; y si los cancela, incurrirá en responsabilidad y perderá litigios no sólo en México, sino ante cualquier tribunal internacional, lo cual significará millonarias indemnizaciones que usted y yo pagaremos. El presidente lo sabe perfectamente.

Aunque López Obrador anunció el fallo de la Corte como un triunfo histórico y los seguidores, de buena fe lo creyeron y lo creen, la verdad inobjetable es que era necesaria la reforma constitucional. Por eso el presidente envió su propuesta y la Cámara de Diputados la votó el Domingo de Resurrección.

Es una retahíla muy socorrida aquella según la cual la oposición está muerta e inoperante, moralmente derrotada, y que no sirve para nada, pero desde esa muerte, inutilidad, derrota moral e inoperación, la oposición rechazó la reforma eléctrica constitucional del presidente y el proyecto fue desechado en la Cámara de Diputados. El sueño de desmantelar la reforma eléctrica de Peña Nieto quedó hecho pedazos y pareció de algún modo que la oposición “resucitó” el Domingo de Resurrección.

El presidente, previendo que su proyecto no pasaría, había preparado un movimiento: nacionalizar el litio. Y así lo hizo ver a sus seguidores ese mismo Domingo de Resurrección al decir que, pasara lo que pasara, estaban blindados contra la traición. El discurso de la traición a la patria despegó a alturas que no se habían visto quizá desde el siglo XIX.

Pero las cosas son como son, y no se pueden esconder. Una cosa es la reforma eléctrica con el fortalecimiento de la CFE, cuestión que no sucederá, al menos en este sexenio; y otra distinta es el asunto del litio. Insisto siempre en que el presidente López Obrador es muy hábil, lo cual me vale el insulto de las personas que no lo quieren, pero es la verdad. López Obrador mezcló los asuntos eléctrico y del litio y manejó el discurso de manera que sus seguidores pensaran que con la “nacionalización” del litio iba a quedar subsanado el rechazo de su reforma eléctrica en el Congreso. Los simpatizantes del presidente lo creen de buena fe, y si uno intenta desglosar las cosas y explicarlas, recibe de parte de ellos interminables insultos y hasta la ya manida –y en esa medida cada vez menos efectiva– acusación de “traidor de la patria”. Vaya, confieso que al principio daba miedo y preocupación que el presidente y sus simpatizantes llamaran “traidores” a los diputados que desecharon la reforma eléctrica constitucional, pero conforme pase el tiempo y se abuse de tal señalamiento, lo de la “traición a la patria” comenzará a dar risa.

Volviendo al punto: la propuesta de “nacionalizar” el litio no tiene nada que ver ni subsana de modo alguno el rechazo, por parte de la oposición, de la reforma eléctrica constitucional propuesta y promovida por el presidente. Son dos asuntos diversos, y aunque los seguidores del presidente crean de buena fe lo que éste les dice, la nacionalización del litio no hará posible la reforma eléctrica que con tanto ahínco busca el presidente.

En los siguientes meses se repetirá la historia: el presidente ya logró que su propuesta de reforma a la Ley Minera (nacionalización del litio) fuera aprobada por el Congreso. ¿Qué dicen estas nuevas disposiciones? Que el litio es de utilidad pública; que no habrá concesiones, contratos, licencias, permisos ni autorizaciones a particulares en esta materia; que la exploración, explotación, beneficio y aprovechamiento del litio quedará a cargo de un organismo público descentralizado (¿AMLITIO?); y que se considera zona de reserva minera aquella donde haya yacimientos de litio. 

Todo esto suena muy bien, y en lo personal soy partidario de que el litio quede bajo el control del Estado Mexicano. Pero disculpe usted si resulto molesto, porque estas reformas a la ley minera, aunque se hayan anunciado como algo histórico para México, algo así como una nueva “expropiación petrolera”, no van a servir de nada. Actualmente hay concesiones en favor de empresas chinas, estadounidenses, inglesas, australianas, canadienses, españolas y mexicanas. Nada cambia que dichas concesiones se hayan otorgado en otra administración, estas empresas se van a amparar y van a ganar los amparos, porque la Ley Minera de López Obrador es anticonstitucional, no porque tenga yo animadversión hacia él (por supuesto que no la tengo ni la he tenido), sino porque conozco el esquema legal en mi carácter de estudioso del Derecho Constitucional. Si López Obrador quiere asegurar el litio de manera efectiva, necesita una reforma constitucional, punto.

Como sucedió con la Ley Eléctrica, los seguidores del presidente creen de buena fe (es la cuarta o quinta vez que digo esto de la “buena fe”, disculpe usted) que ya con la ley del litio (Ley Minera) se acabó el problema. El litio ni se expropió ni se nacionalizó, ni quedó protegido, y si alguien lo cree es únicamente porque el presidente así lo dijo (Princeps dixit!). La Ley Minera del presidente y nada es casi lo mismo.

Le anticipo lo que ocurrirá en los siguientes meses: la Ley Minera del presidente será combatida en tribunales, los jueces de distrito comenzarán a otorgar amparos a estas empresas, probablemente la oposición ejerza una acción de inconstitucionalidad; de ser así, llegará a la Corte y pasará exactamente lo mismo que con la reforma eléctrica: siete ministros la considerarán anticonstitucional y solo cuatro no, de manera que no se logrará la declaración de inconstitucionalidad, lo cual no significará que el gobierno mexicano no vaya estar destinado a perder (bola cantada) juicios en tribunales mexicanos y extranjeros, con las millonarias indemnizaciones que ello implicará; el presidente quizá promueva una reforma constitucional para de verdad proteger al litio, pero ésta no pasará en el Congreso. O sea, ese film de drama nacional llamado Litiomex o Amlitio ya lo vimos, exactamente igual, cuadro por cuadro, en la película de la trunca reforma eléctrica de Bartlett.

Yo sé que muchos seguidores del presidente se enojan conmigo cuando explico las cosas. Lo único que pretendo es desglosar la verdad. La verdad nunca es mía, por eso es más factible entenderla y desmenuzarla, porque cuando la verdad es de “uno”, ya no es posible ni siquiera el diálogo.

Y para terminar, Mario Delgado anda proponiendo retomar la denuncia que presentó AMLO en 2014 contra Peña y secuaces. Pero está proponiendo que sea a través de una consulta, para ver también si el pueblo quiere que los diputados que hace unos días rechazaron y dieron palo a la reforma eléctrica del presidente, sean acusados de traición a la patria. Por su parte, el priísto-morenista Ignacio Mier sugirió “fusilar” a los “traidores”, porque eso es lo que le pasa a los “traidores”: se les pone en el paredón para que el pueblo los fusile. Si bien aclaró que hablaba metafóricamente, quien debería dar el primer paso para subirse al paredón y ser fusilado es él, pues como diputado priísta aprobó el FOBAPROA en 1998 (sí, el robo más grande y vil que ha sufrido México en su historia fue apoyado y avalado por Mier); sí, el estridente Mier da consejos que si se aplicaran a su persona sería el primero en morir fusilado. Y para seguir con esta orgía de ejecuciones –que de tan grotesca parece guerra de pastelazos de una mala película mexicana–, la diputada petista Margarita García exigió “crucificar” a los legisladores del bloque opositor por haber votado en contra de la reforma de López Obrador. 

¿Se acuerda usted de La carabina de Ambrosio? Había un sketch en que un abuelito, protagonizado por Alejandro Suárez, si mal no recuerdo, entraba en cólera y se ponía a dar de bastonazos a un niño, protagonizado por Chabelo. El abuelito vuelto loco golpeaba a diestra y siniestra, pero no atinaba ningún golpe a Chabelo, y cada vez que lanzaba el bastonazo casi caía, pero el mismo Chabelo lo ayudaba a recuperar el equilibrio. En eso se está convirtiendo la estridencia de morena y sus rocambolescas propuestas de dar muerte a los traidores, ya sea exhibiéndolos y juzgándolos mediante consulta (Mario Delgado), fusilándolos (Mier), o bien crucificándolos (Margarita García). Y en la medida que son más chirriantes y estridentes las invectivas, más ridículo es el espectáculo. Con todo respeto, aunque esto pueda sonar como música para los oídos de los seguidores del presidente, va a acabar pasando lo mismo que con la consulta para enjuiciar a los ex-presidentes: nada. Como diría Shakespeare, “too much ado about nothing”.

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