La Verdad descubierta (paradigma) Moderno

El paradigma Moderno describe objetivamente “lo que es”, poniendo en segundo término lo que eso que describe significa para el individuo.  A partir de metodologías y procedimientos pretende sistematizarlo todo, buscando suprimir la subjetividad.  Se trata de...

9 de diciembre, 2022 paradigma Moderno

El paradigma Moderno describe objetivamente “lo que es”, poniendo en segundo término lo que eso que describe significa para el individuo. 

A partir de metodologías y procedimientos pretende sistematizarlo todo, buscando suprimir la subjetividad. 

Se trata de hacer que la Verdad salga a la superficie sin que ninguna opinión o percepción particular la empañe. 

Desde el punto de vista del paradigma Moderno, la realidad es una, nos es dada y está ahí para que la estudiemos, nos confrontemos con ella y la colonicemos, en un proceso progresivo y lineal donde los conocimientos adquiridos sobre ella se acumulan de tal modo que cada vez sabemos un poco más de esa realidad objetiva en que vivimos, con la aspiración de que llegue el día en que el cosmos no tenga más secretos para los seres humanos. 

Para el Individuo Moderno la realidad y la verdad son sinónimos. Y solo es real aquello que se puede ver, medir o pesar, ya sea mediante los sentidos o sus amplificadores, como pueden ser microscopios, telescopios, básculas, cámaras fotográficas, etc. En resumen, el carácter de “verdadero” lo otorga el ocupar un lugar en el tiempo y el espacio objetivo y la posibilidad de ser observado e instrumentalizado. Esto implica que los sueños, ideas o pensamientos no son propiamente reales en tanto no se materialicen en algo concreto.

A diferencia del paradigma Tradicional, donde la realidad puede modificarse según los designios de Dios, para el Moderno la realidad está constituida por dos tipos de contenidos: por un lado los principios y leyes universales, constantes y previsibles que rigen todas las interacciones y que son susceptibles de investigarse y conocerse de manera sistemática, y por el otro la materia, que ni se crea ni se destruye, sino que se transforma y que se materializa en entes concretos y sólidos, que si bien mantienen algún tipo de relación entre sí, se les puede separar para convertirlos en sujetos de investigación y estudio.  

Ante el desengaño que significó el paradigma Tradicional, para el individuo Moderno el mundo, como afirmaba Max Weber, “se desencantó”, pero al mismo tiempo se convirtió en un territorio propicio para la exploración y el descubrimiento metódico. Ser una persona moderna implica vivir en consonancia con los principios unificadores e intrínsecos que gobiernan el universo y la naturaleza, y no desde una visión teológica donde el mundo está arbitrado por los caprichos de la divinidad. Se sustituyeron las verdades del dogma por verdades universales ancladas en la objetividad, la ciencia y el humanismo. A partir del perfeccionamiento constante del método científico y el desarrollo tecnológico que permite ampliar y profundizar progresivamente el estudio de los fenómenos del planeta, seremos capaces de conocer por fin el funcionamiento de todo lo que existe.  

La realidad moderna está fundada en una serie de principios y leyes inmutables que le dan al universo solidez y certidumbre, al grado de que podemos conocerlo, predecir su comportamiento e incluso alterarlo mediante procedimientos y técnicas desarrolladas por los humanos. 

Ya no son necesarios los milagros porque ahora tenemos a la ciencia que todo –o casi todo– lo puede, y si no lo puede, lo podrá cuando haya acumulado el conocimiento suficiente, lo que la convierte en una especie de sustituto de la religión. Curar el cáncer, detener el envejecimiento o instalar una colonia humana en Marte es, para el Moderno, cuestión de tiempo, recursos y determinación. En esta cosmovisión el ser humano puede conseguir todo aquello que se proponga, siempre y cuando esté dispuesto a pagar los precios correspondientes en términos de esfuerzo, eficacia y voluntad. Su imaginación es el límite y su creatividad, originalidad y perseverancia sus herramientas de trabajo. 

Para el Moderno que aún es creyente, el libre albedrío tiene más sentido que nunca. Dios nos ha colocado en la creación, nos ha permitido descifrar sus principios, nos ha dado herramientas y talentos específicos a cada uno y será nuestra responsabilidad lo que hacemos con ellos. Puesto que la creación está en movimiento y que ha dejado de existir un destino trazado de antemano para cada quien, el esfuerzo, el logro y el mérito individual comienzan a jugar un papel protagónico en este paradigma, al grado, no solo de ser capaces de dominar a la Naturaleza, sino de transformarla, manipularla y mejorarla. 

Supresión de la subjetividad

El paradigma Moderno se centra en la descripción objetiva de “lo que es”, poniendo en segundo término lo que dicha descripción significa para el individuo. A partir de metodologías y procedimientos pretende sistematizarlo todo, buscando denodadamente suprimir la subjetividad de todo juicio que ambicione asumirse como verdadero. Se trata de hacer que la Verdad salga a la superficie sin que ninguna opinión o percepción particular la empañe. En esta cruzada en pro de la objetividad total, las distintas disciplinas asumieron el compromiso de pasar sus postulados y descubrimientos por el tamiz del método científico. El problema viene cuando, en busca de autentificar todas las ramas del saber humano bajo los mismos criterios de validez, se intenta hacer lo mismo en disciplinas como la filosofía o la psicología, donde su materia de estudio –las ideas y la psique– es eminentemente subjetiva y especulativa, con lo cual, por más loable que sea el intento de aplicar las metodologías de la ciencia en sus procedimientos de trabajo, de ningún modo sus resultados pueden compararse con los de las ciencias duras como las matemáticas, la física o la geometría que poseen en sí mismas un sustrato material. 

El caso más paradigmático, por los efectos que ha traído a lo largo de la historia, ocurre con la economía. A esta disciplina no solo se le otorgan los blasones de ciencia, sino que se le trata como una entidad independiente del ser humano, como la gravedad o el magnetismo, y a la que debe permitírsele que se rija a sí misma bajos sus propias reglas y criterios. Incluso se llega al despropósito de reverenciarla como si fuera una especie de oráculo a la que deben someterse Estados, políticas públicas, sistemas productivos y todo proyecto político que pretenda ser tomado en serio. Sin embargo esta “ciencia” jamás ha podido hacer predicciones correctas en el largo plazo ni prevenir debacles económicas mundiales periódicas ni mucho menos ayudar a que la riqueza humana se distribuya de una manera más justa por el simple hecho de que todas sus proyecciones y cálculos, presuntamente objetivos, están condicionados por la subjetividad humana y tienden a favorecer la acumulación del capital. 

La estadística, otra de las ciencias más socorridas por la Modernidad, es fantástica para analizar el comportamiento de un escenario económico en el largo plazo y detectar patrones y tendencias de comportamiento en periodos de tiempo sostenido, pero no para prever un evento específico. Como no hay variables matemáticas para medir la influencia que la subjetividad humana infunde a los sistemas económicos globales o regionales, simplemente se le excluye de los cálculos, con lo cual las predicciones serán invariablemente inexactas. Es entonces que la economía se convierte en una extraordinaria herramienta para explicar por qué pasaron las cosas, pero no para prevenirlas. 

El problema con el paradigma Moderno es que conforme fue haciéndose de las posiciones de poder, se convenció a sí mismo, e hizo creer a la humanidad, que lo que no es ciencia, lo que no puede ser estudiado, medido y pesado de manera empírica carece de validez y de legitimidad y, por lo tanto, termina por ser mucho menos verdadero. 

Su mayor fortaleza –dejar atrás los mitos, las supersticiones y las leyendas para buscar pruebas empíricas de lo que es verdadero y lo que no lo es– se convirtió, al exacerbar sus tendencias, en su peor defecto: otorgarle valor solo a aquello que es tangible, derivando en la sobreexplotación de los recursos, la acumulación desmesurada de capital y poder y el consumismo. 

Como dice Yuval Noha Harari, “Así, el pacto moderno ofrece a los humanos una enorme tentación, unida a una amenaza colosal. Tenemos delante mismo la omnipotencia, casi a nuestro alcance, pero bajo nosotros se abre el abismo de la nada más absoluta”*.

 

* Harari, Yuval Noah, Homo Deus. Breve historia del mañana, Primera Edición, Tercera Reimpresión, México, Debate-Pinguin Random House, 2017, Pág. 227

 

Web: www.juancarlosaldir.com

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