El nuevo régimen que pretende instaurar el Presidente de la República se distingue, sobre todo, por la destrucción de diversas instituciones que, mal que bien, favorecían un mejor desarrollo político en diversos órdenes de nuestra vida nacional. Sí fue en serio aquello de “al diablo con sus instituciones” que, por considerarlas “neoliberales”, le sacan ronchas al titular del Poder Ejecutivo y éste se empeña en acabar con ellas, literalmente, o al menos dejarlas inoperantes.
De gravísimas consecuencias ya resultan el desmantelamiento del Seguro Popular y la Policía Federal; o las afectaciones a la CNDH, el CONACYT y el CIDE, y ojalá no logre sus pretensiones contra la UNAM, el INAI y, en especial, contra el INE. Tampoco podemos pasar por alto los severos efectos que la llamada “austeridad franciscana” del Gobierno Federal ya tienen sobre prácticamente todas las dependencias de la Administración Pública.
Hoy no es exagerado decir que México se está quedando sin instrumentos institucionales de gobierno, salvo el Ejército. Tomará varios años revertir la destrucción institucional que sufre nuestro país. Sin embargo, el daño mayor que está en marcha, avanza silenciosamente en el seno de la Secretaría de Educación Pública. Lo que viene ocurriendo en la SEP, de llevarse a término, cancelará las opciones de futuro para millones de niños y jóvenes, en varias generaciones, incluyendo las aún no nacidas.
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Se trata de la línea de acción más estratégica de la 4T: la transformación del pensamiento, la construcción ideológica del régimen con impacto a largo plazo, de manera transgeneracional, siguiendo las ideas de Antonio Gramsci y György Lukács, según sus planteamientos formulados en los primeros años del siglo XX para el triunfo de la revolución comunista y el aniquilamiento de la burguesía como clase opresora. El paradigma educativo en el fondo de la llamada Nueva Escuela Mexicana, que corre a cargo de Marx Arriaga y el chavista venezolano Sady Arturo Loaiza, se inspira, sin duda alguna, en los modelos de formación ideológica que operan en países tan prósperos y democráticos como Cuba, Venezuela, Nicaragua o Corea del Norte. Tiene tres ejes fundamentales: el adoctrinamiento a los maestros, el rediseño de los planes de estudio y el rediseño de contenidos en los libros de texto gratuitos.
En “Un libro sin recetas para la maestra y el maestro”, escrito por Marx Arriaga, a los docentes se les sugiere estudiar obras fundamentales de Marx (El Capital), Lenin (¿Qué hacer?), Bakunin (El Socialismo Libertario), Marcuse (El Hombre Unidimensional), Gramsci (Cuadernos de la Cárcel), Lukács (Historia y Conciencia de Clase), Galeano (Las Venas Abiertas de América Latina), Bourdieu (Los Herederos), Freire (Pedagogía del Oprimido) y otros autores clásicos del pensamiento socialista, con ejercicios diversos de reflexión en torno a asuntos tales como la dominación colonialista, la lucha de clases, la falsa conciencia de la burguesía y la organización de cuadros para hacer efectivo un movimiento revolucionario. Este “libro sin recetas…” se establece como base para el desarrollo de un vínculo pedagógico entre docentes, padres de familia y alumnos. Es el motor de una profunda transformación social.
En tanto, a los alumnos se les adoctrina con una “conciencia crítica” contra la libertad individual y en favor del colectivismo; se exaltan los logros populares de la Revolución de 1910 y las luchas sociales del pueblo mexicano; se denostan los años del proyecto neoliberal (antinacionalista y explotador) y se destaca el triunfo del Presidente López Obrador en el 2018 como una reivindicación del proyecto histórico de la Revolución, que se detuvo al término del gobierno del Gral. Cárdenas.
En este proyecto educativo, las Matemáticas, las Ciencias, la enseñanza del Inglés y el desarrollo de competencias que en el mundo desarrollado se consideran torales para la formación de los jóvenes que crecerán en lo que resta del siglo XXI, ocupan un lugar secundario o subordinado al adoctrinamiento ideológico del ala dura del Foro de Sao Paulo. Desde la SEP operará el aniquilamiento de “las ciencias neoliberales” ya condenadas por la titular del CONACYT.
Para poder dimensionar el brutal impacto negativo de este proyecto de revolución del pensamiento, conviene comparar el nivel de desarrollo y la calidad de vida que hoy se tienen en Venezuela y Nicaragua contra los casos de Costa Rica o Chile, dentro de América Latina. O, si se quiere, porque el caso es aún más claro, conviene mirar las diferencias sociales entre Corea del Norte y Corea del Sur: en tanto al Norte del Paralelo 38 se estableció “una revolución popular y socialista”, con una dictadura unipersonal, sin partidos políticos ni competencia electoral de ningún tipo, se educó a los niños y jóvenes sobre una base ideológica colectivista, condenatoria del liberalismo burgués, del esfuerzo individual y del emprendimiento privado; se subordinó la ciencia y la tecnología a los intereses del Estado y se adoctrinó en el culto a la personalidad de Kim Il Sung y sus descendientes. Por el contrario, en Corea del Sur se le apostó en la educación a la formación científica y tecnológica, sobre una muy sólida base de matemáticas; se estimuló el emprendimiento individual y “el capitalismo burgués”. Hoy Corea del Sur es una democracia funcional y tiene uno de los niveles de desarrollo más altos del planeta. Corea del Norte es una férrea dictadura, que desde 1953 ha sufrido tres hambrunas significativas: la última a finales de los 90, contabilizando, según estimaciones, cerca de 3 millones de personas.
Ya no resulta anecdótico que el Presidente elogie con tanta vehemencia a Fidel Castro, a quien señaló como un gran visionario, o que apoye a Daniel Ortega y a la “democracia” nicaragüense. Y no es casual su cercanía actual con el embajador venezolano en México, Francisco Arias Cárdenas (militar del ejército bolivariano), con derecho de picaporte en Palacio Nacional. Va quedando claro donde está el corazón de la 4T.
Escribe el filósofo Peter Sloterdijk (Las Epidemias Políticas, Ed. Godot, 2020) que un signo de buena salud para la vida de un pueblo es mantener una actitud alerta contra los errores y las falsas creencias. Lo que está ocurriendo en la SEP es, verdaderamente, de la mayor gravedad. Y avanza silenciosamente, como un tumor canceroso no detectado. Pero estamos a tiempo de corregirlo. Tan importante como la defensa del INE, es atender el proyecto educativo de la SEP, para detenerlo.
Aclaración:
Personalmente, no me opongo a la lectura de Marx, Gramsci, Marcuse o Galeano y demás. Es más: me parecen convenientes para no caer en el fanatismo contrario, absolutamente acrítico de las contradicciones y costos sociales de un capitalismo despiadado. Pero me queda claro que un país que cancele la iniciativa individual, el emprendimiento e ideologice su desarrollo científico y tecnológico, se condena al fracaso y al horror.
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