¿Es el sueño de todo padre que su hijo aprenda a tocar un instrumento musical? Pese a lo mucho que podemos haber detestado tener que hacerlo cuando éramos jóvenes, una mayoría de adultos abrazamos esa imagen ideal de un hijo virtuoso de la guitarra o el piano, y repetimos el mismo patrón de insistir con que al menos lo intenten aprender “porque de mayores se alegrarán” de saber interpretar la melodía más simple. Hoy sabemos que existen ventajas demostradas de tocar un instrumento, y la música sigue formando parte de esa tríada mágica (junto con los idiomas y la informática) que los padres estamos convencidos es sinónimo de una educación completa.
Claro que aprender a tocar un instrumento, incluso aprender solfeo, no es la única manera de aprender música. Ni se trata de centrarnos únicamente en la música clásica. La asignatura forma parte del currículum de primaria y secundaria, aunque de manera algo anecdótica e intermitente. ¿Qué “música” enseñamos cuando enseñamos música en la escuela? ¿Queremos formar futuros eruditos en historia musical, conseguir que los niños y niñas sean capaces de tocar una melodía en la flauta, que puedan componer una canción o que entiendan los mecanismos internos que convierten varios sonidos combinados en una pieza musical?
Como nos explican Alberto Cabedo, de la Universitat Jaume I, y Maravillas Díaz, de la Universidad del País Vasco, lo que deberíamos buscar con la clase de música en primaria y secundaria es que los escolares “lleguen a disfrutar la música, a necesitarla”, que puedan “escuchar críticamente, comprender y en el mejor de los casos participar activamente en el universo de lo sonoro”. ¿Lo estamos logrando?
A pesar de las pocas horas que dedica el currículum, hay muchas maneras de conseguir esto sin necesidad de que las familias tengan que invertir tiempo y dinero en clases extraescolares. Alberto Martí Navarro del CEU Cardenal Herrera, propone siete métodos distintos para “enganchar” a niños y adolescentes. Y Sara Domínguez Lloria, de la Universidade de Vigo, nos da algunas claves sobre la manera de actualizar la clase de música para acercarnos más a la realidad musical que los alumnos viven en su día a día.
Por supuesto que siempre será algo positivo que la escuela o el instituto tenga una orquesta, que además puede ofrecer conciertos gratuitos en centros culturales y acercar a los estudiantes a las bondades del “aprendizaje servicio”, esa manera de aprender a través de acciones solidarias en el entorno cercano. Ampliar nuestro concepto de lo que consideramos “música”, además, ayuda a romper con esa imagen algo elitista del aprendizaje de un instrumento.
Y aunque no forma parte de la misión de este boletín de selección, me permito recomendar el documental El último taller de instrumentos, ganador del Óscar al mejor corto. Un precioso alegato en favor de las orquestas del distrito escolar de Los Ángeles, y su misión de conseguir que todo estudiante que lo desee pueda tener acceso a un instrumento.
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