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La pura Piña de Justicia

Luego del desmoronamiento del bloque afín a Norma Piña, los ministros han pasado al retiro dorado, desde donde buscarán olvidar su actuación pública que los condena al basurero de la historia.

21 de agosto, 2025

Israel Aparicio

El pasado martes 19 de agosto se cerró el ciclo prianista de la suprema corte de justicia, a cargo de su última presidenta de la Corte, Norma Piña Hernández, que terminó siendo un actor político opositor más, en los tiempos del régimen morenista. La Suprema Corte de Justicia emanada del pequeño golpe de estado que propició el expresidente Ernesto Zedillo en el inicio de su caótico sexenio, fue abyecta con los mandatarios neoliberales, salvo contados casos

Al igual que el finado presidente Alberto Fujimori, el sí preso y sentenciado por crímenes de lesa humanidad, al doctor Zedillo se le hizo fácil copiar al derechista mandatario peruano y disolver un poder constitucional (que en teoría privilegiaba el equilibrio de poderes) sin necesidad de disolver el congreso mexicano, pues el mismo PAN vía la concertacesión, le brindaba el control total.

El origen de la pasada corte, como último bastión del poder conservador de oligarquías y poderes políticos, tuvo una génesis autoritaria con paternidad zedillista que impulsó la destitución de 26 magistrados, para disminuirla a 11, luego con leyes, ternas a modo y el apoyo del a bancada del PAN, se oficializó la instalación de un poder nuevo que privilegiaría la defensa de los intereses neoliberales.

Este poder tan sesgado y tradicionalmente lejano al pueblo común, se fue enquistando en el nepotismo más rancio, pues según cifras oficiales del poder judicial, más del 85 por ciento de los magistrados tienen familiares cercanos trabajando con ellos. La tradición de las democracias liberales fallidas y otras más funcionales marcan que las cortes de justicia no privilegian los derechos de sus ciudadanos de a pie, sino que son profundamente protectoras del status quo y de la riqueza de las oligarquías nacionales e internacionales.

La llegada de la ministra Piña fue en sí mismo un acuerdo cupular entre facciones de poder al interior, que se disputaban la supremacía del máximo órgano colegiado de justicia en el país, luego del actuar controvertido del ministro Zaldívar, que terminó uniéndose a la cuarta transformación. Piña Hernández nunca controló su protagonismo opositor, incluso mintió al ofrecer distribuir recursos de los fideicomisos del poder judicial hacia los damnificados del huracán Otis en Acapulco, cosa que nunca cumplió.

Salvo contadas excepciones en materia de derechos humanos, el poder judicial mexicano tuvo fallos históricos que golpearon las causas populares, en detrimento de la justicia común. A la burocracia dorada poco les importó los deudores que padecieron la legalización del anatocismo, así como la socialización de los créditos del Fobaproa. Magnates como German Larrea siempre quedaron impunes a pesar del ecocidio provocado por su minera, o el poderoso evasor fiscal y oligarca de los medios, Ricardo Salinas Pliego, que por años promovió medidas dilatorias contra el pago de sus impuestos y cuyo caso fue congelado por el ministro Luis María Aguilar Morales, al literalmente esconder el expediente en sus gavetas. Es de destacar que el mismo Aguilar Morales, buscó inhabilitar al presidente AMLO, por no acatar un amparo, pero el día destinado a resolver su proyecto de ley, decidió retirarlo de la discusión.

El expresidente Felpe Calderón, cuyo narcogobierno está probado por la sentencia de Genaro García Luna por narcotráfico, fue un perseguidor del ministro Zaldívar a quien pretendía intimidar por el caso de la tragedia en la guardería ABC. La suprema corte de Norma Piña, incluso llegó a descongelar las cuentas de la esposa del ex secretario de seguridad pública calderonista, quien mandó asaltar la casa del ministro Zaldívar para robar evidencias.

La persecución política velada que realizaba la corte contra opositores al entonces régimen prianista, era una característica inherente de la dictadura perfecta neoliberal. Siendo más evidente la realizada contra AMLO, durante el desafuero contra el entonces jefe de gobierno, y ahora expresidente. Como se recordará, se buscó inhabilitarlo en sus derechos políticos, para que se le impidiera competir en su primera campaña presidencial. La magnitud de las movilizaciones en contra provocó que el mismo expresidente Vicente Fox promoviera una ley para preservar los derechos políticos de todo aspirante presidencial.

Ya como presidente AMLO este buscó ilegalmente extender el mandato de Arturo Zaldívar, luego se decía, comentaba y rumoraba que buscaba imponer a una incondicional como Yazmin Esquivel. Al final fue electa la ministra Norma Piña que de inmediato retomó los enfrentamientos opositores contra el presidente AMLO, en contra de la cacareada imparcialidad de un poder de la república. Todas las reformas de gran calado que se aprobaron en el congreso de la unión, fueron canceladas por el poder judicial, independientemente de los fallos en sus procedimientos, la suprema corte nunca quiso entrar al análisis de fondo de las reformas realizadas.

En la parte más escandalosa del actuar político de Norma Piña y sus esbirros magistrados, fue cuando se reunieron clandestinamente con la oposición y en especial con el impresentable líder del PRI, Alejandro Moreno en la casa del magistrado González Alcántara Carranca previo al proceso electoral de 2024. Luego del triunfo apabullante de la presidenta Claudia Sheinbaum, y con la conformación de las cámaras legislativas donde Morena alcanzó la mayoría calificada para modificar la constitución, el poder judicial de Norma Piña entró en pánico al entender que era posible realizar el plan C, impulsado por el entonces presidente AMLO.

En rebelión total, el poder judicial se fue a paro indefinido y pretendió hasta el último aliento descarrilar el proceso de elección judicial que trajo una nueva conformación de la suprema corte de justicia, donde el presidente será Hugo Aguilar Ortiz, ciudadano con origen indígena.

Luego del desmoronamiento del bloque afín a Norma Piña, y la paulatina aceptación de las acciones políticas de la inevitable voluntad popular por jubilar a un poder encasillado en la corrupción, el nepotismo y el privilegio de los intereses oligárquicos, los ministros han pasado al retiro dorado, desde donde buscarán olvidar su actuación pública que los condena al basurero de la historia.