Si bien en los primeros meses, el presidente, y por ende el amplio movimiento social/ partido político, el cual formó y del que emanó a la primera magistratura, sólo aceptaban como “corcholatas” (presidenciables) a tres personajes, hoy la baraja se ha ampliado a cinco, sumándose Fernández Noroña y Ricardo Monreal, de manera, si cabe decir, oficial.
La mayoría de analistas y la opinión pública, vía encuestas y sondeos, dan por hecho que la competencia a la candidatura del partido oficial a la titularidad del Ejecutivo federal para el periodo 2024-2030 solo es entre dos: Claudia Sheinbaum y el en apariencia ya muy nervioso canciller Marcelo Ebrard. Pero mucho cuidado con dar en política hechos por sentado antes de tiempo. Y es que el Secretario de Gobernación ha mostrado hechuras sorprendentes en cuanto a su oficio político, amén de ser el único que garantiza continuidad en el proyecto de Nación ya en marcha (en no pocos aspectos, que el país históricamente se reinvente cada seis años ya ha resultado en ocasiones demasiado oneroso).
Adán Augusto pudiera tener un as bajo la manga, el cual sería sumar a su causa a los crecientes de a poco a poco en las encuestas de preferencia electoral Ricardo Monreal y Fernández Noroña. Si estos dos aparecen un buen día levantando la mano de Adán Augusto López Hernández, por simple aritmética más el natural golpe mediático que eso implicaría, sería capaz de desatar una auténtica “cargada” en favor de la causa del tabasqueño y poner de cabeza todo el escenario actual al respecto. Adán Augusto, además de ser el titular de SEGOB, para muchos (y me incluyo cómo un votante cualquiera, por qué no decirlo) es el “tapado” que trae Andrés Manuel en mente desde el principio del sexenio para sucederlo como el inquilino principal de Palacio Nacional.
Todo lo anterior, sumado a que el ministro del interior mexicano no ha sufrido el desgaste político de los dos hoy punteros, lo que, sumando todavía al apoyo abierto pero sutil que pudiera gozar de parte de su hoy jefe y paisano, nos haría presenciar el último de los “dedazos” presidenciales en la Historia de México, claro está que sin lo burdo y poco disimulado de todos los vividos en los años dorados del PRI cómo partido hegemónico. Pero mientras eso no suceda, Adán Augusto sólo es una suerte de “portero suplente” y a la vez árbitro auxiliar de López Obrador, utilizando la jerga futbolística, en el tema tan delicado de la sucesión presidencial en México.
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