En las últimas tres semanas ha cambiado sustancialmente nuestro escenario político. Por primera vez, desde la arrolladora victoria de AMLO en 2018, encontramos un liderazgo fuerte y competitivo que permite articular en torno a sí a la oposición democrática y liberal, con una agenda social progresista, capaz de disputarle eficazmente la presidencia de la República a Morena en 2024.
En apenas unos días, Xóchitl Gálvez pasó, de ni siquiera figurar en los sondeos de las candidaturas opositoras a la silla presidencial, a ser la puntera en intención de voto, ya diez puntos por arriba de Santiago Creel y veinte más que Enrique De la Madrid y Beatriz Paredes, según algunas encuestas.
Disruptiva, directa, creativa, fresca, profunda conocedora de la realidad nacional y de las macrotendencias globales, ha sacudido las redes sociales y sacado de la depresión a buena parte de la ciudadanía que, no queriendo o temiendo la continuidad de la 4T otro sexenio, no veía alternativas que parecieran viables para enfrentar al rey de las mentiras y a sus fieles.
Con toda razón ha empezado a correr el pánico en el círculo de Palacio Nacional, porque una contienda entre Claudia y Xóchitl, bien puede favorecer a la segunda, a pesar de la cargada de recursos del Estado que, al margen de la ley, correrán para apoyar a la primera.
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Por un lado, Xóchitl tiene la capacidad para capitalizar a su favor la insatisfacción de los muchos saldos pendientes de la 4T y, por otro, conecta emocionalmente mucho más que Sheinbaum, cuyo carisma apenas compite con el de Adán Augusto y tal vez, en su época, con el de Gustavo Díaz Ordaz. De modo que, sin dilación, han iniciado ya los ataques mediáticos contra la senadora panista, con lo único que sabe hacer bien este gobierno: mentir.
Así, tanto el Presidente como su prensa orgánica ya empezaron a acusar a la ingeniera hidalguense de ser títere “de la mafia del poder neoliberal” (de Salinas, Fox, Claudio X…); que es parte de la oligarquía; que su indigenismo es falso; que su discurso es frívolo, etc. Puros cuentos insostenibles. Contra eso, Xóchitl hasta ahora sencillamente da testimonio de su vida y expone puntualmente las evidencias de la incompetencia gubernamental en diversas materias, desde el derroche infame de dinero en los caprichos del Presidente -NAIM, Dos Bocas, Tren Maya- hasta el desastre en salud pública, educación y seguridad, al tiempo que propone mantener los apoyos sociales a adultos mayores y jóvenes, pero recuperando lo que desmanteló Andrés Manuel: escuelas de tiempo completo, estancias infantiles, abasto de medicamentos, etc.
Lo más importante: señala con énfasis la relevancia de apostarle a una educación de calidad donde los jóvenes aprendan inglés, computación y matemáticas; y fortalecer la infraestructura, la producción de energías verdes y el estado de derecho para que el país pueda aprovechar la gran oportunidad que la coyuntura geopolítica nos abre con el nearshoring.
Ella no necesita ni exagerar ni mentir para dejar claro que la 4T es una tragedia envuelta en palabrería sin sustento y que el país debe pasar de la política de la división y el resentimiento a la construcción de un futuro incluyente socialmente y sostenible ambientalmente: dejemos de insultarnos y miremos hacia adelante.
Con esto, estamos en “la primera entrada” de este juego que me recuerda mucho al título de aquel libro que, en 1981, escribieron Rolando Cordera y Carlos Tello: La Disputa por la Nación. En él, los autores describían la competencia política nacional en términos de un intenso debate ideológico entre los nacionalistas revolucionarios que querían rescatar el legado de la Revolución y del Cardenismo y los modernizadores neoliberales que buscaban salir de las trabas del estatismo de los 70’s, apostando por insertar al país en la dinámica de la globalización.
Por supuesto, entonces ganaron los neoliberales, con una buena cuota de logros para la modernización mexicana, pero manteniendo una elevada deuda social que fue el principal combustible que mantuvo competitiva a la izquierda en las elecciones de 1988, 1994, 2006 y 2012, hasta su triunfo en el 2018. Claramente el Presidente sigue anclado en aquella guerra ideológica de hace 40 años. No obstante, Xóchitl me parece que se sale también de esta disputa entre neoliberales y nacional populistas.
A diferencia de varios miembros de la clase política, para ella el juego a jugar es distinto: No se trata de ganar aquella anacrónica disputa de ideas sino de enfrentar, con sentido práctico, los complejos desafíos de nuestra realidad. Como nos enseñaban en la Facultad de Ingeniería de la UNAM, los ingenieros trabajamos para resolver problemas y diseñar el futuro. Este debe ser el propósito del juego político nacional en la visión de Xóchitl. En esto también es una game changer.
Por ello, los ataques del presidente y sus esbirros, atizando como siempre la polarización ideológica del discurso público, no tendrán efecto sobre Xóchitl: porque sus planteamientos no encajan en la racionalidad bipolar de la 4T. Ella rompe la polarización del discurso presidencial y, al contrario, reconoce el valor de las intenciones de AMLO en su proyecto de nación, lamentando el desastre de su incompetente gobierno. Sin polarizar, favorece la restauración del diálogo y antepone el análisis de la realidad y la racionalidad científico-técnica para la solución de problemas específicos sobre las posiciones ideológicas y la diatriba en el discurso. Integradora y abierta en su modo de ser, aquí tenemos más puntos a su favor como medicina al sobrecalentamiento de nuestra vida pública.
Sin embargo, lo esperable desde los cuarteles y las trincheras morenistas (uso términos bélicos porque así se piensan ellos: en guerra por la conquista definitiva del alma nacional -que sólo admite una concepción de la historia y ni entienden ni valoran la pluralidad de la sociedad mexicana-) es que, en los próximos meses, se radicalicen los ataques verbales y mediáticos contra la senadora y que, en la medida en que ella siga creciendo, los intentos de boicotearla se multipliquen. En particular, me preocupa la seguridad personal de Xóchitl. Por agradable y taquillero que le resulte moverse en bicicleta, el contexto presente no lo hace aconsejable. No vaya a ser que algún automovilista loco le pase accidentalmente por encima siete veces.
Por supuesto que, ante la eventualidad de un triunfo opositor en 2024, es también esperable que respondan desconociendo los resultados electorales y generando inestabilidad social, con movilizaciones y acciones diversas “en defensa de la transformación en marcha”, que pondrán a prueba las instituciones de la República.
En suma, ya hay juego para la elección presidencial. Y el resultado será de pronóstico reservado, en que más allá de los candidatos contendientes, entrarán al juego, por un lado, el poder de la maquinaria estatal de Morena, con sus clientelas y medios de cooptación forzada, y por el otro, la fuerza de la ciudadanía, aspiracionista y celosa de sus libertades, que formó aquella marea rosa que salió a marchar en defensa del INE y la autonomía de la Suprema Corte de Justicia. Esto ya se puso bueno. Y los ciudadanos también jugamos.
Twitter: @Adrianrdech
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