La cumbre de Jeddah

La cumbre de Jeddah podría ser el inicio de una nueva etapa en las relaciones entre los países árabes por un lado, con sus vecinos como Turquía e Irán y con las potencias mundiales por el otro.

13 de junio, 2023 La cumbre de Jeddah

Los países árabes, a partir de la llamada “Primavera Árabe”, han sido escenario de cambios importantes en los aspectos políticos, económicos y sociales; y consecuentemente, en su relación con el resto de la comunidad internacional. En mi opinión, los países líderes de la región como Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Argelia y Jordania, lideran una nueva tendencia que busca relaciones equilibradas, pragmáticas y dinámicas con el resto del mundo, resolver sus asuntos de forma autónoma y de acuerdo con sus propios intereses. En estas escasas líneas, trataré de probar, brevemente, esta hipótesis. 

La 32ª Cumbre de la Liga Árabe se celebró en Jeddah, Arabia Saudita el 19 de mayo 2023, en medio de opiniones encontradas, optimismo y esperanzas de lograr acuerdos diferentes esta vez. En los trabajos preparativos de la cumbre, la reunión del Consejo de la Liga a nivel ministerial había aprobado la reincorporación de Siria en los trabajos y reuniones del organismo regional. Dicha decisión generó opiniones en pro y contra. El régimen sirio ha cometido varias violaciones a los derechos humanos de sus gobernados a lo largo de una década en respuesta a las manifestaciones masivas en su contra que estallaron en marzo de 2011, con la ola de la llamada Primavera Árabe. 

El movimiento que inició de manera pacífica se convirtió en guerra civil al levantarse en armas. El régimen ha sobrevivido gracias al apoyo incondicional de Rusia, y los errores estratégicos cometidos por la oposición. El más grave de ellos fue la influencia de los grupos extremistas que lideraron las batallas contra el régimen. El país ha vivido, desde entonces, un aislamiento político y diplomático en represalias al uso de la fuerza militar en contra de los civiles. 

 

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Esta crisis política grave, entre otras más en Medio Oriente, ha tenido un giro importante. Países árabes influyentes en la política de la región tomaron la iniciativa de reanudar relaciones con el régimen del presidente Bashar al – Assad. Emiratos Árabes Unidos fue a la vanguardia con la reapertura de su misión diplomática en Damasco a finales de 2018, como primer paso hacia la normalización de las relaciones con el régimen de Bashar al – Assad. Después, Abu Dhabi se convirtió en la primera capital árabe en recibir al presidente sirio en visita oficial en marzo de 2022, después de las manifestaciones de 2011.  

Durante la cumbre, los líderes árabes dieron la bienvenida al presidente Bashar al-Assad después de años de aislamiento diplomático. En su discurso, Al-Assad auguró una “nueva fase” en la cooperación regional. Intercambió apretones de mano y se reunió con sus pares de Egipto, Túnez, el vicepresidente de Emiratos Árabes Unidos y el Emir de Qatar, uno de sus más críticos, en apoyo a los extremistas de ideologia islamista. 

La reincorporación de Siria al organismo regional panárabe no fue bien vista por Occidente. “No creemos que Siria merezca la reincorporación en la Liga Árabe en este momento”, declaró el portavoz del Departamento de Estado, Vedant Patel.   “Seguimos pensando que no normalizaremos nuestras relaciones con el régimen de Assad y tampoco apoyamos que nuestros aliados y socios lo hagan”, agregó. En la misma línea, se pronunció la Unión Europea. Joseph Borel anunció  que conversaría con los socios árabes sobre los motivos y lo esperado de ésta hacia la normalización con el régimen sirio. 

¿Cuál fue el motivo de este viraje en la relación entre los países árabes y siria? ¿Y por qué se dio dentro de la cumbre de la Liga Árabe? Para entender este cambio paradigmático en las relaciones inter panárabes, debemos de tomar en cuenta primero el acuerdo histórico entre dos potencias antagónicas en la zona. 

Arabia Saudita y la República Islámica de Irán firmaron un acuerdo, facilitado por China, para reaperturar sus embajadas en ambos países. Los ministros de relaciones exteriores se reunieron en abril pasado, en Beijing, para firmar una declaración importante que contiene una agenda y compromisos para reanudar las relaciones diplomáticas y trabajar conjuntamente en impulsar la cooperación y el intercambio económico, cultural, comercial, de inversiones, entre otros temas. 

Este acuerdo, por supuesto, se reflejará positivamente en relajar las tensiones en otros frentes abiertos entre ambas potencias como Siria, Yemen, Bahréin, Líbano e Iraq. Se trata de una visión nueva en la política regional basada en el pragmatismo práctico. Ambos países, ahora, se ven abiertos al diálogo y la cooperación mutua. Pero, además, aparece China con un papel protagónico y confiable. Es un tema para otro artículo. 

La Declaración de Jeddah enfatizó el rechazo de las políticas injerencistas de países extranjeros en sus asuntos internos y desaprobó la formación de grupos armados y milicias fuera del ámbito de las instituciones oficiales. Llamó a asumir compromisos concretos para promover un mundo árabe próspero basado en la innovación, seguridad, estabilidad y bienestar para sus ciudadanos. 

Los trabajos de la cumbre reflejan cambio de visión y voluntad política a nivel regional para que los gobiernos de la zona asuman, en sus propias manos, la responsabilidad conjunta, sobre una base de la cooperación, respeto a las instituciones internas y el marco jurídico de los Estados-Nación, con la finalidad de acabar con su conflictos internos, las diferencias entre los países y buscar formas de impulsar el desarrollo, progreso y bienestar de sus pueblos. 

Los gobernantes árabes están conscientes de que para lograr estos objetivos, primero deben conseguir la estabilidad, seguridad y paz interna y regional. Por ello, el rechazo a la formación de grupos armados fuera de la ley o las instituciones estatales. Tal es el caso de Libia, Yemen, Líbano, Siria e Iraq, donde grupos armados desafían el derecho soberano que toda nación tiene en el monopolio del ejercicio de la fuerza legitima dentro de sus territorios. En todos los casos, esos grupos armados y desafiantes son apoyados política, económica y militarmente por fuerzas regionales o internacionales. De allí el otro llamado categórico a rechazar la intervención de países no árabes en sus asuntos internos. 

Queda otro elemento por destacar. Se trata de buscar relaciones equilibradas con la comunidad internacional. El presidente ucraniano Volodimir Zelenski fue invitado a dar, en persona, un mensaje en los trabajos de la cumbre en Jeddah. El presidente ruso Vladimir Putin envió un mensaje virtual. También lo hizo el presidente chino Chi Jin Ping. La Liga Árabe por su parte reiteró su disposición a jugar un papel de mediador para resolver el conflicto armado entre Rusia y Ucrania. 

Algunos observadores opinan que la invitación a Zelenski fue la moneda de cambio con Occidente por invitar a Assad. Lo cierto es que invitar a ambas partes del conflicto es una señal de que los líderes árabes están a favor de relaciones equilibradas con las potencias mundiales, basadas en la cooperación internacional, no intervención, intereses comunes y el respeto mutuo. El secretario general de la Liga, Abu El Gheit, declaró que la cumbre fue exitosa y logró todos sus objetivos. Y afirmó que el regreso de Siria abona a la solidaridad y el trabajo conjunto entre los países miembros. “Está claro que los árabes quieren tener la batuta en resolver sus problemas”, expresó. Y agregó: “hay nuevo dinamismo (…) es el inicio de que los países árabes tomen la iniciativa y resuelvan los problemas regionales con voluntad conjunta”. En respuesta a las críticas de Occidente, confirmó que la decisión de reincorporar a Siria fue tomada en el seno del consejo de la Liga con independencia de las influencias extranjeras y expresó su disponibilidad para aclarar los motivos que llevaron a tomar tal decisión arriesgada pero necesaria. 

La cumbre de Jeddah podría ser el inicio de una nueva etapa en las relaciones entre los países árabes por un lado, con sus vecinos como Turquía e Irán y con las potencias mundiales por el otro. La nueva tendencia pragmática en la política regional sería la forma más efectiva para enfriar las tensiones y buscar soluciones prácticas a problemas complejos. 

 

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