Hace unos años conocí a una amiga que tuvo tres novios en un periodo de tiempo relativamente corto. Era común que, cuando me hablaba del susodicho en turno, la mayor virtud que mi amiga encontraba en su nueva pareja era la de ser “una buena persona”. Cuando llegó el cuarto novio, mi amiga me contó acerca de la excelente persona que había conocido. Cuando me preguntó mi opinión, le dije a mi amiga: “Me parece bien, pero ¿no crees que deberías, ya sabes, buscar a alguien que cumpla con algo más que con lo mínimo? Tal vez que sepa tocar algún instrumento musical, que sea un ávido lector o que sea aficionado al ejercicio”. ¿A qué viene todo este cuento, se preguntará usted?
Toda esta introducción se debe a que, en semanas recientes, he visto decenas de artículos, tuits, posteos, y lo que usted diga y mande, acerca del tema más en boga debido a las próximas elecciones: el voto. Analistas profesionales, influencers y tuitstars nos urgen a salir a votar y no solo eso: también nos piden que convenzamos a los que se han abstenido. Los que profundizan un poco más en este tema del voto, nos instan a que establezcamos una relación cercana con nuestros representantes y verifiquemos el perfil del candidato por el que votaremos. Lo cual está muy bien: todo lo anterior debe hacerse. Sin embargo, me parece que hay una falla evidente en el tema del derecho que tenemos a ejercer el voto: a pesar de las buenas intenciones y de los argumentos sólidos que utilizan, al final lo que entiendo que nos piden es esto: “Hagan lo mínimo indispensable como ciudadanos”.
La frase “Yo soy responsable, salgo a votar y no quebranto ninguna ley” me parece muy similar a decir “estoy vivo y respiro”. Lo cual está bien, excelente, pero…¿qué más?
Lo alarmante del asunto es que los articulistas profesionales nos piden reflexionar sobre cuál candidato elegir y salir a votar porque, de manera general, no estamos cumpliendo con ello, lo cual es lo mínimo indispensable como ciudadanos.
Ahora bien, pienso que el entuerto nacional en el que nos encontramos se debe en gran parte a que no nos hemos dado cuenta de que podemos hacer cosas aquí y ahora, hinc et nunc, para asegurar un futuro mejor. Es algo similar a cuando, en los mundiales de fútbol, nos ilusionamos con que la Selección Nacional llegará al famoso “quinto partido”: tanto lo anhelamos que no pensamos en qué hay más allá.
Por supuesto, soy un simple ciudadano mexicano, pero estoy convencido de que hay acciones capaces de hacernos mejores ciudadanos y que ni los más fervientes creyentes del voto se han atrevido a proponer como un plan a largo plazo. Son acciones que parecen simples pero que son muy poderosas. Éstas requieren algo a lo que le tenemos fobia: trabajo y paciencia. Por ello preferimos centrarnos en acciones más inmediatas como el voto.
Por lo general, no me gusta dar recomendaciones que no son pedidas; no obstante, me gustaría proponerle una serie de pasos que me han funcionado a mí, así como a conocidos y familiares. Estimado lector, ¿está usted completamente seguro de que quiere ser un mejor ciudadano? Bueno, puede comenzar con lo siguiente:
- Reflexione sobre algún tema que le preocupe en la sociedad. Algo que aparezca comúnmente en sus pensamientos. ¿Desnutrición infantil? ¿Abuso intrafamiliar? ¿Derechos de los animales? La lista es infinita.
- Ya que identificó ese asunto, dese a la tarea de investigar si en el lugar en el que vive existe algún grupo civil que apoye a dicha causa. De seguro encontrará alguno. Dele prioridad a grupos que sean transparentes en sus acciones y, sobre todo, que realicen acciones más allá de participar en marchas (recuerde que, si bien es cierto que tenemos el derecho de manifestarnos, ya se volvió una especie de deporte nacional; rehúya aquellos grupos que solamente se dediquen a marchar como forma de buscar apoyo a su causa en particular). Si no existe un grupo como tal, puede usted buscar a personas que tengan la misma preocupación que usted.
- Una vez que haya encontrado ese grupo, dese un tiempo para conocer a sus miembros. Vaya a las instalaciones para verificar que lo que dicen en sus redes sociales y páginas web sea real.
- Busque la forma en la que pueda apoyar a dicho grupo. La mayoría de las organizaciones civiles ofrecen muchas formas de ayudar. El dinero, por supuesto, siempre será útil, pero también puede dar tiempo o conocimiento. Puede ser voluntario y promoverlo entre sus círculos cercanos.
¡Y listo! Ya será usted un mejor ciudadano del que ya es ahora, porque participará activamente en el desarrollo de nuestra sociedad al intentar solucionar una problemática. Sí, estará haciendo algo más allá del “mínimo indispensable”. Las consecuencias de estas acciones pueden ser muy poderosas y lo más importantes: son duraderas.
¿Por qué? Porque al formar parte de un grupo civil, se van formando redes de personas unidas con un fin común. A la larga, ese grupo puede crecer hasta ser capaz de promover a miembros como candidatos a puestos de elección popular. Serán personas que saben acerca de un asunto en particular y que tendrán experiencia en trabajar en equipo. Con ello, la sociedad civil puede integrarse con más facilidad en la política y en un futuro ya no quedaremos a expensas de grupos de poder con los mismos políticos (e hijos de políticos) de toda la vida.
¿Qué se dice más fácil de lo que se hace? ¡Por supuesto! Ese es el chiste: que entendamos que esta situación no va a cambiar de la noche a la mañana y que requiere un trabajo constante. Pero véalo de esta forma: si no comenzamos a trabajar ahora, si no comenzamos a construir cosas valiosas en conjunto, es muy probable que nos quedemos sin futuro. Por ello, no dejemos que nuestros derechos ciudadanos vivan fugazmente el próximo 6 de junio: hagamos que vivan para siempre.
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