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¡Huye, Hernán Renfield!

18 de julio, 2025

Cada vez que alguien me pregunta de qué sirve estudiar filosofía me remito a presentar el escándalo político del día en turno. Por ejemplo, con la controversia de Hernán Bermúdez y Adán Augusto López, es un momento adecuado para recordar un principio lógico maravilloso que nos enseña la filosofía: el de la no contradicción.

Dicho principio se articula en lógica proposicional de la siguiente manera: ¬(Α^¬Α). Expresa que no puede ser verdadero –o lógico– que una proposición (A) –idea, hecho o afirmación– sea verdadera y (^) falsa (¬A) al mismo tiempo, en el mismo sentido y dentro de un contexto común. De esta manera, no se puede afirmar que a todas las personas se les deben reconocer los mismos derechos humanos y al mismo tiempo predicar que sólo a unos cuantos no se les reconozca. Es de esos principios metafísicos que provoca malestares sociales a nuestra sensibilidad posmoderna –iniciando desde el momento en que se lee metafísica en cualquier texto y pensamos que es un pensamiento místico mágico –. Sin embargo, el principio de no contradicción es esencial para los sistemas de conocimiento humano. Toda ciencia –ya sea experimental o social– parten de este principio, pues todo aprendizaje se genera a partir de las operaciones mentales básicas del intelecto que son: hacer distinciones, captar similitudes, e identificar las igualdades. Con esto último, se pone de manifiesto otra realidad que la filosofía estudia: la verdad. En el terreno político-social, la verdad se traduce a la capacidad de respaldar la proposición que afirmemos en categorías como verdadero, verosímil, plausible o falso.

Así, armado con el principio de no contradicción, denuncio la gran incoherencia de las afirmaciones alrededor del caso Hernán Bermúdez Requena quien, acusado por la Fiscalía General del Estado de Tabasco de sostener nexos con el narcofrátivo –presunta relación, en específico, con el grupo criminal de La Barredora–, está empezando a ser llamado el García Luna del senador Adán Augusto López.

La acusación es bastante equiparable. Se trata de dos encargados de la seguridad pública que han sido conectados con el crimen organizado –implícitamente relacionando a sus respectivos patrones con el narcotráfico–. La única diferencia es el grado de injerencia. Mientras que García Luna operó a nivel federal, Bermúdez lo hizo a nivel estatal. Claro, al primero ya lo condenaron. Pero parece que ahí va el segundo sobre la misma senda. Lo que sí es innegable es el impacto al discurso oficialista. Ya no podrán refugiarse en el pedestal de cartón de superioridad moral y esperar la misma eficacia. Tan es así, que el principio de no contradicción está detrás de las últimas declaraciones de la presidenta Sheinbaum. El jueves 17 de julio sólo se limitó a afirmar una de sus frases predilectas: hay que esperar a que se lleven las investigaciones correspondientes.

¿Y qué ha dicho don Adán Augusto? Absolutamente nada. Hasta el momento de redacción, no ha salido de su sarcófago senatorial para tratar de mediar o dirimir la acusación. Tampoco para reforzar su apoyo a la Fiscalía de su Estado o siquiera para reafirmar su compromiso con la justicia y el pueblo bueno. ¿Será que, muy en el fondo, sí se da cuenta de lo contradictorio que sería si saliese en su defensa? Lo que sí o sí, Adán Augusto se debe cuidar. No le vaya a pasar como a Drácula quien fue derrotado cuando van Helsing y compañía le sacaron la sopa a Renfield antes de morir.

REDES: @FranzvonSparr | @vonsparr90

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