El pensamiento crítico implica evaluar la estructura y eficacia de nuestro propio pensamiento, de la calidad y precisión de nuestros argumentos.
También nos ayuda a distinguir la información valiosa y fundada de la que no lo es, a desafiar prejuicios, a abrirse a nuevas alternativas y a acceder a conclusiones bien fundamentadas.
Esta columna suele caracterizarse por abordar situaciones y problemáticas que nos aquejan más allá de la coyuntura del momento. Hemos hablado de la Era Covid, de la construcción de Narrativas, acerca de cómo nos relacionamos y de la construcción de nuevos liderazgos, entre otros asuntos, pero una constante que he tratado de sostener es la de explorar los temas desde un cierto nivel de profundidad, donde, si bien busco que el contenido sea accesible para cualquiera, vayamos un poco más allá de la mera superficie.
Para ello utilizo algunas herramientas conceptuales que pueden resultar muy útiles para analizar diversos aspectos de la realidad. Entre el cúmulo de las mismas habré de enfocarme en tres: las generalizaciones orientadoras, el pensamiento crítico y una comprensión compleja de la realidad.
Hoy la primera de ellas:
Pensamiento crítico
En esencia, el pensamiento crítico es la capacidad de evaluar la información de que disponemos, de separar los argumentos falaces de los asertivos, de reconocer cuáles son nuestras creencias y prejuicios a priori respecto al tema para descartarlos en busca de la versión más eficaz y precisa de un conocimiento.
Se trata de cuestionarnos a fondo de tal modo que pongamos en duda todo lo que escuchamos, leemos, suponemos y observamos antes de aceptarlo como verdadero. Desde luego, el pensamiento crítico no aspira a revelar una verdad única y absoluta, que, puesto que no podemos acceder a la Totalidad, se nos escapa; sino que el objetivo consiste en desafiar todo aquello que damos acríticamente como verdadero, ya sea que provenga del mundo exterior o de nuestras propias creencias, y desarrollar prácticas que nos permitan desafiar nuestras convicciones, y las de otras personas, en busca de un porcentaje mayor de verdad. Se propone dudar de las afirmaciones preestablecidas que nos rodean en la vida cotidiana hasta que nosotros mismos podamos darles veracidad o, por lo contrario, desecharlas.
No se trata de un invento de nuestros días, sino de una vocación para buscar la verdad que se remonta a todas eras de nuestro pensamiento, y por ello no podemos dejar de reconocer a Sócrates, con su mayéutica, Platón, Marx y Hegel con sus respectivas versiones de dialéctica o al propio Descartes con su búsqueda del conocimiento verdadero a partir de dudar de todo y vaciar su mente, sistema con el cual dio origen a la modernidad.
El pensamiento crítico implica la agudeza para evaluar la estructura y eficacia de nuestro propio pensamiento, de nuestra manera de razonar, de la calidad y precisión de nuestros argumentos. También es una herramienta invaluable para distinguir la información valiosa y fundada de la que no lo es, a desafiar prejuicios, a abrirse a nuevas alternativas y a acceder a conclusiones bien fundamentadas.
Quien aprende a desarrollar el pensamiento crítico es capaz de identificar errores e inconsistencias en el discurso ajeno, de abordar los problemas de manera sistemática y ordenada, de desarrollar un sentido intuitivo que le permita conectar ideas en apariencia distintas y sin relación entre sí.
Este tipo de pensamiento ayuda de forma determinante en la construcción de la propia individualidad e identidad, pues nos otorga fundamentos más certeros para construir nuestros propios juicios y una idea más adecuada de lo que nos rodea y de nosotros mismos. Practicar el pensamiento crítico favorece el desarrollo de un punto de vista propio y permite asumir perspectivas amplias y flexibles cuando analizamos la realidad. También está estrechamente relacionado con la creatividad como herramienta de conocimiento, con la lógica como vía de articulación rigurosa de las ideas y con el diseño de estrategias innovadoras y nuevas formas de ver y percibir la realidad.
En lo general, el pensamiento crítico busca solucionar un problema, responder una pregunta o explicar algún fenómeno, por eso suele tratarse de una disciplina más pragmática que subjetiva. Busca sostener sus conclusiones con datos, evidencia e información, siempre proveniente de fuentes confiables. Y sus conclusiones suelen implicar interpretaciones que pulan el significado de la información a discutir.
Para el desarrollo pleno de esta modalidad de pensamiento conviene ejercitar la capacidad de reflexión, la capacidad de comprensión abstracta que nos permita asociar los hechos del entorno y relacionarlos con su significado tanto en lo superficial como en lo profundo, la flexibilidad y apertura para reconocer caminos nuevos y mucha veces inexplorados para resolver un problema
Desarrollar el pensamiento crítico no se trata solo de una cuestión de voluntad, pues pensar así enfrenta una serie de obstáculos y limitaciones propias del ser humano y de la forma en que ha aprendido a vincularse tanto consigo mismo como en el mundo y los demás.
Todos solemos caer en lo que los estudiosos llaman “sesgo de confirmación”, que tiene que ver con aceptar como verdadero con mayor facilidad aquello que está en sincronía con nuestras creencias.
Por otro lado, todos, en algún nivel, somos “ignorantes”. Como dice la famosa frase atribuida a Descartes: “Daría todo lo que sé por la mitad de lo que ignoro”, porque, no importa lo cultos que suponemos ser, siempre ignoraremos mucho más de lo que podamos llegar a saber y sin duda ese “no saber” es una gran barrera para cuestionar críticamente la realidad.
Otro de los sesgos más frecuentes consiste en que solemos dar como verdadero sin cuestionarlo aquello que expresa “alguien a quien consideramos con autoridad”. Si el Papa hace una afirmación, así sea sobre un ámbito que no es de su competencia, solo porque lo dijo él, para muchas personas será una verdad incuestionable.
Una barrera más, quizá de las más graves por lo difícil que es detectarla, es la manera en que usamos y entendemos el lenguaje. Aspectos como la ambigüedad o frases del tipo “todo mundo sabe que…”, el uso de eufemismos, la manipulación emocional para sesgar un tema y encender los sentimientos en vez de articular argumentos, confundir datos con opiniones y un largo etcétera.
Es así que el pensamiento crítico tiene también obstáculos, resistencias y desafíos, pero en tiempos de pos-verdad y las Fake news su desarrollo es una herramienta insustituible y fundamental.
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