Los “grupos burbuja” se vislumbran como una “solución”, al menos temporal, al dilema que enfrentan los padres y las escuelas ante este confinamiento por la pandemia. Por un lado, los padres, además de supervisar a sus hijos, tienen el reto de conservar sus empleos; por otro, y de manera especial, están los colegios con grupos de nivel preescolar, que es en donde más se resiente la falta de la educación presencial (socialización, formación de vínculos con sus maestros y ayuda personalizada) para el correcto desarrollo de los procesos más significativos en esas etapas de desarrollo.
¿Qué son los grupos burbuja?
Son grupos pequeños de niños que, dentro del confinamiento, se reúnen para tomar clases presenciales, virtuales o la mezcla de ambas, con la ayuda de un tutor responsable (en algunos casos profesional de la docencia y en otros, algún padre o madre de familia, o personal de servicio) que se encarga de acompañar al grupo durante la jornada escolar.
En nuestro país, hasta el momento, este esquema se ha dado mayoritariamente en casas particulares y en otros países se ha utilizado como una opción aceptada para el regreso escalonado a las aulas.
Ventajas y desventajas
Por supuesto y aunque esto representa una solución “urgente” para muchas familias, antes de pensar en la viabilidad real de este esquema educativo, lo más importante es analizar objetivamente las ventajas y desventajas que ofrece, entre otras:
¿Actuar o no actuar?: el dilema que enfrentan los padres y las escuelas hoy
Ante los hechos establecidos y por el momento, adoptar una postura al respecto de este esquema de educación, resulta complejo tanto para los padres como para las instituciones educativas.
Sin duda alguna, ventajas y desventajas parecen pesar por igual y además, existe la innegable realidad de que es necesario poner en una balanza todas la habilidades intelectuales, sociales y emocionales que, especialmente, nuestros niños más pequeños están perdiendo durante este tiempo (y el que falta por venir). Pero es muy claro también que la decisión debe ser tomada después de un muy meticuloso proceso de estudio y consenso entre padres y colegios y que para poder poner en marcha este sistema, con todas las garantías de bienestar físico y emocional, se requiere de elaborados protocolos, de instalaciones adecuadas, de personal capacitado e indudablemente del aval de instituciones educativas responsables y preocupadas por el bienestar integral de las familias que integren su comunidad.
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