La transición del Apartheid a la convivencia en igualdad y armonía en Sudáfrica fue posible porque DOS hombres fueron capaces de unir sus esfuerzos sin permitir que el color de su piel se los impidiera.
Nelson Mandela no llevó muchos grandes cambios a Sudáfrica; en realidad él encabezó una sola y verdadera transformación: salvó a su patria de la intolerancia violenta del Apartheid para llevarla a la convivencia armónica de africanos y Afrikaners (1); una convivencia en la que los negros y los blancos fueron capaces de hacer a un lado el color de la piel, para darle a su patria la posibilidad de sobrevivir y alcanzar la prosperidad.
Nelson Mandela no habría podido llevar adelante el principal cambio que Sudáfrica necesitaba, si hubiera carecido de la GENEROSIDAD, la VISIÓN, la NOBLEZA y la FRESCURA de alma que lo caracterizaron a pesar de sus muchos sufrimientos y su prolongada prisión.
Para salvar a su patria, contó con la ayuda de un hombre blanco que ocupó la presidencia de Sudáfrica antes que él: Frederik Willem De Klerk.
Muy poca gente sabe que cuando Mandela llegó a la presidencia de Sudáfrica ¡ya tenía 76 años de edad!
Con sus casi ochenta años seguía siendo un joven con más ilusiones que recuerdos; un hombre sin resentimientos; no tenía cansada el alma; no dividió a su patria en víctimas y verdugos, en africanos y Afrikaners, en fifís conservadores y Mandelovers; no lo animaba la sed de venganza ni la mezquindad.
Este político sin caretas, no llegó a dirigir su patria saltando de un partido a otro; él llegó gracias a los pasos agigantados de su PACIENCIA SIN AMBICIÓN.
Mandela no le exigió a Inglaterra que se disculpara por haber impuesto la esclavitud y la segregación en Sudáfrica; jamás restregó las heridas de la Guerra Bóer; ni le exigió a los ingleses que le devolvieran los diamantes y las esmeraldas arrebatadas al subsuelo sudafricano durante décadas.
En mayo de 1996, Madiva (2) realizó una visita oficial a Inglaterra donde fue recibido por la Reina Isabel II, que le dispensó toda clase de honores y reconocimiento, no solamente por la estatura moral del gran líder sudafricano, sino que de igual a igual porque Mandela era descendiente de la realeza Bantú.
Mandela no le exigió a la soberana británica que Inglaterra se disculpara por las atrocidades cometidas durante la conquista de su patria; no recriminó a los ingleses cuando se le concedió el uso de la palabra ante el Parlamento Británico cuyos miembros lo ovacionaron puestos en pie por minutos interminables en un aplauso que lejos de aminorar, crecía.
Mandela con su nobleza conquistó a Inglaterra de tal forma, que ocho universidades británicas tuvieron que organizar una ceremonia conjunta en el palacio de Buckingham para conferirle ocho doctorados honoris causa en reconocimiento a su extraordinario ejercicio de la abogacía y a su magnanimidad sin precedentes en el ámbito de la política.
Ni por asomo se le ocurrió edificar un patíbulo para acentuar las diferencias existentes entre sus compatriotas; para Mandela, blancos y negros, índicos y árabes, eran ANTE TODO, sudafricanos.
No peroraba su odio desde templetes edificados para venerarlo como si fuera un mesías africano.
Jamás se le ocurrió agredir a la prensa nacional ni extranjera o los medios de difusión por oponerse a él y a su gobierno.
Sudáfrica tuvo la muy buena fortuna de haber elegido como presidente a un hombre cuyo color de piel no era reflejo de un alma oscura, sino evidencia del barro cocido con el que Dios nos dio y nos da la vida a todos.
Mandela no confiscó las minas de diamantes y esmeraldas con el pretexto de “devolverle a los negros lo robado por los odiosos blancos”.
Mandela de verdad no mentía, no robaba y no traicionaba; tampoco odiaba, ni resentía ni atizaba los fuegos del rencor y la maldad porque además de ser ajenos a su alma, entendía muy bien que si dejaba rienda suelta a los enconos su patria se perdería en una inmensa masacre.
La Sudáfrica que Mandela encontró en mayo de 1994, cuando asumió la presidencia de su país, estaba a punto de estallar en una guerra civil que solamente pudo evitarse por la nobleza de este aristócrata negro que jamás habló en contra de un régimen que lo persiguió y lo encerró en varias cárceles terribles por más de treinta años.
Pudo cerrarle las puertas al equipo sudafricano de Rugby conocido como los Springboks, de cuyos jugadores el único de raza negra era Chester Williams; los demás eran todos Afrikaners (blancos de origen europeo) pero juntos conquistaron el campeonato mundial de Rugby en 1995, cuando Mandela acudió al estadio vestido con los colores de aquel equipo de Rugby cuyas raíces eran totalmente europeas y símbolo del Apartheid.
A los pocos meses de estar en la presidencia de Sudáfrica, pudo haber decidido un cambio de bandera sustituyendo los colores de la Sudáfrica racista por los colores del Congreso Nacional Africano, PERO NO LO HIZO.
Hoy he sentido la necesidad de evocar a Nelson Mandela porque yo, como mexicano que amo a mi patria con toda el alma, querría que alguna vez llegara a la Presidencia de México UN VERDADERO GIGANTE COMO NELSON MANDELA: un líder humano, humilde, sin resentimientos, sin falsas modestias, sin delirios de grandeza ni autoritarismo.
Solamente puedo decir que si Nelson Mandela se hubiera conducido en su país como lo ha hecho López Obrador en México, Sudáfrica se hubiera sumido en un baño de sangre, sacudida por el odio y una violencia insaciable.
Cada día que se atiza y alienta la división y el odio entre los mexicanos desde el Salón Tesorería del Palacio Nacional, ese peligro crece al ritmo de una bomba de tiempo.
Para distinguir entre el gigante y los pigmeos, basta leer EL POEMA INVICTUS escrito por Nelson Mandela cuando estaba preso en Robben Island (3):
Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.
In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.
Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.
It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.
Qué envidia le tengo a Sudáfrica que después de su larga noche, amaneció a su nuevo futuro, capitaneada por un GIGANTE como Mandela.
¿Cuándo llegará el día en que México no sea rehén de falsos mesías y de pigmeos?
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- Afrikaners. Se les decía así a los sudafricanos de origen europeo (alemán y holandés básicamente).
- Madiva. Es el nombre con el que los sudafricanos se referían afectuosamente a Nelson Mandela.
INVICTUS. “De entre la noche que me envuelve, negra como la profundidad de este abismo, agradezco a los dioses porque mi alma es inconquistable. En el puño de las circunstancias, mi cara no se ha vuelto una mueca ni he gemido. Bajo los golpes del azar, mi cabeza esta sangrienta, pero erguida. Más allá de este lugar de ira y lágrimas, se cierne el horror de la sombra, y sin embargo, la amenaza de los años no me encontrará con miedo. No importa lo estrecha que sea la puerta, cuán cargado de castigos el cautiverio, yo soy el amo de mi destino; soy el capitán de mi alma”.
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