El feminismo, una causa más que justa y noble, en años recientes se ha visto retorcida a una vil guerra estúpida y estéril contra el género opuesto (antes complementario): el masculino. Resulta que se ofenden e indignan por todo, no las puede uno felicitar en el Día Internacional de la Mujer porque reaccionan cual fieras llenas de furia, tampoco podemos decirnos solidarios, mucho menos intentar sumarnos a sus marchas (las pacíficas, que cada día son menos).
Más allá de eso aún, casi cualquier intento de cortejo, galantería y romanticismo es ya considerado “acoso” y puede llevar –quien lo pensaría hace escasos 20 años– incluso a la mismísima CÁRCEL. Por otro lado, pareciera también uno cometer un acto deleznable el no aplaudir a una pareja de homosexuales o lesbianas besándose en plana calle a la luz del día, en presencia de niños, familias y personas de la tercera edad.
Extraños y tristes tiempos vivimos, desoladores, me atrevería a afirmar. Por unos cuantos felones que maltratan a la mujer (el ser más divino que existe) acabamos pagando todos. En lo personal, jamás me atrevería a darle un trato grosero hacia una mujer, pero al ir viendo cómo el trato de ellas hacia uno, como varón, se vuelve altanero, prepotente y grosero, no me queda más que llevarme a la decisión de tomar una SANA DISTANCIA, en mí no encontrarán eco alguno de conflicto.
En México, en particular, muchas feministas se explayan como si en este país no hubiera habido significativos avances en cuestión de equidad de género desde el sexenio de Ruiz Cortines, en que comenzaron a ejercer su derecho al voto, al día de hoy. Es casi como si viviéramos en un ”’Estado patriarcal opresor”, pero además en una férrea teocracia musulmana, sin soslayar que por supuesto, aún hay largo tramo por recorrer en la materia.
Muchas mujeres ahora ven al hombre con desconfianza, incluso con lujo desdeñoso interactúan con uno. El pasado Día Internacional de la Mujer, simplemente me fue imposible entablar un diálogo respetuoso con muchas. Lo que yo percibí fueron muchos conatos de conflictos, incluso de abierta violencia como lo atestiguamos con quienes se suman a una destrucción y agresión callejera que no puede sino serles contraproducentes a sus fines. Que sigan (por mí, repito) solas en sus afanes, ya que para sentimientos de ofensa, está el haber pasado 45 años de vida tratándolas como princesas, para recibir como respuesta el pedante estribillo de “el VIOLADOR ERES TÚ”. No, no soy ni violador, ni acosador, ni siquiera maleducado, pero si eso quieren, eso tendrán: indiferencia hacia ellas.
Y otro punto a agregar. Veo algo muy positivo en su movimiento. De seguir su derrotero, seguro tendrá un impacto en el menor número de embarazos y nacimientos, mermando así la explosión demográfica. Se detendrá el crecimiento exponencial de una especie nociva por definición, y que es la única especie en el planeta que rompe con todo equilibrio de la sabía naturaleza: el Homo Sapiens.
Conocedores del tema llaman a este fenómeno “HEMBRISMO”, luego entonces ya ni siquiera es FEMINISMO. ¿Hasta cuándo se darán cuenta que esas actitudes, lejos de aminorar los más que condenables y espeluznantes hechos de violencia contra mujeres, no solo no se resolverán por esos caminos, sino todo lo contrario? Su exacerbación la vemos ya mismo en las estadísticas.

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