Esperando a Godot es una obra perteneciente al teatro del absurdo, escrita a finales de los años 1940 por Samuel Becket y publicada en 1952. Se divide en dos actos, y en ambos aparecen los vagabundos llamados Vladimir y Estragón quienes esperan en vano junto a un camino a un tal Godot comprometido a acudir a una cita con estos. En cada acto, aparece un emisario con el recado de que Godot no vendrá hoy, “pero mañana seguro que sí”. Esta trama, que intencionalmente no tiene ningún hecho relevante y es altamente repetitiva, simboliza el tedio y la carencia de significado de la vida humana, tema recurrente del existencialismo.
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El segundo acto tiene una representación muy similar a la del primero: nuevamente Vladimir y Estragón permanecen al borde de la autopista papando moscas; y nuevamente el mensajero anuncia que Godot no vendrá ahora, pero mañana sí. El final de la obra reitera machaconamente a la falta de acción:
Vladimir: ¡Qué! ¿Nos vamos?
Estragón: Sí, vámonos.
¡Pero ninguno se mueve!
Representada por dos agentes económicos del presente, el gobierno y el Banco Central, he aquí una adaptación del escenario y los actores. La obra se divide en dos actos, y en ambos aparecen uno más otro responsable de la política económica tal como son el gobierno y el Banco Central, quienes se dejan atrapar por la creencia de que es posible llevar la inflación al 2% anual mediante la política monetaria facilitadora (quantitative easing) que utilizan infructuosamente desde 2001.
Cada año transcurrido desde entonces hasta el día de hoy, registra a las circunstancias nacionales de todo el Mundo Occidental portando mentís a las creencias de esos dos empecinados, en todo caso pegados como si fuera con Cola Loca a la promesa de que el soñado 2% “ no vendrá hoy, pero mañana seguro que sí”; en lenguaje coloquial: confiados en el “espérame tantito”.
Este argumento, el cual no tiene ningún hecho relevante y es altamente repetitivo, demuestra la caducidad de los criterios maestros de la política monetaria afectada por la crisis iniciada en 2007, así como por la emergencia sanitaria de 2019, y por la invasión rusa a Ucrania en 2022; todo lo cual hace que la variedad de capitalismos sea más inestable que nunca y muy poco propicia para estar esperando devotamente a Godot sin hacer nada. El final existencial de la obra reitera machaconamente a la caducidad de una política monetaria que se cristaliza en una explicación solamente cuantitativa de la inflación:
El Banco Central: ¡Qué! ¿Seguimos adheridos a la ilusión del 2% anual?
El gobierno: Sí, como si fuera un enorme fetiche intocable.
¡Pero ninguno se atreve a asumir una política monetaria radicalmente heterodoxa que deje de lado a las simplezas de la teoría económica neoclásica!
El PIB de EEUU en el primer trimestre de 2023 creció 0,5% respecto al trimestre anterior. Esta tasa es 1 décima menor que la del cuarto trimestre de 2022 situada en 0,6%. La variación interanual del mismo fue 1,8%. Se estima que el PIB norteamericano crecerá 1% en 2023 y la inflación 5.23. El mundo, a su vez, lo hará en 2.7 como crecimiento del PIB y 6.6 la inflación. La estanflación, al contrario de Godot, acude puntualmente a la cita con el Mundo Occidental.
Tomando en cuenta la secuencia histórica, las economías de la OCDE durante 1973 a 1983 convivieron con la estanflación sin colapsar ni descalabrase y en un ambiente de negocios progresivo con expectativas halagüeñas. En 2023, la situación es muy diferente no por la estanflación, sino porque la incertidumbre del siglo XXI hace tambalear a todo el entablado de expectativas desalentadoras.
Los dos agentes económicos que esperan a Godot, (gobierno y Banco Central), pueden tomar conciencia de que la inflación alta será duradera y que el crecimiento no será dinámico; aunque su creencia en el fetiche intocable del 2% los impulse al negacionismo de esperar que aumentando la tasa de interés se logrará una inflación del 2%. Si así lo hicieran, saldrían de Guatemala para entrar en Guatepeor porque aumentaría la tasa de interés real, se frenaría la inversión de las empresas y la inmobiliaria, se fomentaría, aún más, el disparo de la deuda pública y, lo último pero no menos importante, se contraerían drásticamente las inversiones de porvenir que podrían haber sido la palanca esencial de combate contra el estancamiento.
La estanflación acompañada del cueste lo que cueste no premia ni a la eficiencia ni a la eficacia haciendo perdurable al sobreendeudamiento de las naciones y a las empresas zombis; por lo que daño sistémico degrada al crecimiento potencial, el cual no empujará al progreso del PIB efectivo. En este sentido, la sinceridad de las autoridades debería acometer la prevención de los habitantes en cuanto a que cabe esperar una década de “Sangre, Sudor y Lágrimas”.
Salvo en el caso de las economías emergentes del Pacífico que ya recibieron a Godot y lo pusieron a trabajar para diversificar sus economías mediante la robotización, la inteligencia artificial, las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones.
Godot aceptó aterrizar en Oriente porque, por ejemplo, China crecerá establemente varios años a partir de 5.7% anual en 2024 y 2025, y una inflación 2023 de 0.80%; por el contrario, Godot nunca concurrió a la cita con los occidentales obcecados buscadores del 2% de inflación, porque de tanto empeñarse en esto, olvidaron enfrentarse a la estanflación.
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