¿Está México controlado por el crimen?

Dicen los filósofos que el límite del pensamiento es el lenguaje; y, créame, el horror que padecemos va más allá de lo que el lenguaje puede expresar. No es que me falten las palabras: es que tal...

19 de marzo, 2021

Dicen los filósofos que el límite del pensamiento es el lenguaje; y, créame, el horror que padecemos va más allá de lo que el lenguaje puede expresar. No es que me falten las palabras: es que tal vez no existan palabras para expresar la tragedia nacional.

Se podrá decir que el problema fue “heredado” por este gobierno, lo cual es verdad. Se podrá decir que el culpable de todo esto es Felipe Calderón, como si antes de él México hubiera sido Finlandia. La realidad, por mucho que duela, es que todos somos culpables: gobierno, sociedad, cada uno de nosotros, aunque no podamos comprenderlo o no queramos admitirlo.

Lo que acaba de decir el general Glen VanHerk, jefe del Comando Norte de los Estados Unidos, es brutal: que entre el 30% y el 35% del territorio de México está controlado por grupos delictivos. Si esto fuera cierto, ¿qué clase de Estado sería México? La bondad de los números es que no mienten como los políticos. ¿Será que el gobierno de Siria tiene más control sobre su territorio, con todo y que están en una guerra civil, que el que tiene el gobierno de México sobre el suyo?

Si usted es entusiasta del nuevo régimen mexicano, permítame subrayar que decir la realidad no es hablar mal del país ni reprochar al gobierno. Si el presidente de México fuera cualquier otra persona diferente a López Obrador, los números serían espantosamente los mismos: México es el infierno; o al menos una buena parte de México es el infierno. Lo ha sido, lo es y lo seguirá siendo, con el PRI, con el PAN, con Morena, con Jesucristo Súper Estrella… Y eso que tanto nos quiere y ampara la Virgen de Guadalupe… ya me imagino si no. En innumerables regiones y municipios no impera la Constitución ni las leyes que de ella emanan, sino la fuerza del grupo criminal. Y es que no existe tal cosa como el “vacío de poder”. Si quien ostenta el poder es incapaz de conservarlo y ejercerlo, habrá alguien o algo que se lo arrebate. Si ni las instituciones ni los funcionarios públicos son capaces de conservar y ejercer el poder, lo hará el capo más encumbrado. Así es la vida, así es la ley del más fuerte.

El problema existe y ahí está. Pero como todo lo que sucede, los mexicanos lo politizamos. Y entonces un problema de seguridad nacional se vuelve un asunto que tiene que ver con las vísceras, el ano y las entrañas, y no con la inteligencia y la razón. Porque para un gobernante cuya principal preocupación es su imagen, su reputación y su deseo de ser el mejor presidente de la historia, toda crítica que ponga en evidencia los números de la realidad será un ataque, un intento golpista, propaganda para desprestigiarlo. ¿Y la oposición? Para los opositores no existe la crítica racional, sino la lapidación. Para ellos, los pobres resultados del gobierno en materia de seguridad son prueba indubitable de ineficacia y cerrazón, ocasión para linchar al presidente y al partido oficialista en miras a la inminente elección de junio, como si tales opositores hubieran tenido a este país en niveles de seguridad superiores a los de Suiza. Un asunto tan grave como este se convierte en una guerra de estúpidos mientras el país sigue hundiéndose. 

El presidente Obrador dirá que él tiene otros datos, que lo que dice el general VanHerk es una exageración, y que, en todo caso, los Estados con mayor violencia son los que gobierna el PRI y el PAN. La oposición, por su parte, dirá que nunca ha habido un presidente tan malo como el de ahora, y minimizarán la muy grande responsabilidad que ellos tienen en que las cosas hayan llegado hasta este punto: el punto de no retorno, porque nuestro México está podrido hasta la médula y, perdonen mi pesimismo, ni dios podría arreglarlo.

El problema es aún más complejo si consideramos a los Estados Unidos. Según el general VanHerk, una de las causas de la inmigración ilegal de mexicanos y centroamericanos es, además de la pobreza, el crimen. En ese contexto se refirió este general a que hasta un 35% de nuestro territorio estaría bajo el gobierno de los carteles. La población se ve forzada a huir. Muchos se van a Estados Unidos, si pueden; y si no, huyen de sus localidades. Se habla poco en México del desplazamiento forzado interno de poblaciones y comunidades enteras. Los criminales llegan y se adueñan de todo. Miles y miles de personas se ven obligadas a escapar.

Un estudio publicado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos en 2017 (“Desplazamiento Interno por Violencia en México”) reporta cifras hórridas que me resultan difíciles de asimilar. De ser ciertas, estaríamos viviendo una tragedia, no de dimensiones griegas ni dantescas, sino infernales: de 2007 a 2011 se registraron 1 648 387 personas internamente desplazadas por la violencia. Leyó usted bien: ¡casi un millón seiscientas cincuenta mil personas! Si esto no es una tragedia humanitaria colosal, entonces nada lo es. El crimen organizado llega a las comunidades y se apropia de bienes, muebles e inmuebles, recluta forzosamente a los jóvenes, ultraja a las mujeres y mata a todo aquel que proteste. Ahí no existe Presidente-Constitucional-de-los-Estados-Unidos-Mexicanos ni Gobernador-Constitucional-del-Estado-Libre-y-Soberano ni cantinelas tipo Es-un-honor-estar-con-Obrador, ni idioteces de similar envergadura que valgan. Ahí no existe el orden jurídico nacional. Ahí solo impera la ley del crimen y la fuerza de la bestialidad. Punto. Y como probablemente usted no crea este dato que comento, le voy a dejar el link para que lo vea –página 65 del estudio–: https://www.corteidh.or.cr/tablas/r37820.pdf 

¿Se acuerda usted de la masacre de Allende, en 2011, o del asesinato de don Alejo Garza en 2010? En el primer caso, una organización criminal buscaba a un soplón en Allende (Coahuila) y arrasaron con toda la localidad: mataron a todos e hicieron de las suyas durante tres días completos, asistidos por la policía municipal. En el segundo caso, don Alejo Garza murió defendiendo su rancho en Tamaulipas, que había sido exigido por un grupo criminal. Como nadie le ayudó ni le hizo caso a don Alejo, decidió enfrentar él solo a los malhechores. Bueno, pues estos son solo dos casos. Pero hay cientos, quizá miles, decenas de miles. Ahora mismo, mientras usted lee estas líneas, están sucediendo casos similares. Y eso explica la cifra siniestra de desplazados que compartí en el párrafo anterior.

En México hay tanta y tan inhumana brutalidad que casi todos prefieren tener razón sobre el adversario político en lugar de hacer las cosas bien. Ante el fracaso de la política anticrimen del gobierno de Obrador, la oposición hace su agosto y se deleita, cuando deberían estar llorando y sintiéndose miserables, como usted y yo ahora mismo nos sentimos. A lo mejor a usted no, pero a mí esto me hace sentir muy mal. Tal vez usted está la mar de contento como si no hubiera la posibilidad de un Nuevo Orden. Me refiero a la distopía de Michel Franco: muchos no ven más allá de lo que ven Diego Boneta, Dario Yazbek y Naian González en la cinta; bueno, no ellos, sino los personajes que interpretan, personajes que viven en la burbuja de la indolencia, la frivolidad, el privilegio y en ensimismamiento… pero la realidad podría explotarnos en la cara. 

Lo digo con todas sus palabras: la política anticrimen del gobierno federal no ha funcionado: los números no mienten y hoy son peores que en los sexenios de Calderón y Peña. En el otro extremo, para el actual régimen y sus incondicionales, nunca México había estado mejor gobernado y todo lo malo que todavía persiste es culpa de los presidentes anteriores y de los españoles (oyó usted bien: ¡de los españoles!). Los enamorados del régimen aplauden al presidente Obrador como si de verdad México fuera más seguro que Noruega. No es culpa del presidente que las cosas estén como están, pero sin duda es su responsabilidad enfrentar el problema y dar los resultados que sus adversarios no pudieron dar por no ser tan buenos y patriotas como él. Vaya, no le pido a Obrador que arregle al país, sino que empiece a dar resultados favorables, eso es todo, caray. Calderones, Peñas, Obradores … de todos no se hace uno. Los únicos que mejoran en este país son los criminales. 

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