En el marco de continuar comparando la democracia actual con la clásica, en esta ocasión analizaremos cómo la creencia, la fe y la esperanza ya sea en un mundo mejor o en una distopía se mantiene a pesar del supuesto laicismo del gobierno.
En la antigua Grecia, durante el proceso de cambio de régimen, donde pasaron de una monarquía absoluta a una democracia, las polis vivieron una circunstancia fundamental para el desarrollo del nuevo sistema: la falta de esperanza en la vida eterna después de la muerte.
El pueblo griego tenía una compleja mitología, donde por alguna razón, se fue debilitando paulatinamente la figura de los “Campos Elíseos”, que era el lugar de los bienaventurados y se impuso la figura del “Hades”, que es una figura entre infierno y vida de ultratumba. Este cambio fue trascendental, pues modifica por completo el enfoque del individuo: al ya no tener una vida futura que esperar, concentra toda su energía en esta.
Aun sin dejar de creer en sus dioses, viven en el hoy y deciden participar de su comunidad. El gobierno que instauran es, en casi todos los sentidos, “laico”; sin dejar, insisto, de respetar sus festividades y demás mandatos religiosos. Los lineamientos que conforman las políticas públicas tienden a privilegiar al individuo en tanto ser temporal.
Con relación a esto, en la actualidad, desde la época de Juárez, el gobierno en México ha tomado una línea de aceptable laicidad. Tanto la educación pública como los protocolos gubernamentales se realizan conforme a estos preceptos. Por supuesto, existen excepciones, como fue el caso durante la última visita que realizó a México el papa Juan Pablo II. En aquella ocasión fue recibido por el presidente Vicente Fox, quien al saludar al pontífice, se inclinó a besar el anillo papal. Esta es una conducta perfectamente válida como devoto católico, pero no como un jefe de Estado que recibe a otro jefe de estado. Ya sea que lo haya hecho por convencimiento personal o por demagogia, al entender que sería bien visto por un pueblo mayoritariamente creyente, me parece un gesto inapropiado entre dos jefes de Estado al mismo nivel.
Lo que me parece importante señalar dentro de la perspectiva del gobierno razonablemente laico que tenemos en la actualidad –ambas candidatas a la presidencia visitaron al Papa como parte de sus campañas–, lo que considero de la mayor importancia es la polarización de las sociedad, donde mientras la mitad entiende al gobierno del nuevo partido de Estado como una esperanza genuina de un nuevo régimen que habrá de cambiar las cosas para mejor, la otra mitad parece perder día con día la esperanza. Capitales se van, proyectos de inversión se frenan y lo que consiguen es que ambas posturas se radicalicen hablándole cada una a su “propia parroquia”.
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