Una onda expansiva sacude Argentina desde la llegada al poder de Javier Milei el 10 de diciembre.
Su ideología, calificada de “anarco-capitalista”, promete grandes cambios en un país con una larga tradición de control estatal y sumido en una profunda crisis económica. La radicalidad de sus propuestas consiguió atraer a muchos argentinos, pero alienar a otros tantos, con varios llamamientos a la huelga general.
Los analistas han intentado comprender los vínculos ideológicos entre Javier Milei y los diversos movimientos de extrema derecha surgidos en los últimos veinte años, sobre todo en Europa y Estados Unidos.
Como estudiante de doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad Laval, mi investigación se centra en el autoritarismo, especialmente en Argentina. Por ello, en este artículo exploraré la relación entre Javier Milei y el movimiento de extrema derecha.
Cuidado con las comparaciones rápidas
Javier Milei puede ser calificado de populista. Esta asociación es apta, incluso natural, si nos fijamos en sus numerosas referencias a figuras de extrema derecha como Donald Trump, el brasileño Jair Bolsonaro y el español Santiago Abascal, presidente de Vox, a quien invitó a su toma de posesión.
Sus llamamientos a combatir el “izquierdismo”, sus críticas al “marxismo cultural” y su carácter abiertamente antisistema refuerzan esta identificación.
Sin embargo, esta comparación bastante simplista pasa por alto diferencias significativas con el programa de Milei, sobre todo en materia de política económica y migratoria. Así pues, a pesar de las similitudes, existen diferencias significativas, sobre todo en la forma en que cada movimiento entiende el papel del Estado y su relación con el conjunto de la sociedad.
En particular, me gustaría llamar la atención sobre una diferencia central, el papel del nacionalismo, y sobre las innovaciones introducidas por Milei en el contexto del ascenso global de la derecha.
El nacionalismo nativista en el corazón de la extrema derecha
En un artículo, Matt Golder, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Estatal de Pensilvania, analiza la literatura científica sobre los partidos políticos de extrema derecha en Europa. En ella encuentra tres elementos cada vez más característicos de este movimiento: nacionalismo, populismo y radicalismo.
El nacionalismo expuesto por los partidos de extrema derecha puede describirse como “nativismo”. Según Cas Mudde, profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Georgia, el “nativismo” se entiende como “nacionalismo más xenofobia”. Se basa en la idea de la existencia de una población “nativa” imaginaria construida sobre aspectos generalmente culturales o étnicos, cuya homogeneidad debe ser protegida de cualquier elemento que le sea ajeno y externo.
Al concebir esta comunidad homogénea, el nativismo se suma al nacionalismo, concebido como la congruencia entre Estado y nación, el elemento de xenofobia mencionado por Cas Mudde. Con ello, los movimientos de extrema derecha plantean una preferencia radicalizada por todo lo que pueda definirse como perteneciente a la “comunidad nacional”.
Esta versión del nacionalismo es bien conocida. Es fácil encontrar ejemplos europeos y americanos de ella: los llamamientos contra el “gran reemplazamiento” expresados por Éric Zemmour, las advertencias contra los inmigrantes de Donald Trump o la islamofobia de Alternativa para Alemania, entre otros.
Este nativismo de los partidos de extrema derecha se ha convertido en la base de sus proyectos políticos, incluidas sus políticas económicas.
Por este motivo, la extrema derecha contemporánea también presenta proyectos claramente proteccionistas. El euroescepticismo, la nacionalización y la retórica antiglobalización son elementos compartidos por una gran parte de los movimientos de extrema derecha. La raíz de estos proyectos es la creencia en una comunidad nacional, definida en términos étnicos o culturales, que debe ser protegida de la influencia de elementos procedentes del exterior.
Liberalizar la economía, prioridad de Milei
El elemento del nativismo no se encuentra en el partido de Javier Milei, aunque su lista de promesas pueda sorprender por su radicalidad y amplitud.
Más bien, los planes y la plataforma de su partido, La Libertad Avanza (LLA), representan una clara oposición al nativismo imperante en Argentina y representado por el movimiento peronista. Las acusaciones sobre su supuesta ideología antiinmigración tampoco tienen fundamento, al menos hasta ahora.
El programa electoral de Javier Milei menciona la inmigración sólo marginalmente. Basta con leer el texto, donde los temas sobre “nación” o inmigración están relativamente ausentes.
Es cierto que Argentina ha recibido proporcionalmente menos inmigrantes que la mayoría de los países europeos o norteamericanos en los últimos años. El debate gira más bien en torno a la universalidad del servicio sanitario y educativo, gracias al cual todo el mundo, independientemente de su estatus migratorio, puede beneficiarse del sistema sanitario público (incluso los turistas) y de la educación gratuita. Por tanto, Javier Milei no se opone tanto a la inmigración (ha expresado incluso su apoyo), como a cierto tipo de gastos del Estado asociados a ella.
Por otro lado, la liberalización ha sido y sigue siendo el pilar de su programa, perfectamente plasmado en la propuesta de eliminar el banco central e introducir la libre competencia monetaria. Su programa incluye también la dolarización, la optimización y reducción del tamaño del Estado, la apertura al comercio internacional, la reforma del código laboral, de la ley de salud mental y de la reglamentación de los servicios médicos.
Esperar antes de juzgar el proyecto político de Milei
En otras palabras, a pesar del estilo populista y la radicalidad de sus propuestas, el planteamiento de Milei hace difícil identificarlo inmediatamente, sin más matizaciones, con la extrema derecha europea y estadounidense.
Esto no significa necesariamente que el fenómeno Milei deba ser excluido de la extensa familia de la extrema derecha. Como afirma Cristóbal Rovira, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile, esta “familia” no tiene elementos necesariamente compartidos por todos sus miembros. Sin embargo, nos obliga a reconsiderar asociaciones inmediatas y fáciles. El hecho de que Javier Milei haya declarado su preferencia por Trump no le convierte en trumpista.
Sin duda, dentro de su partido político hay personas más cercanas a los proyectos políticos de Donald Trump o Santiago Abascal. Sin embargo, las posiciones personales de Javier Milei definen en gran medida lo que podemos esperar de su gobierno y el carácter de su proyecto político.
Aunque el propio Milei afirma su parentesco ideológico con líderes a menudo incluidos en la gran familia de la extrema derecha contemporánea, los elementos de su programa y el núcleo de su ideología imponen el mantenimiento de una cierta distancia. En términos más generales, es necesario contextualizar todos los fenómenos políticos para comprender su novedad y sus implicaciones.
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