Autor
Catedrático de Estudios Norteamericanos, Universidad de Alcalá
La referencial fórmula de concesión de los cinematográficos premios Óscar –“Y el ganador es…”– que cada año escuchamos de boca de algún intérprete famoso antes de otorgar un galardón bien pudiera aplicarse a las actuales elecciones norteamericanas. Las encuestas vienen reflejando un empate técnico desde hace semanas y ninguno de los dos candidatos logra despegarse del otro pese a lo singular, por accidentada, de la actual campaña.
Joe Biden se mostró dubitativo e impedido para liderar la nación más poderosa militar y económicamente del mundo en el debate de junio contra su contrincante Donald Trump. El republicano parecía tener ganadas las elecciones tras ese debate, posibilidad que se potenció considerablemente como consecuencia del televisado y televisivo intento de magnicidio contra su persona.
Este cúmulo de acontecimientos motivó que las alarmas ya encendidas en los cuarteles demócratas elevaran su volumen apremiando a un ineludible y urgente reemplazo. El movimiento, a tan solo unos meses de las elecciones, era arriesgadísimo, pero no tanto como continuar con una candidatura condenada al fracaso, por mucho que el nominado in pectore contara con los delegados necesarios para la necesaria convención en Chicago.
Fue en este contexto cuando se propuso a la vicepresidenta Kamala Harris.
Ahora era ella quien encabezaba las encuestas con diferencias que llegaban a los dos puntos. Sin embargo, a comienzos de octubre su ascensión se detuvo y desde entonces no logró superar un techo de votantes por más que los despropósitos de su contrincante causaran rubor.
Remontadas y bajadas de Trump
Bien al contrario, Trump iniciaba una lenta pero constante remontada hasta el punto de que, a un par de semanas del 5 de noviembre, el poco sospechoso periódico The New York Times le confería una ventaja de dos puntos. En el momento de escribir estas líneas vuelve a conferir una ventaja de un punto a Harris, si bien la victoria sería cuestionable, pues el propio periódico admite el liderazgo de Trump en Pensilvania, Georgia, Carolina del Norte y Arizona: 62 de los 93 votos que determinarán el nombre del próximo presidente americano.
Analizar los motivos por los que la mitad de los norteamericanos respaldan a un presidente como Trump es tremendamente complejo y a la vez bastante sencillo. Está condenado judicialmente; inmerso en procesos penales y civiles; apoyó un levantamiento popular –el asalto al Capitolio en 2021– como nunca antes en Estados Unidos desde la Revolución de 1775; pese al pronunciamiento de distintas cortes legales, nunca reconoció su derrota; está acusado de filofascista por íntimos colaboradores; ha sido cuestionado por eminentes republicanos que nunca le han prestado su apoyo; tiene formas groseras, cuando no soeces y rayanas con lo delictivo, además de xenófobas….
Del mismo modo que Kamala Harris parece tener un techo insuperable, Donald Trump tiene una legión de incondicionales que le garantizan un suelo estable y seguro. Además, su mensaje es claro y sencillo, centrándose en las preocupaciones de los votantes sin entrar en las disquisiciones intelectuales de Harris.
Hay una frase que Trump repite en sus mítines: “Traigo un mensaje de esperanza”. Ese es el fundamento de su campaña: él es la esperanza para la clase trabajadora que teme perder sus puestos de trabajo, que tiene la sensación de que Estados Unidos ha dejado de ser la nación poderosa, el gendarme mundial, “la ciudad en la cima de montaña modelo para el resto de la humanidad” que preconizaran los primeros puritanos a comienzos del siglo XVII, y que fue realidad en el XX.
La inflación, la principal preocupación de los votantes
Pese a que los resultados económicos de la presidencia Biden son positivos, Trump ha generalizado la creencia de que la economía del país está viviendo los peores momentos de su historia utilizando los datos de inflación como únicos referentes.
Según una encuesta de Ipsos, la principal preocupación para más de la mitad de votantes es la economía –de forma más precisa, la inflación–, seguida de la inmigración y la seguridad ciudadana.
Su estrategia de campaña se ha cimentado, precisamente, en la lucha contra la inflación en el terreno económico y la deportación de emigrantes en lo relativo a la seguridad. Además, bajará impuestos como fórmula para la creación de empleo e impondrá fuertes aranceles a las importaciones para impulsar la producción nacional evitando la destrucción de empleo. Sus recetas económicas, paradójicamente, podrían derivar en recortes de gastos sociales y encarecimiento de productos para las clases medias, quienes compran y consumen productos importados.
El éxito de su fórmula encuentra reflejo en las predicciones de las casas de apuestas. Algunas encuestas como la de Polimarket favorecen a Trump. La mayoría únicamente conceden la victoria a Harris en Míchigan y Wisconsin, otorgándosela a Trump en los otros cinco estados bisagra: Georgia, Carolina del Norte, Pensilvania, Arizona y Nevada.
¿Está la suerte echada? Ni mucho menos. Por más que distintos indicadores favorezcan al republicano, o por más que el presidente saliente meta estrepitosamente la pata calificando de “basura” a los votantes de Trump, la demócrata tiene serias posibilidades de alzarse con la victoria.
Obviando méritos, suerte ha tenido Kamala Harris al encontrarse siempre en el sitio oportuno en el momento oportuno. Así llegó a ser la primera mujer en ocupar la fiscalía general de California, fue la primera mujer étnica en conseguir un asiento en el Senado por ese mismo estado y se convirtió en la primera vicepresidenta de la nación.
El partido que más recauda suele ser el vencedor de las elecciones, y los demócratas superan sensiblemente al partido republicano. Los votantes demócratas parecen estar más movilizados que los republicanos, como se desprende de los porcentajes del early voting.
En mi particular quiniela adjudico a Trump los estados de Georgia y Carolina del Norte, pero creo que Harris ganará Wisconsin y Míchigan, con lo que todo se decidirá en Pensilvania. Aunque en este estado las encuestas favorecen a Trump, lo hacen en menos de un punto, y en los “votos tempranos”, los registrados demócratas duplican a los republicanos. En las elecciones del 2020 se emitieron en este estado casi siete millones de votos y los demócratas vencieron por 80 000; allí viven unos 600 000 hispanos, casi la mitad portorriqueños a quienes poco o nada gustó la broma del humorista Tony Hinchcliffe comparando su isla con un basurero.
Pero, si de apostar se trata, diría que el nombre de Kamala Harris completará la famosa frase tan repetida en los Oscar: “And the winner is…” –Y el ganador es…“–.
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