En política, y con especial énfasis en las dos últimas décadas en México, se sabe que muchas veces perdiendo se gana. Es aquí donde no es imposible que la Presidencia de la República tenga más que la mínima interlocución necesaria con, sobre todo, dos figuras muy visibles de la (¿aparente?) oposición: Dante Delgado y Alejandro Moreno, dirigentes máximos del MC y PRI, respectivamente. Ambos personajes del sureste mexicano, Veracruzano uno (estado de dónde el presidente afirma ser oriundo también, puesto que su Constitución le otorga ese derecho, al ser su Padre nativo del mismo) y campechano el segundo.
El secretario de Gobernación es tabasqueño igual que el Presidente, sumado a que el actual gobernador de Chiapas, Rutilio Escandón, es familiar del mismo Adán Augusto López. El exgobernador de Chiapas, Manuel Velasco Coello, fue clave desde la campaña, con el apoyo decidido de su Abuelo materno, el Señor Coello (QEPD), amigo entrañable de Andrés Manuel, en la tarea de tejer alianzas con miras a ganar categóricamente la Presidencia en 2018, adhesión del partido a la alianza triunfadora, el verde, incluida. No hay que olvidar que el partido naranja de Delgado fue durante muchos años aliado incondicional de AMLO, cambiando incluso los estatutos, nombre y logo de su partido (el águila juarista que al principio de MORENA, en su fase de A.C/APN, fue su logotipo) con el fin de acoger en su seno a López Obrador cuando se adivinaba muy desgastada su relación con el PRD.
Dante Delgado fue “expulsado” pública e inesperadamente por parte de Andrés Manuel de su movimiento, pero esto pudiese ser una jugada maestra más del hoy Presidente. Indudable es su brillantez como ajedrecista de la política, convirtiendo a Movimiento Ciudadano en un ente opositor de membrete, cuyo principal fin es dividir el eventual voto contrario a MORENA, partido político en los comicios; esto obviamente a cambio de importantes posiciones de poder territorial, como ya tiene Jalisco y Nuevo León (estados) y Monterrey y Aguascalientes (municipios); una suerte de “concertaciones” al más puro estilo salinista, pero dotadas de una sutileza que resultaría imperceptible para prácticamente todos.
En el caso del PRI de “Alito” Moreno, resulta extraño que haya renunciado en los hechos a la gubernatura de Campeche para dirigir a un partido que lucía ya insalvable. Pudo haber sido puesto ahí, a manera de caballo de Troya, para terminar de sepultarlo, porque hay decisiones que parecen suicidas, como el abierto apoyo a iniciativas y políticas (como el tema eléctrico) situados en las antípodas de sus orígenes revolucionarios, que fueron estos los que le daban (y le dan) la poca vida que todavía pueda tener, provocando ese hecho un franco y abierto repudio popular.
Ambos casos, PRI y MC, pudieran ser de los aliados más valiosos del presidente López Obrador, y es posible que NO lo sean de forma involuntaria, porque en los hechos sin duda que sí lo son. Falta aún ver cómo estos dos institutos políticos ayudan a MORENA a consolidarse en el rumbo que se le ve: un partido cuasi hegemónico, en la Presidencia, las cámaras y los estados y municipios. Los aparentes acuerdos tácitos de embajadas y consulados a gobernadores priistas que cooperen (así sea sólo dejando de operar en favor del PRI) a entregar sus plazas al oficialismo, bien pueden estar avalados por la presidencia del CEN del tricolor, así se distraiga a la opinión pública con el cuento de una eventual “expulsión” del partido a los flamantes diplomáticos, dinámica que continuará hasta que, como parece ocurrirá, Alfredo del Mazo sea el último gobernador priista en México en 2024.
Mención aparte merece otro actor político relevante del sureste, Carlos Joaquín, miembro de una dinastía política caciquil priista de Quintana Roo. Aunque llegó a la gubernatura cobijado por el PAN, a diferencia de sus dos hermanos, también gobernadores en su momento, colabora en estrecha cercanía con el presidente, como se pudo constatar al acompañarlo en su gira por varios países de Centroamérica. En el sureste se parece tejer hoy la política nacional, tan es así, que cada día cobra más fuerza el nombre de Adán Augusto López Hernández dentro de la baraja sucesoria del presidente rumbo a las elecciones del 2024.

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