El Punto de vista y la verdad

El punto de vista y la perspectiva no son sinónimos. A continuación se expone y profundiza en sus distinciones y sinergias. 

11 de noviembre, 2022

“Uno nunca llega a entender realmente a otra persona hasta que consideran las cosas desde su punto de vista… hasta que se mete en su piel y camina con ella”. Harper Lee, “Matar a un ruiseñor”, Primera Edición, Estados Unidos, Harper Collins, 2015, Págs. 33.

Confusión entre “perspectiva” y “punto de vista”

Es fácil suponer que “punto de vista” y “perspectiva” son sinónimos, pero no lo son, cuando menos no para efectos de entender cómo construimos una verdad. Quizá un ejemplo ayude para aclarar la confusión:

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.

(2) La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. (3) Dijo Dios: “Haya luz”, y hubo luz. (4) Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad; (5) y llamó Dios a la luz “día”, y a la oscuridad la llamó «noche». Y atardeció y amaneció: día primero1”. ¿Quién, y desde donde, narra el Génesis Bíblico? La posibilidad de que Dios mismo se haya sentado a escribir el relato, para luego hacérselo llegar a sus creyentes, suena bastante improbable. Suponemos entonces que estamos frente a una narración que retrata las visiones de algún profeta, que tienen lugar siglos después, cuando ya se hubiese desarrollado el lenguaje y la escritura. ¿Cómo y desde dónde podía mirar este profeta la creación de algo que aún no existía? ¿Cómo pudo ver y escuchar a Dios? ¿Cómo sabía que era Dios? ¿Por qué no lo describió? En resumen: ¿dónde estaba ubicado el observador para poder ver lo que vio y luego contárselo a sus contemporáneos? El profeta que relató el Génesis no tiene empacho, no sólo en asegurar que observó cómo Dios creó el mundo ante sus ojos, sino que es capaz de conocer también su subjetividad al dar cuenta de cómo Dios juzgó que “la luz estaba bien”. 

En los relatos de ficción se utiliza con mucha frecuencia este mecanismo donde punto de vista y perspectiva se funden. El narrador omnisciente de una novela, al mismo tiempo que cuenta con total certeza desde la tercera persona lo que el personaje hace, es capaz de saber también lo que piensa y las motivaciones que lo llevaron realizar la acción narrada. Este fenómeno se rompe con el surgimiento de la posmodernidad que es capaz de distinguirlos y se observa con claridad en los medios audiovisuales, donde nosotros, como espectadores, por más que veamos actuar a un personaje desde distintos encuadres, no podamos saber lo que piensa a menos de que lo diga o sus acciones nos lo dejen saber. Es decir, que mientras leemos una novela escrita con la técnica del narrador omnisciente asumimos tanto el punto de vista como la perspectiva del personaje. Mientras que en el cine, conservando nuestra perspectiva de observadores –pues siempre permanecemos en nuestra butaca–, somos capaces de identificamos con el punto de vista del personaje, a cuya perspectiva no tenemos acceso a menos que él no haga saber lo que observa y siente ya sea con palabras o actos. 

Enfoquémonos en el “punto de vista”

Pensemos en un documental donde, tras una larga estancia en la sabana, el equipo de investigación ha podido documentar mediante el video y la fotografía las tácticas y estrategias que utiliza una manada de leones para cazar. 

  En este caso el programa entero está planteado desde la “perspectiva” de la cámara, que es la que registra lo que ocurre, sin embargo al mismo tiempo toda la estructura de la investigación está planteada desde el “punto de vista” del león: seguimos cada técnica, cada truco, cada movimiento y la forma en que acecha a las cebras desde la distancia. Pero es indispensable comprender que seguir los movimientos de una fiera no significa en modo alguno asumir su perspectiva. Meterse en la experiencia existencial de un león, cómo siente, qué detona sus reacciones, cómo vive los estímulos del entorno, en una palabra, asumir su “perspectiva”, es imposible para el ser humano y por eso, lo más que podemos conseguir es alinearnos con dicho felino sumiendo su “punto de vista”, centrándonos en las necesidades, características y modos de ser de la especie a investigar, sumado al conocimiento que a lo largo de los años hemos acumulado de esa especie. 

Y aquí está la clave: podemos “imaginar” cómo vive su condición de león, pero siempre desde la perspectiva humana, que resulta imposible de abandonar. Podemos asumir distintos puntos de vista, pero no podemos cambiar la perspectiva que nos da la especie; es ella la que nos provee de las herramientas (capacidades sensoriales, cognitivas, intuitivas, biológicas, etc,) para experimentar e interpretar la realidad que nos rodea. Podemos deducir, reflexionar, suponer, empatizar, asumir lo que significa estar en la piel de un conejo, pero no podemos asumir esa perspectiva de ningún modo: por más que lo deseemos, no nos es posible encarnarnos en un conejo ni en ninguna otra cosa que no sea un ser humano.  

Pensemos en un segundo ejemplo: un reportaje de prensa acerca de un asesinato. El periodista encargado hará una investigación de los hechos y los involucrados y una vez que tenga todas las piezas de la historia, construirá, desde su perspectiva como profesional del periodismo –equivalente a los zoólogos que observaron a los leones–, un relato completo y coherente de lo ocurrido. Si bien esa historia la hizo desde su perspectiva personal, la redacción y el enfoque estará centrado en los protagonistas de los hechos, y a la hora de redactar, asumirá deliberadamente el punto de vista de la víctima o del asesino o de las autoridades, o quizá saltará alternativamente de un punto de vista al otro. No puede meterse en la cabeza del asesino, pero si puede centrarse en ofrecer un contexto de quién es y de lo que lo llevó a hacer lo que hizo. Desde su perspectiva de informador profesional, construirá un relato centrado en el punto de vista del asesino –ya sea para justificarlo o para cargarlo de agravantes– pero poniéndolo a él y lo que logró averiguar del caso –y nunca a sí mismo– en el centro de la narración. El testimonio no se tratará de lo que el periodista pensó o sintió, sino de los hechos que ocurrieron y de los involucrados en ellos. Si lo trasladamos a las voces gramaticales, el Yo del periodista jamás aparecerá. Por el contrario, el relato estará articulado en tercera persona, donde un observador “objetivo” expone los hechos y conjeturas sostenidas en las pruebas objetivamente existentes. El periodista no hablará de sí mismo sino de lo que sucedió. 

Cosa muy distinta hará su colega de la columna de opinión. En este segundo caso, el opinador tomará el reportaje del periodista y recorrerá el camino en sentido contrario: tomando como referencia el reportaje “objetivo”, contado desde el punto de vista de los protagonistas, hará una interpretación desde su propia perspectiva compartiendo su opinión, visión y comprensión de los hechos y testimonios. Como se puede intuir, ambas columnas serán radicalmente distintas.  

Concluyamos con tres ejemplos literarios que ilustran las diferencias entre perspectiva y punto de vista. La primera obra de la que me gustaría hablar es A sangre fría de Truman Capote. En esta novela el autor nos cuenta, desde su perspetiva, pero desde una visión objetiva, poniendo como centro del relato los hechos efectivamente ocurridos, el cuádruple asesinato de una familia en un pueblo rural de los Estados Unidos por dos individuos posteriormente capturados y condenados a pena de muerte. Si bien Capote se centra en la psicología de los criminales e incluso se entrevista con ellos en distintas oportunidades privilegiando su punto de vista, busca recrear un relato objetivo de sus contextos y motivaciones. 

En el segundo ejemplo John Fowles, en su novela El coleccionista cuenta la historia de un tipo que, obsesionado con una joven, la secuestra con la intención de que gracias a la convivencia termine por enamorarse de él. Aquí sí, en tanto que se trata de una ficción, el autor está habilitado para asumir la perspectiva y el punto de vista del secuestrador, Frederick Clegg. 

El tercer ejemplo responde a un híbrido entre ambas posibilidades. Se trata de El adversario, del escritor francés Emmanuel Carrère, donde se cuenta la historia de Jean–Claude Romand, quien en 1993, ante la inminencia de que se descubriera que su vida entera era una mentira, decidió asesinar a su esposa, a sus dos hijos, a sus padres y hasta al perro. En la novela, al mismo tiempo que se relata objetivamente el caso judicial de Romand, que significó un escándalo en toda Francia, el autor relata también lo que ocurría en su vida mientras llevaba a cabo la investigación y escribía el libro. Al mismo tiempo que ponía en el centro del texto el punto de vista del asesino, relataba su propia experiencia desde la perspectiva personal y el grado de afectación que implicó para él involucrarse en contar esa historia.  

 

Web: www.juancarlosaldir.com

Instagram:  jcaldir

Twitter:   @jcaldir   

Facebook: Juan Carlos Aldir

1 Biblia de Jerusalén. Edición en letra grande, dirigida por Ubieta, José Ángel, España, Bilbao-Desclée de Brouwer, 1992, Pág. 21

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