EL PROBLEMA DE LOS ESTACIONAMIENTOS EN LAS CIUDADES MEXICANAS

El incremento del parque vehicular genera problemas de congestionamiento vial, contaminación, horas perdidas, malestar, etc. Se trata de un gran reto de las grandes urbes del siglo XXI.

23 de noviembre, 2021 EL PROBLEMA DE LOS ESTACIONAMIENTOS EN LAS CIUDADES MEXICANAS

El uso indiscriminado del automóvil, la falta de espacios de estacionamiento en restaurantes, cafés, bares, loncherías, etc., generan un gran caos en nuestras ciudades por la autorización de usos del suelo que no consideran los medios de movilidad al momento del otorgamiento de permisos de uso para distintos giros.

Ciudades como Xalapa, Veracruz, San Miguel Allende, Guanajuato, Taxco y muchas más, cuya traza original no consideraba más que una movilidad de carácter peatonal o en su caso que el caballo, el carruaje o la diligencia, sufren hoy la presencia indiscriminada del automóvil. El transporte público, por su parte, tiene poco margen de maniobra. Ciudades que eran prácticamente “dormitorio” se van convirtiendo en zonas urbanas de usos mixtos que requieren movimientos de carga y descarga de bienes y servicios sin estar acondicionados para ello. En consecuencia, el caos va en aumento.

Queda claro entonces que la traza original, orografía y usos originales, se mal adaptan para los automóviles que se desbordan como una incontenible plaga y saturan las estrechas vialidades. Se dejan sin espacio a medios masivos de movilidad,  bicicletas y peatones.

Esta creciente saturación genera miles de horas-hombre perdidas en congestionamientos vehiculares. Solamente en la zona metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM) están registrados 9.8 millones de automóviles. Si consideramos una población de 22 millones de personas, tenemos un auto por cada 2.2 habitantes.

Según el IMCO, existen entre espacios destinados en vía pública y estacionamientos edificados 6.5 millones de cajones de estacionamiento en la propia ZMCM. Esto significa de entrada un déficit de 3.3 millones de espacios, que no solo dificultan la circulación, desincentivan el uso de transporte público y le roban “espacio” a otras formas del uso del  suelo en zonas de buena cobertura de servicios que impiden la densificación urbana, la construcción de vivienda vertical asequible y bien ubicada. Esto facilita el crecimiento de manchas urbanas dispersas en la medida en que no reducimos la dependencia al automóvil.

Basta señalar como ejemplo que en 251 desarrollos inmobiliarios construidos en la CDMX entre 2009 y 2013, sumando sus superficies, se edificaron 16 millones de metros cuadrados, de los cuales el 42% del total fueron estacionamientos (8.3 millones de m2 para los automóviles), si consideramos para cada unidad 25m2, se construyeron 332 000 millones de cajones de estacionamientos.

En los tres años subsecuentes (2013 al 2016) se edificaron en la CDMX 1.2 millones de metros cuadrados de oficinas con un costo de siete mil millones de pesos. Si a ello agregamos el impacto económico de 80 000 viajes al día, 14.8 millones de litros de gasolina y las 32 880 toneladas de CO2 a la atmósfera al año, puede verse, según el propio IMCO, la irracionalidad del camino que estamos siguiendo.

Simplemente con los 7000 millones de pesos derivados de esa inversión pudieron haberse construido cuatro líneas de Metrobús con una longitud cada una de 20 km. Así el número de personas beneficiadas entre la inversión en estacionamientos que es de 40 000 ascendería a 600 000 si utilizáramos esa inversión en construir líneas de Metrobús.

Resulta interesante un análisis comparativo del propio IMCO donde evalúa el impacto en superficie de estacionamientos de la torre Bancomer de 54 pisos y 3000 cajones de estacionamientos, considerando que la torre está a 220 metros del CETRAM Chapultepec. Para su análisis IMCO la compara con la torre Shard en Londres con 72 pisos de altura y que cuenta con solo 42 cajones de estacionamiento, ésta se encuentra a 220 metros de la estación del metro London Bridge.

¿Estarán mal los que diseñan la normatividad en Londres? La respuesta obviamente es no. En ciudades como esa, la apuesta desde hace décadas ha sido la de impulsar el uso de transporte público sobre el automóvil. En lugar de invertir espacios de estacionamiento, se canalizan recursos para dotar a la ciudad de un transporte público de calidad.

 

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