En las siguientes líneas, se aborda la trayectoria del PRI desde su fundación hasta su alianza electoral con el PAN-PRD en la reciente elección, en donde traicionó sus propios valores fundacionales. (Nota del editor).
El PRI surge de la primera Revolución social del Siglo XX. Se hace gobierno uniendo a las distintas facciones revolucionarias, tomando en cuenta las demandas de todos, llevándolas a las leyes mediante el constituyente de 1917, y ya abiertamente a los hechos, a partir del gobierno del General Cárdenas. Lastimosamente, dicho partido hoy está reducido a su mínima expresión. El partido tricolor, sin el cual el México que todos conocemos no existiría, habría podido detener su caída este año electoral de 2021 con algún liderazgo con la mínima conciencia histórica y ética, que tuviera altura de miras y una voluntad política de hacer una PURGA al interior de ese instituto político. Además habría sido bueno para su imagen romper su alianza antinatural con el PAN, partido que fue el principal enemigo de los postulados de la Revolución mexicana. En suma, romper las inercias de los últimos años, y que llevaron a las antípodas aquella atrevida consigna del expresidente López Mateos: “El PRI es un partido de extrema izquierda, dentro de la Constitución”.
Por su parte, el Partido Acción Nacional estuvo en contra de una educación laica y gratuita, del recibimiento al exilio español republicano (que tan buena simiente dejó en nuestro país), de los principales artículos constitucionales por los cuales murieron cientos de miles de mexicanos, de la planificación familiar, y pudiéramos extender la lista de manera considerable. Herederos de los fanáticos cristeros, llegaron a estar, incluso, en contra de los programas de vacunación obligatorios de parte del Estado mexicano para los niños, es decir, más de lado de la superchería católica que de la ciencia misma. Y así podemos enumerar incontables ejemplos de cómo la reacción a esa Revolución (origen y razón de ser del PRI) fue siempre atacada por esa secta de ricos “mochos”. Para una de las mayores desgracias de México en su historia, el PAN se convirtió en gobierno: ineficaz, clasista, torpe y corrupto por definición.
Los resultados están hoy a la vista: el PRI perdió todas las gubernaturas en juego, en el Congreso su presencia disminuirá aún más. Apostaron, pues, por el pragmatismo inmediato con una visión de la política patrimonialista y de proyectos exclusivamente personales y/o de grupo. La alianza que comenzó en tiempos de Salinas, y que en cierta medida en esos momentos era incluso benéfica para el país, pero que se adivinaba temporal, se convirtió en un amasiato, que ya las bases del partido veían con malos ojos, reflejándose en el candado aquel que se puso en los estatutos para, básicamente, no permitir la llegada a la candidatura a la presidencia de otro tecnócrata neoliberal, tenía que ser un miembro que hubiese participado y ganado algún proceso electoral.
Pero eso sirvió de poco, dicha alianza se volvió cínica, con ejemplos como el chantaje de gobernadores priistas a un presidente que no sabía ni qué terrenos pisaba (Fox) y que le cedió a los mandatarios estatales priistas todo tipo de canonjías y privilegios; después vino el total apoyo de otro presidente panista, Felipe Calderón, para dejar como sucesor a un priista, idóneo y maleable a los intereses de los más favorecidos, nacionales y extranjeros, en detrimento de las mayorías. En esos 18 años, como era natural, las desigualdades en México se volvieron algo vergonzoso para todos; luego entonces, ya cómo el paroxismo de la falta de pudor, el PRI postuló a un panista a la presidencia: el opaco José Antonio Meade. Los resultados no podían ser otros.
Vino entonces el periodo actual 2018-2021, donde se siguió el mismo camino de decadencia y caída libre, que se puede resumir en una imagen: Margarita Zavala de Calderón en las boletas electorales con el logotipo del PRI. El Revolucionario Institucional, aunque a algunos parezca inverosímil, aún tiene una oportunidad, y es en el lógico cambio de su dirigencia, ocupada aún por un político joven y lleno de vulgares ambiciones. Y el candidato natural a sucederlo es Enrique de la Madrid Cordero, sabedor como pocos de la Historia de nuestro país, y también conocedor de los retos que imponen el presente y el futuro del país, al igual que la realidad de su partido, que aún tiene profundisimas raíces en México. Hoy por hoy, todas sus banderas y causas sociales fueron tomadas por el hoy partido en el poder MORENA, de ahí, en gran medida, su innegable y enorme éxito.
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